La verdad sobre la otra vuelta al mundo maldita que acabó con Elcano y más de 400 marinos
- Un libro arroja luz sobre los protagonistas de una aventura iniciada en 1525 y que se alargó, para algunos irreductibles, más de una década.
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No es tan conocida como la historia de la primera circunnavegación al mundo, pero la expedición de García Jofré de Loaysa —o Loaísa— a las islas de la Especiería, con un final ciertamente parecido, conjuga todavía más dramatismo y tormentos. Comparte, por ejemplo, el protagonismo de Juan Sebastián Elcano, devorado en esta ocasión por la inmensidad del océano Pacífico, y el derrotero de un viaje épico gobernado por la incertidumbre y por la valentía utópica de un puñado de intrépidos marinos. A ello se suma una guerra desigual en las selvas de las lejanísimas Molucas con la otra potencia ibérica: Portugal.
Toda esa aventura, desde la preparación de las siete naves —tres ni siquiera cruzaron el estrecho de Magallanes— que zaparon del puerto de A Coruña el 24 de julio de 1525 hasta el regreso a cuentagotas de los últimos (y muy pocos) supervivientes más de diez años después, la estudia con un enorme detallismo el investigador Tomás Mazón Serrano en su nuevo libro: La vuelta al mundo maldita (Edaf). Es un relato muy personal, muy divulgativo, pero de gran interés por la información que presenta el autor, alguna desconocida, gracias a un esforzado trabajo de archivo y manejo de las fuentes primarias.
Mazón consigna casi un centenar de páginas de su obra a construir minibiografías de los 424 tripulantes —probablemente el número fue algo superior, pero no hay rastro documental— de la expedición de Loaysa y de los 91 que Hernán Cortés subió en tres navíos en el puerto de Zihuatanejo con pertrechos para ayudar a sus compatriotas en el Maluco. Un puzle de pequeñas historias que permite descubrir a María, una esclava del capitán general de la armada que sería la primera mujer que atravesó el Pacífico, o la cantidad de familiares de Elcano, procedentes de Getaria, que se habían embarcado en la empresa.
El primero de los cinco bloques en los que se divide en libro está destinado a arrojar luz sobre la figura de Loaysa. Mazón asegura que el comendador de la Orden de San Juan nació en Plasencia, en Cáceres, y no en Ciudad Real, como tradicionalmente se afirma. Y que fue su brillante currículo —embajador ante el gran turco y militar de éxito en la lucha contra los musulmanes, como demostró por ejemplo con la conquista de Los Gelves— y no su relación de parentesco con el influyente García de Loaysa y Mendoza, obispo de Osma y confesor de Carlos V, lo que le reportó el liderazgo de la expedición a las islas de la Especiería.
Precisamente un tema discutido historiográficamente ha sido por qué el emperador no nombró capitán general de la armada a Elcano, en quien recayó la capitanía de la segunda nao, la Sancti Spíritus. Mazón descarta el argumento del nepotismo y asegura que Loaysa era un "líder de prestigio y fidelidad máximas, probada experiencia en el mar, en la diplomacia y en la guerra, con gran capacidad organizativa y de gestión, y al que todos respetaban". Un perfil óptimo para regresar a las Molucas, fundar una gobernación con presencia permanente e integrar el archipiélago en los dominios de la Monarquía Hispánica.
Decenas de folios como este nos permiten conocer los nombres, oficios y procedencias de los marinos enrolados con Loaysa en 1525.
— RutaElcano (@Ruta_Elcano) November 19, 2024
Suman más de 400. Hay que estar loco para estudiárselos todos. Encantado de saludarles. ✌️#LaVueltaalMundoMaldita#LaExpedicióndeLoaysa pic.twitter.com/UFeb97aJwE
De hecho, afirma que ambos hombres mantuvieron una relación de afecto mutuo. Los dos murieron en la Santa María de la Victoira en medio del Pacífico en el verano de 1526 con solo cinco días de diferencia. Las causas son difusas, pero probablemente cayeron víctimas del escorbuto y una fuerte intoxicación por la ingesta de algún pez llamada ciguatera. En su testamento, el comendador mandaba que los víveres que portaba a bordo -bizcocho y vino blanco- se los repartieran entre su sobrino y Elcano. Este último, por su parte, legaba a Loaysa un barril con diez quesos y lo nombró testamentario, cabezalero y administrador de sus bienes, situándolo al mismo nivel que su madre.
Con los cuerpos de las dos grandes figuras de la expedición arrojados al fondo del mar, la epopeya continuó con nuevos protagonistas, como Hernando de la Torre, un joven soldado, criado del comendador, que desde mayo de 1527 actuó como capitán general y gobernador del Maluco. "Mostrándose irreductible ante los partidarios de claudicar, consiguió una salida digna de Tidore mediante un pacto con los portugueses que permitió a los castellanos establecerse primero en Zamafo y después en Gilolo. A través de negociaciones logró después una paz duradera entre portugueses e indígenas del Maluco", resume Mazón Serrano.
La huella escrita dejada por De la Torre en los documentos relacionados con la expedición es la mayor de cuantos viajaron. Más incluso que Andrés de Urdaneta, un joven de 17 años en el momento de zarpar de A Coruña y que años más tarde descubriría el tornaviaje entre Asia y América. Son solo dos nombres, quizá los más célebres, de los que el investigador llama "58 de la fama", los expedicionarios que se mantuvieron firmes y se negaron a claudicar ante los lusos. Aun a sabiendas de que muchos de ellos nunca lograrían regresar a casa.