“Somebody told me, boy everything she wants is everything she sees” George Michael
¿Cómo se consigue que quiebre un país y se hunda el estado de bienestar?
Haciéndolo insostenible. Luego, con la debacle, se quejan de los “recortes”, y vuelven a quebrar el país.
Y es que tenemos una peligrosa mayoría de políticos que siempre piensan que usted gana demasiado y ellos gastan demasiado poco.
En España ya vivimos las consecuencias de “gastar lo que sea necesario” porque “el problema es de ingresos, no de gastos”. En tres años -en tres- acumulamos un déficit de más de 100.000 millones de euros anuales. Todo con mucha dignidad.
Esos mismos que aprobaron el techo de gasto de 2017, ahora rechazan el de 2018. Curioso, porque el presupuesto de 2018 incluye más partidas sociales que nunca, y todas ellas -sanidad, educación- se sitúan por encima de 2011.
En 2017 alcanzaremos un récord histórico de ingresos. 203.570 millones de euros en impuestos, más que nunca. Récord en IRPF, IVA e Impuestos Especiales y el segundo mejor año de Impuesto de Sociedades, solo superado por el aterrador y -esperemos- nunca replicable pico de la burbuja. Eso a pesar de que las bases imponibles han caído por la debacle de los sectores ultra cíclicos y que casi el 40% de las empresas siguen en pérdidas.
Pero a los redistribuidores de la nada les parece poco. Piden un “suelo de ingresos”, la sandez más grande jamás propuesta, y que demuestra la visión de que empresas y familias están al servicio de los burócratas y no al revés.
No existe sector público sin un sector privado potente. Y no “suelo”, el sótano oscuro y maloliente sin ingresos es el que consiguen con políticas anticuadas e ineficaces de asaltar a los sectores productivos a impuestos. Con sus políticas de expolio se consigue destruir los ingresos del estado a través del destrozo de la actividad económica, la inversión y el empleo, y, con ello, el estado de bienestar que fingen defender.
España ingresa y gasta menos que otros países, es su excusa. Para ello, empiezan la casa por la ventana. No creando más riqueza, más empresas y más empleo, sino negando el riesgo y gastando antes de recaudar. Todo con la excusa de los ricos.
Los que se pasan el día mencionando a otros países a la hora de gastar, siempre olvidan que para tener un estado de bienestar amplio hay que tener un tejido empresarial potente, con beneficios y márgenes sólidos y familias que puedan ahorrar, y no ir “bajando” el umbral de lo que es ser “rico” para arrancar cuatro euros más para alimentar el leviatán.
La próxima crisis de deuda la crearán los que fingen defender “lo público”.
Ya lo explicamos en “La Deuda Gratis No Existe”. Una crisis de deuda no ocurre solo porque la deuda pública sea alta sino, sobre todo, porque la confianza en la solvencia del país desaparece cuando se lanzan a gastar sin control basándolo en ingresos de ciencia ficción. Lean “El Timo de los Presupuestos Alternativos”.
Es por ello por lo que es tan importante fijar un techo de gasto que, a la vez que atiende a los servicios básicos, no entorpece el crecimiento económico y el empleo, y ayuda a atraer inversión. No solo por la credibilidad de las cuentas públicas, sino la estabilidad.
Y, lo más importante, la reducción del déficit es esencial, se ha reducido a la mitad sin inflación ni alto crecimiento global, pero hay que reducir la deuda total. Y eso no se va a hacer nunca con la patada hacia delante de gastar más hoy a ver si mañana ahorro. La razón es sencilla, la prima de riesgo de la deuda española actualmente viene “reducida” por la política del BCE, en parte -aunque no toda- . Debemos tener un nivel de solidez en las cuentas públicas claro para que, cuando esa política termine o se convierta en parte de la liquidez, la prima de riesgo baje porque los fundamentales son todavía mejores.
“Pero, ¿y la emergencia social?”. Bueno, ya sabemos que la emergencia social desaparece en cuanto los populistas gobiernan, sin haber cambiado nada. Los niños desnutridos se atiborran y las familias sin hogar desaparecen con la llegada de las “coaliciones de cambio” al poder, en un día.
Pero lo que es aberrante es que en este país se quiera recuperar el gasto público de la época de burbuja, se llame inversión pública al ladrillo, los aeropuertos innecesarios y los frontones duplicados, y se consideren los estabilizadores automáticos que genera la recesión un “derecho” a perpetuar y aumentar. Pero no me digan que no es divertido que pongan como “recuperar derechos” la época en la que el gasto se disparaba por… el aumento del paro y el gasto en seguro de desempleo.
No me digan que no les parece divertida esta frase. “El reparto del déficit es neoliberal”. Es uno de los hitos de la demagogia lingüística. El déficit no es un derecho, es una obligación, y más déficit es más deuda y más impuestos en el futuro. Pero ya es delirante tildar a aumentar la deuda de “neoliberal”.
El gasto público no es una cifra que deciden los burócratas y los demás debemos sufragar. El gasto público es la gestión de los recursos que tenemos en base a la capacidad de crecer y mejorar.
Para redistribuir riqueza hay que crearla. Y cuánto redistribuir no es una decisión del burócrata, sino lo que acuerda la sociedad que le contrata dependiendo de su capacidad y a cambio de sus servicios.
No existe la dicotomía entre gastar más y bajar impuestos, porque la evidencia del fracaso de “gastar para crecer” es más que evidente. Ningún país de los que se han lanzado a planes de estímulo público ha reducido su deuda en los últimos diez años, y todos la han aumentado mucho más (vean el vídeo de ayer). Hay que dejar respirar y devolver el esfuerzo a empresas y familias que son los que han sufragado la salida de la crisis.
Si empezamos la casa por la ventana, aumentando déficit, gastando con estimaciones de ingresos completamente ficticias, y multiplicando los desequilibrios, volveremos a caer en un shock de deuda. Con una importante diferencia. El próximo será mucho más severo porque no se podrán bajar más los tipos de interés o aumentar la liquidez. La casa se desplomará, de nuevo.
El techo de gasto es importante. Pero el techo nefasto es el que hunde al país con la entelequia de que gastar más reduce la deuda.
Y, entonces, los redistribuidores de la nada dirán que la solución es… gastar más.