“I told you once, I told you twice, but you never listen my advice” Steve Perry
El Gobierno de minoría absoluta ha desempolvado una práctica que nunca se debería haber llevado a cabo. Los “globos sonda”. Hacer anuncios y amenazas devastadoras para la economía y el empleo “a ver qué pasa” y luego decir que, como no ha ocurrido, no hay problema.
Esa idea de que los políticos se pueden permitir el lujo de introducir enormes incertidumbres y amenazas a la seguridad jurídica sin sufrir ninguna consecuencia es muy española. Pero esas amenazas y anuncios peregrinos no caen en saco roto.
Si un gobierno anuncia que va a freír a impuestos a autónomos, empresas y familias, no puede esperar que el mundo siga como si nada.
Pero es aún más aterrador ver que el Gobierno, ante la evidencia de una moderada ralentización en el crecimiento económico y el empleo, se cruce de brazos, encoja los hombros y decida tomar medidas que pongan escollos al crecimiento y la contratación.
Los datos del paro de julio nos muestran esas señales de atención, que no de alarma, que el gobierno decide ignorar porque tiene que pagar favores de moción de censura con el dinero de los demás.
Hay datos enormemente positivos. El número de empresas con asalariados ya supera los 1,5 millones. Se ha recuperado todo el empleo fijo destruido por la crisis y España vuelve a situarse como el segundo país de la Unión Europea en crecimiento de la contratación indefinida.
El gobierno decide ignorar las señales de atención porque tiene que pagar favores de moción de censura con el dinero de los demás.
En julio la firma de contratos creció un 8,19% interanual.
La contratación indefinida crecía un +25,10%, muy por encima de la temporal (+6,75%) que llevaba dos meses de caídas.
El 73% de los nuevos empleos creados en 2017 fue indefinido, 358.000 puestos. La recuperación ha creado más de 1 millón de puestos de trabajo fijos, y España lleva casi 50 meses de crecimiento sostenido de contratación indefinida a tiempo completo.
El paro registrado caía en julio en 27.141 personas, una cifra muy similar a la del mismo periodo del año pasado. El paro registrado bajaba a la cira más baja desde 2009 tras reducirse en 200 mil personas en el último año.
Entonces ¿de qué quejarnos?
España no puede conformarse con estas cifras ni mucho menos hacer anuncios anti-crecimiento que frenen la contratación.
La afiliación sólo ha aumentado en 35.819 personas en julio, el menor incremento desde 2013. Aunque el número de afiliados, 19,04 millones, alcanza su cifra más alta desde agosto de 2008, el ritmo interanual de crecimiento, 2,99%, es inferior al 3% por primera vez desde junio de 2016.
Según muestra ATA, en el mes de julio de 2018 se ha creado un tercio menos de empleo que en el mismo mes de 2017 y el mes deja 6.389 autónomos menos, el segundo peor registro en los últimos 9 años.
El gran problema de España es que los escollos a la contratación no solo son muy altos, sino que nos amenazan con que van a ser mayores. Duplicar la cuota al 80% de los autónomos, subir los impuestos al trabajo haciendo un 30% más caro contratar a personal cualificado, duplicar el impuesto de sociedades a las empresas que invierten y se diversifican en el extranjero.
El Gobierno vuelve a poner zancadillas al empleo para luego ofrecer su generosa mano para “ayudar”. Lo que necesita España es menos “ayuda” de los entorpecedores y más facilidades.
¿Puede que estos datos sean coyunturales? Totalmente, pero nos encontramos, sea como sea, con los grilletes en los pies de los creadores de empleo que ponen un techo a la creación de empleo, en vez de facilitarla.
España no tiene por qué “conformarse” con crecer un 2,3% y crear 500.000 empleos. Debe y puede crecer mucho más y generar más empleo. Nos han engañado con la idea de que el crecimiento máximo solo puede ser el 3% porque tenemos tantas piedras en los zapatos que no podemos andar más. Los países que han eliminado obstáculos impositivos y burocráticos al crecimiento y el empleo han demostrado que se puede batir a las estimaciones de los que asumen un límite al crecimiento porque dan por hecho que lo que lo entorpece no tiene por qué cambiar.
Hace dos años comentaba en esta columna por qué no se quiere acabar con el paro, y es la enorme cadena de incentivos perversos.
Se le ponen trabas a la contratación y se penaliza la inversión y luego el intervencionista te dice que “el sector privado no funciona”. Déjenlo funcionar.
Como decíamos entonces, desde los agentes sociales que reciben enormes subvenciones por los cursos de formación a las administraciones públicas que exigen “más fondos” para “políticas activas de empleo”, mientras aumentan trabas burocráticas y suben impuestos a los creadores de empleo, el paro se convierte en una excusa política y un arma arrojadiza. Dicen tener como principal objetivo la reducción del desempleo, pero la realidad es que la media de paro ya años antes de entrar en el euro era del 18% -con lo cual la excusa de la política monetaria y las devaluaciones competitivas es un cuento-.
Es un hecho también que desde la rigidez, asistencialismo e intervencionismo no se ha conseguido reducir el paro.
Se le ponen trabas a la contratación y se penaliza la inversión y luego el intervencionista te dice que “el sector privado no funciona”. Déjenlo funcionar.
España es un país que ha tenido una media de desempleo de más del 16% desde 1980. En Andalucía llevan 40 años de campeones de paro, pobreza y desigualdad con las políticas que nos quieren vender como panacea. Y se demoniza a País Vasco o Madrid, con la mitad de desempleo, amenazando con constantes subidas de impuestos para igualar a la baja.
Quienes han gobernado 22 años España y 40 Andalucía no pueden prometer la fórmula mágica para acabar con el paro usando las mismas medidas que solo han creado desempleo.
España tiene una oportunidad de oro para convertirse en un país líder en atracción de inversión, creación de empleo y crecimiento. No ocurrirá poniéndole palos a las ruedas de la economía, penalizando la contratación y la inversión o mirando al techo mientras se ralentizan los datos.