“Now it’s my assumption, I’m really up the junction”. Chris Difford, Glenn Tilbrook.
En menos de dos años, todos los indicadores económicos han pasado de dar sorpresas positivas y revisiones al alza a empeorar de manera evidente y generalizada. La tendencia a achacar esta ralentización a factores externos es un subterfugio.
Los chivos expiatorios de la mal llamada guerra comercial y el brexit deberían ser rechazados por cualquier analista serio, ya que esos dos factores existían hace meses cuando el gobierno se vanagloriaba diciendo que la economía se fortalecía y negaba la ralentización. Además, la última revisión a la baja de estimaciones de la Comisión Europea, por fin, se acerca más a las expectativas de analistas que ya existían hace meses. El consenso de Bloomberg ya reflejaba una caída que no es “alarmista”, como asevera el gobierno. Sigue siendo optimista.
¿Por qué? El hachazo a las estimaciones de crecimiento de la Comisión Europea para 2019 y 2020, equivalente a casi 9.000 millones de euros en su conjunto, aún considera un entorno de consumo y de aportación del sector exterior que se presentan a todas luces diplomáticos por no decir optimistas. Nos dicen que España crece “más que la media de la Unión Europea”, pero la frase en sí misma no dice nada: hay 15 países que crecen bastante o mucho más que España, con mucho menos paro y en los que no se ha llevado a cabo una revisión a la baja de estimaciones tan abrupta como la española.
La carta que ha enviado la Comisión Europea al Gobierno de España también especifica claramente la evidente necesidad de ajustes en el gasto. “El borrador de plan presupuestario para 2020 muestra un aumento de gasto de 3,8% que supera el máximo aumento de gasto recomendado del 0,9%”.
España se juega mucho porque no tenemos la capacidad de enfrentarnos a una recesión que tienen otras economías. Mientras Alemania tiene el paro más bajo en 30 años, Estados Unidos el más bajo en 50 años y Reino Unido, a mínimos de 75 años, España, en términos desestacionalizados lleva todo 2019 sin reducir realmente el paro, según datos de la EPA.
La tasa de variación trimestral de la ocupación desestacionalizada se sitúa en un mero 0,09% (prácticamente cero y el peor dato desde 2014), y los resultados desestacionalizados de paro muestran una subida del paro en dos de los tres trimestres del año. El efecto devastador de la enorme subida de impuestos al trabajo escondida bajo el SMI hace que España haya pasado de ser unos de los líderes en creación de empleo a uno de los que menos empleo crea.
Con unas estimaciones de crecimiento de la economía para 2020 y 2021 que se sitúan en 1,5% y 1,4% según la Comisión Europea, España ni crecerá más que la media de la UE-27 ni crecerá al nivel de la mayoría de los países de la Unión Europea en ese periodo. Pero es que, con esas expectativas de crecimiento España se ve abocada a seguir destruyendo empleo si se aplican las políticas equivocadas.
En el debate político se nos repite una y otra vez que no se pueden bajar impuestos porque hay déficit pero, oh sorpresa, sí se pueden disparar los gastos aunque haya déficit. Interesante.
La evidencia del efecto positivo de bajar impuestos y reducir gasto comparado con subir gastos y aumentar impuestos es clara. Está demostrado con ejemplos de toda la OCDE desde 1970 que “los estímulos fiscales basados en recortes de impuestos tienen más probabilidades de aumentar el crecimiento que aquellos basados en aumentos de gastos. En cuanto a los ajustes fiscales, aquellos basados en recortes de gastos y ningún aumento de impuestos son más propensos a reducir el déficit y la deuda sobre el PIB que aquellos basados en aumentos de impuestos. Además, los ajustes en el lado del gasto en lugar del lado de los impuestos tienen menos probabilidades de crear recesiones”.
También está demostrado que un aumento del tamaño del gobierno es contraproducente para el crecimiento a largo plazo y está comprobado en 108 países “un efecto negativo del tamaño del gobierno sobre el crecimiento. La calidad institucional tiene un impacto positivo en el crecimiento real, y el consumo gubernamental es consistentemente perjudicial para el crecimiento”.
Por otro lado, está demostrado que contar con el efecto mágico de multiplicadores fiscales de gasto público no funciona en economías endeudadas y abiertas, donde el resultado es negativo.
Finalmente, está demostrado que los programas de reducción de déficit aumentando gastos e impuestos nunca han generado la consolidación presupuestaria esperada, porque se sobreestiman los ingresos y, en muchos casos, también se infraestiman los gastos.
España se enfrenta a dos opciones de política económica. Una que significa muchos más impuestos y más gastos, y que lleva inevitablemente a paro, caída de ingresos y muchos más recortes a largo plazo, y otra que significa menos impuestos, un gasto controlado y evitar que la desaceleración vuelva a convertirse en una crisis.
La idea populista de que si viene la recesión los recortes “serán para arriba” es de tal nivel de ridiculez que no debería merecer un comentario. La recesión y el paro siempre recaen de manera más dura sobre los menos favorecidos, y unas pocas subvenciones no cambian esa realidad. Por eso la mejor política social es atraer inversión, fortalecer la renta disponible de las personas, facilitar la creación de empleo y el crecimiento del tejido empresarial y reducir la burocracia.
Tenemos enormes oportunidades en tecnología, sanidad, energía y sector financiero. No les pongamos trabas.
No podemos caer en la política del avestruz, negar los problemas, y luego culpar al enemigo exterior. España tiene la obligación, desde la responsabilidad, acuerdo y reconocimiento de la realidad mundial, de mostrar al mundo que, en un entorno incierto, el lugar donde invertir es nuestro país.
Poner zancadillas al empleo, el ahorro y el crecimiento nunca ha sido una política social. Ya nos pasó eso de pasar de la excusa “España crece más que la media” a “España sufre una crisis mayor a la media”. Evitémoslo.
Todos tenemos que cambiar la mentalidad en España. Dejar de mirar hacia dentro y hacia el pasado y mirar hacia fuera y hacia el futuro.