El papanatismo no es exclusivo de los iletrados. Se puede dar entre los más ilustrados. Por ejemplo, en la admiración por los rankings extranjeros universitarios. Elaborados en base a criterios de los que los formulan, son aceptados como única medida de calidad por la comunidad académica.

Uno de ellos, es “El Ranking de Shanghái” de 2024. Clasifica a las Universidades del mundo en función de la investigación, según la definen ellos mismos.

Para este ranking, España sólo tiene 36 universidades situadas entre las 1.000 primeras del mundo. La Universidad de Barcelona figura en el puesto 151. Las otras 35 van detrás de las primeras 200.

Desde el punto de vista de los autores del ranking de Shangái España es un país atrasado en estudios universitarios ¿Estamos de acuerdo?

Para responder a esa pregunta habría que definir qué es investigación. Ese ranking califica básicamente según el número de papers publicados en las revistas científicas indexadas, en particular las clasificadas como Q1.

España sólo tiene 36 universidades situadas entre las 1.000 primeras del mundo

Revistas (Journals) que seleccionan los artículos en función de los criterios de sus consejos de redacción y sus referees; expertos que los califican analizan, rechazan, corrigen o los aceptan, siempre que estén dentro de paradigma científico imperante o sigan sus modas.

Sin duda es un dato más para una calificación de universidades. Sin embargo, puede ser poco útil para elegir la institución donde debería estudiar un alumno para su futuro profesional. Lo que deben buscar es la formación básica y el prestigio profesional de los títulos. Un grado o un postgrado, además de servir para el desarrollo personal, es una inversión que se valora en el mercado de trabajo.

Por los ranking de investigación se puede dar la paradoja que un profesor universitario considere una “carga docente” (así se llama en el argot profesional) dar clase a los alumnos. Porque lo que más le interese es publicar. Algo que será la “sociedad científica” representada en los journals la que le valore. Entonces las clases a los alumnos pueden pasar a ser un trámite. Una vez superado un número de sesiones ya no ayuda para la clasificación en los órganos certificadores como ANECA que evalúan a los profesores universitarios.

Un estudiante debe buscar la dedicación del profesorado al alumnado. Más aún, la dedicación singular a cada alumno. La capacidad de cada institución de desarrollarle de manera integral y especifica en la profesión elegida. Eso, independientemente de su posición en el ranking de Sanghái de la universidad, depende de cada facultad en concreto.

Si nuestras universidades no salen favorecidas en el ranking Shanghái estoy seguro de que hay algunas facultades españolas que estarían en los primeros puestos si se midiera su capacidad de formar profesionales. 

Un estudiante debe buscar la dedicación del profesorado al alumnado. Más aún, la dedicación singular a cada alumno

De hecho, en los rankings de Escuelas de Negocios tres o cuatro de las españolas están entre los primeros puestos constantemente. Tanto en MBAs, como en Executive Educación (a directivos y empresas). 

En ingeniería estoy seguro de que pasa lo mismo. El Instituto Eduardo Torroja es un referente a nivel internacional en resistencia de materiales. Igual que en Medicina. En ciencias de la salud no tenemos nada que envidiar a otros países. Otro campo en el que podemos ofrecer experiencia y ciencia es en el campo del turismo o en lingüística española, etc. 

Por eso Madrid se está convirtiendo en un centro de formación universitario a nivel internacional. Más de 20.000 alumnos extranjeros (el 12% de los totales en España) buscan su futuro profesional en está comunidad. La presidenta Ayuso apuesta por su crecimiento porque sabe que es una industria con potencial, creadora de puestos de trabajo de valor añadido y no contaminante. Otras comunidades están siguiendo o deberían seguir ese camino.

El problema es que la LOSU (Ley Orgánica del Sistema Universitario) de 2023 es fruto del papanatismo de algunos iluminados del ministerio. Parece que está redactada para dificultar el desarrollo de las universidades privadas.

Si el Proyecto europeo de Bolonia es un corsé que hay que pasar, la ley española es un apretón innecesario. 

Con ella España quiere competir en rankings de “universidades”, cuando debería en los de “facultades” ¡Seremos papanatas! 

** J. R. Pin Arboledas es profesor del IESE.