Huelga decir que siempre habrá detractores de Trump condicionados como el perro de Pávlov que se nieguen a admitir que a mediodía “hace sol”, como decían los antiguos que también le podía pasar a un loco.
También habrá antisionistas empedernidos para quienes el mejor acuerdo del mundo, desde el momento en el que implica a Israel, es un acuerdo nulo, ilegítimo y execrable.
Y también están todos esos falsos amigos de Palestina que se escandalizan por la traición y el abandono de sus defensores.
También hay israelíes que temen que parte del acuerdo incluya la entrega de cazas F-35 a Abu Dabi y que se vuelva a poner en duda la ley que les garantiza su superioridad militar frente a sus vecinos.
Puede que todas estas fuerzas acaben por conjugarse para, en el último minuto, impedir que el proceso llegue a culminarse.
Y sería algo de lo que nos acabaríamos arrepintiendo; el acuerdo con Emiratos Árabes Unidos, anunciado el 17 de agosto en Washington y cuya ratificación está prevista para las próximas semanas, fue uno de los acontecimientos más importantes del verano y, pienso, tanto de corazón como con la conciencia, que es un acuerdo positivo para todas las partes y, en particular, para Israel.
1. No conozco los Emiratos, pero sé que su presidente es uno de los pocos de esta región que está en el lado correcto de la barricada en la mayoría de los escenarios donde se libra la batalla por la paz. Tolerancia… Construcción de un Hogar de la familia de Abraham donde pronto compartirán vecindario una iglesia, una sinagoga, una mezquita… Una contribución decisiva, Occidente inclusive, en la lucha contra el hermanismo (de lo Hermanos Musulmanes), el salafismo, el yihadismo… Por no hablar del Louvre de Abu Dabi, concebido en el mismo momento en el que el Dáesh destruía, a mazazo limpio, los tesoros de Palmira; una respuesta pasmosa ante la iconoclastia radical que mora en el corazón del islamismo… En la región, ¿quién habría estado más de acuerdo? ¿Quién, por ese mismo motivo, estaba en mejor posición para una paz, una verdadera; una paz de los corazones y los imaginarios con la única democracia de Oriente Próximo?
2. Kuwait, sultanato de Omán, Bahréin… bien que han tenido cosas que decir. En Jartum bien que se ha despedido a un portavoz que había declarado en Sky News que su país no tardaría en seguir el mismo camino. Todos los observadores serios saben que, si el acuerdo llega a materializarse, el efecto dominó será cuestión de tiempo. Todos los artífices del acuerdo, ya sean israelíes (el jefe del Mossad, Yossi Cohen), emiratíes (el príncipe heredero, Mohammed bin Zayed) o incluso estadounidenses (el filántropo Tom Kaplan, amigo y confidente del príncipe emiratí), rezan porque Abu Dabi, una vez más, haya abierto la veda. ¿Por qué no alegrarnos? ¿Por qué seguir refunfuñando por un proceso en el que ya se ha visto, en Arabia Saudí, al poderosísimo Turki bin Faisal Al Saud, exdirector de los servicios secretos y a menudo considerado la voz oficiosa de la familia real, publicar el pasado 21 de agosto, en la web en inglés del canal Al-Arabiya, un texto que, si bien no deja de recordar los parámetros del plan saudita de 2002, ridiculiza el muro de rechazo que se ha alzado de manera precipitada contra los emiratíes por parte de los turcos, iraníes y qataríes?
3. El tratado de 1979 con Egipto y después del de 1994 con Jordania tuvieron una carga militar decisiva y pusieron al Estado hebreo a resguardo de un ataque, desde todos los frentes, de los Ejércitos árabes en coalición. Pero este acuerdo, aparentemente más prosaico, ya que se centra en la apertura de las líneas aéreas, la intensificación del comercio, en proyectos de exposición universal y de desarrollo conjunto, en definitiva, el espíritu del doux commerce que tanto le gustaba a Montesquieu, tendrá un impacto simbólico que, paradójicamente, será igualmente importante. Ya que, ¿acaso no será la propia imagen de Israel la que, si se materializa la lógica del acuerdo, saldrá transformada? ¿Acaso no se está pasando de la odiosa imagen de un Estado ilegítimo que es un “cáncer” para Oriente Próximo a esa que tanto animaba al ex primer ministro israelí Shimon Peres, la de una nación de pioneros, soñadores e ingenieros que contribuirían a la riqueza de las naciones vecinas?
4. Desde hace décadas, en la mayor parte de las cancillerías europeas imperaba el mismo postulado: la creación del Estado de Israel fue el origen de todos los males de la región; no hay regulación concebible que no parta de un entendimiento, con la venia de la comunidad internacional, con los palestinos como señores del juego e invitados, huelga decir, a todas las sobrepujas. Sin embargo, con la firma de este acuerdo bilateral, tal como recomendaba Maquiavelo, bajo secreto, en dos o tres cancillerías, han conseguido lo contrario y tal vez se haya materializado lo más difícil y que menos veces se suele conseguir en geopolítica: un cambio de paradigma. Sí, vamos hacia la paz. Sí, el pueblo palestino —si leemos correctamente los textos y las obligaciones que se le imponen a Israel de congelar sus implantaciones en Cisjordania— tiene ante sí una nueva oportunidad histórica para que avance su causa nacional. Y, por primera vez, todo esto se ha hecho sin que la dirección del acuerdo se haya visto en posición de ejercer toda clase de chantajes y, a fin de cuentas, de bloquearlo todo.
5. En cuanto al asunto de los F-35 y el riesgo de ver a un Estado árabe hacerse con un armamento que nadie sabe en qué manos podría acabar en un futuro, imagino que es algo real. Pero, sin ser un experto en temas militares, me parece que el rasgo más temible de esos cazas es su furtividad y que Israel ya disponga de sistemas de detección capaces de neutralizarlos. Como todo el mundo, sé que, si unimos todas las piezas de la maquinaria artesanal, pero terriblemente eficaz de Hamás; los piratas informáticos de Hizbulá, que han sido capaces, hace un mes, de tomar el control de un dron del TZAHAL (las Fuerzas de Defensa de Israel), y el hecho de que se acabe de detener, in extremis, una entrega a Turquía de una serie de cazas F-35 del mismo modelo, está claro que, en todas partes, ya se ha puesto en duda la superioridad militar de Israel. Entonces ¿es razonable confiar únicamente en esa lógica y en sus vertiginosas incertidumbres? ¿La paz, la verdadera paz, acaso no es, de nuevo, la garantía de seguridad más sólida que puede desearse para Jerusalén? Eso me parece a mí.