Los políticos del partido ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) no son precisamente profetas en su tierra. Al menos, no lo son en la calle, donde tienen su centro de operaciones en Berlín. En el edificio de oficinas del centro de la capital donde AfD tiene su cuartel general nada indica que sus despachos estén allí, nada salvo un austero Alternative für Deutschland en el portero. Frente al portal de la formación que quiere “parar la islamización” y pide el voto para que los “alemanes vivan bien y a gusto”, los viandantes dicen no querer votar a AfD en las elecciones generales del domingo.
“En ningún caso”, dice a EL ESPAÑOL sobre su bicicleta Marco, apoyado en un semáforo. “Yo voto cualquier cosa que se oponga a AfD”, confiesa Martin, un hombre que trabaja en el edificio donde tiene su sede el partido ultraderechista. “Hay que votar a los partidos de izquierda de forma masiva para evitar que AfD entre en el Bundestag”, plantea por su parte Heike, una mujer que camina con su amiga Isabelle. Las dos piensan lo mismo. “Yo voto siempre a la CDU”, dice Olger, un hombre de mediana edad que vuelve al trabajo tras la pausa del mediodía.
De la decena de personas con las que habla este periódico frente a la sede del partido, sólo Jens se atreve a decir que votará a AfD el domingo. “Trabajo en el partido, está claro que votaré a AfD en las elecciones”, explica a EL ESPAÑOL este empleado de la formación xenófoba.
No hay dudas, AfD estará presente en el Bundestag en la próxima legislatura. Se ganará el derecho a representar a sus electores de modo incontestable. Es una formación política joven –fue creada en 2013 y todavía hoy apenas cuenta unos 28.000 miembros-. Pero se ha metido en el bolsillo a una parte importante del electorado alemán.
Según las encuestas, es probable que AfD obtenga el domingo más de un 10% de los votos. Los sondeos de intención de voto más favorables para esta formación le atribuyen hasta un 12%. Esos porcentajes, de hacerse realidad, convertirían a AfD en la tercera fuerza política del país.
De ahí que los principales políticos y partidos alemanes, por muy ocupados que estén en apurar los últimos días de campaña electoral, también anden planteándose qué hacer ante la aparentemente asegurada presencia de diputados de AfD en el Bundestag.
'Bienvenida' al Bundestag
Por ejemplo, Sigmar Gabriel, vicecanciller alemán y ministro de Asuntos Exteriores germano además de peso pesado de la socialdemocracia teutona, se refería a esa posibilidad en una entrevista con el semanario Der Spiegel utilizando un tono que difícilmente puede ser más agresivo. “De entrar AfD en el Bundestag, los nazis volverán a hablar en el Reichstag”, decía Gabriel, aludiendo al emblemático edificio del centro de Berlín, sede de la Cámara Baja germana.
No debe ser Gabriel el único político con responsabilidades a nivel nacional en Alemania que piensa mal de AfD cuando en la Cámara Baja germana las formaciones más importantes, su Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) y la Unión Cristiano Demócrata (CDU) de la canciller Angela Merkel, se han curado en salud para no dejar a AfD tomar protagonismo desde el principio de la legislatura.
De hecho, en una de sus últimas sesiones, el Bundestag cambiaba el reglamento para evitar un eventual discurso de Wilhelm von Gottberg. Este político de AfD con pasado en la CDU tiene 77 años. De ser elegido diputado, él debería pronunciar el primer discurso de la legislatura, una responsabilidad que habría recaído sobre este supuesto decano del Bundestag de no haberse modificado el reglamento.
Si AfD lograra ser la tercera fuerza política en el Bundestag, a diputados suyos correspondería, como manda la tradición, llevar el Servicio de la Vicepresidencia del Bundestag. A un diputado de AfD, siguiendo los usos y costumbres de la Cámara Baja, también sería atribuida la no menos importante presidencia de la comisión presupuestaria.
Aviso de Merkel, hostilidad de Schulz
Ante esta posibilidad, el aspirante a canciller del SPD, Martin Schulz, ha invitado a esforzarse en la campaña para que no haya diputados de AfD en la Cámara Baja. “En siete días podemos enfadarnos porque haya agitadores de derechas en el Bundestag, o podemos utilizar esos siete días para evitarlo”, expresaba Schulz en Twitter el pasado domingo.
Más realista, Merkel ya ha avisado a los diputados de ultraderecha al comentar que en la Cámara Baja habrá “líneas rojas” que respetar. “Tenemos que trazar líneas rojas cuando se trate de denigración de gente o cuando haya reservas racistas”, ha dicho la canciller.
Un partido con fama de tensar el ambiente
Pese a los avisos, “será un desafío para los diputados de los otros partidos el lidiar con los de AfD. No hay experiencia previa”, recuerda a EL ESPAÑOL Jan Müller, politólogo de la Universidad de Rostock, en el land de Mecklemburgo-Pomerania Occidental. En el parlamento de ese land AfD es la segunda fuerza política. Tiene 17 escaños, uno más que la CDU y nueve menos que el SPD.
Como principal fuerza de la oposición, a esos diputados regionales de AfD se les ha visto “anclados en la provocación”, según los términos de Müller. “En otros parlamentos regionales se han caracterizado por los continuos ataques a los gobiernos regionales y al resto de representantes de partidos”, agrega.
Apunta a EL ESPAÑOL Franco Delle Donne, experto en comunicación política afincado en Berlín y autor junto al periodista Andreu Jerez del libro sobre el partido de la ultraderecha alemana Factor AfD (Ed. Libros.com, 2017), que es probable que esa formación siga utilizando “la provocación constante”. De ahí que Müller tema que el clima en el Bundestag pueda cambiar con la entrada de los diputados de AfD. “Puede que el tono de las discusiones cambie y se haga más tenso”, prevé el politólogo de la Universidad de Rostock.
No convertirlos en víctimas
Más conciliadora se ha manifestado Sahra Wagenknecht, lideresa de la formación izquierdista Die Linke. En medio de los ataques que unos y otros expresan en estos últimos días de campaña contra la ultraderecha –incluidos los de la propia Die Linke, que lucha por quedar como tercera formación más votada el domingo frente a Los Verdes, los liberales del FDP y AfD – Wagenknecht ha invitado a “no hacer de AfD una víctima”. Para ella, hay que llevar cuidado de no “lidiar con AfD injustamente o usando generalizaciones”.
En este sentido, el experto Delle Donne recuerda que “hay que tener cuidado si se arrincona a AfD, porque no sólo se arrincona al partido, sino también a los votantes”. “Si el SPD o la CDU usan esa estrategia, se aseguran de que esos votantes nunca volverán a votarles”, agrega este experto, sabedor de que AfD se nutre de ex votantes del SPD, de la CDU y hasta de Die Linke.
Cordón sanitario coaliciones, escenarios futuros
Müller está convencido de que los diputados de AfD van a necesitar “un periodo de adaptación” para habituarse al trabajo en el Bundestag. Sólo habiéndose normalizado su presencia en la Cámara Baja y, antes aún, en los parlamentos regionales y otros órganos de gestión local, se podrá ver con otros ojos al partido que lideran en la campaña Alice Weidel y Alexander Gauland.
“A ellos lo que les gustaría sería que les hicieran un cordón sanitario”, comenta Delle Donne, aludiendo a la práctica política puesta en marcha en Bélgica para aislar a los partidos de ultraderecha a finales de los ochenta y principios de los noventa. “Así, AfD se fortalecería en su postura de ser distinta al establishment, a partir de ahí podría seguir sumando apoyos de los votantes que quieren un cambio”, abunda.
No está claro que AfD vaya a ser la tercera fuerza política más votada el domingo. Seguro serán complicadas las relaciones que mantendrá esa formación con el resto de partidos en el Bundestag. “A día de hoy, pensar que puedan apoyar un proyecto de ley o formar una coalición me parece ir demasiado lejos”, asevera el co-autor de “Factor AfD”.
Jens, el trabajador y votante confeso de AfD, contraataca al oír hablar de las “líneas rojas” y “límites” que se dicen los otros pondrán a su partido en el Bundestag. “Ellos son los que pueden cruzar líneas rojas al llamarnos fascistas y cosas así, de hecho, ya las han cruzado. Nos han llamado abiertamente nazis”, concluye.