Vladimir Putin, en una ceremonia ante la Tumba del Soldado Desconocido en Moscú en 2023.

Vladimir Putin, en una ceremonia ante la Tumba del Soldado Desconocido en Moscú en 2023. Pavel Bednyakov

Europa GUERRA DE UCRANIA

Objetivo 2026: Rusia marca fecha de su victoria, pero Ucrania duda que aguante otro año más de guerra

El Kremlin entiende que la guerra debe decidirse en el próximo año para poder cantar victoria en 2026. Ucrania, por su parte, confía en una implosión en la sociedad rusa que le obligue a la retirada.

17 septiembre, 2024 02:32

El jefe de la inteligencia militar ucraniana, Kyrilo Budanov, desveló este fin de semana en la XX Conferencia de Yalta de Estrategia Militar Europea que el Kremlin ha fijado para principios de 2026 la fecha límite para conseguir la victoria en Ucrania. Ese cálculo cuadra perfectamente con las previsiones del think tank estadounidense Carnegie Endowment for International Peace, según las cuales Rusia se quedaría sin repuestos de determinados tipos de armas soviéticas para esa fecha al actual ritmo de desgaste en el frente.

A falta de una movilización total, por miedo a provocar una marejada entre la opinión pública, Rusia ha ido aumentando a lo largo de estos dos años el número de soldados de su ejército, tanto profesionales como eventuales, hasta los 2.389.000 hombres, 180.000 más que en diciembre pasado. El objetivo es ir supliendo las bajas que se van produciendo en Ucrania con nuevas movilizaciones parciales, más contrataciones y seguir azuzando el patriotismo para encontrar nuevos voluntarios.

El problema que tiene Rusia es la sostenibilidad de un ejército así en el corto plazo. Muchos soldados con pocas armas es una mala combinación. Los ataques son deslavazados y se abusa de la infantería, como se está viendo en Ucrania. Budanov cree que todos estos problemas, junto al propio cansancio de la guerra y la sensación de que no es algo ajeno a los ciudadanos rusos -algo que ya están viendo en Kursk y que verían en más lugares de la Federación Rusa si Biden permitiera los ataques a larga distancia- puede dañar seriamente la moral de la población rusa.

En ese sentido, Rusia siente que tiene que darlo todo en 2025 y conseguir suficientes triunfos como para afianzar esa victoria en 2026. Según Budanov, si Ucrania logra resistir durante esos doce meses, es decir, si la ayuda internacional se mantiene y no flaquea -en esto tendrán mucho que decir las elecciones estadounidenses-, tendrá mucho ganado porque la urgencia imperará en las altas esferas rusas, que querrán terminar la guerra casi de cualquier manera, como le sucedió a la URSS en Afganistán.

El plan de “paz” de China, Brasil y Vance

Otra cosa es en qué consista esa victoria y cómo se llegue a esa paz. Está claro que los dos bandos están exhaustos y que ninguno ha demostrado suficiente empuje como para lograr un avance significativo. Es cierto que Rusia sigue conquistando pequeñas poblaciones en un amplio frente, pero ni ha conseguido aún expulsar a los ucranianos de Kursk ni esos avances se traducen en una ruptura que descomponga las defensas locales. Estamos ante una guerra de desgaste en la que las victorias se cuentan en muy pocos kilómetros cuadrados.

También está claro que el resto del mundo está harto del conflicto. Harto de las amenazas nucleares, harto de la inflación de los alimentos, harto de la parálisis comercial que supone una guerra en pleno granero de Europa y frente al Mar Negro… De ahí que en las últimas semanas se hayan presentado distintos planes de paz, destacando el que firmaron China y Brasil y que venía a ser una especie de “paz por territorios”, es decir, que Rusia se quede con lo que ha conquistado en estos dos años y medio, que se establezca una zona de seguridad internacional y que Ucrania se quede con el resto.

Esta es básicamente la solución del Kremlin, como apuntó Zelenski la semana pasada… pero también es la solución de J.D. Vance, posible futuro vicepresidente de los Estados Unidos y entendemos que, por elevación, la de su jefe Donald Trump. Cuando el candidato republicano repite una y otra vez que “acabará la guerra en una semana” es difícil pensar en un escenario distinto al que marque Rusia. Favorecer al más fuerte siempre ha sido la forma más corta de acabar con un conflicto… y la menos eficaz a medio plazo.

La posibilidad de la implosión 

El asunto es que Ucrania no está dispuesta a aceptar ningún acuerdo de ese tipo. Desde Kiev consideran que la guerra no dura desde febrero de 2022 sino desde 2014, cuando Rusia formó y armó unas guerrillas afines en Donetsk y Lugansk y las hizo combatir durante años contra el ejército regular ucraniano. Después de diez años de lucha y de decenas de miles de muertos, es difícil renunciar sin más a aquello por lo que has combatido, sería privarle de todo sentido. Solo un gobierno afín al Kremlin, como el que hubo hasta 2014 con Yanukovich o como el que quería imponer Putin en esta “operación militar especial” aceptaría algo así.

Zelenski, desde luego, no está por la labor. El presidente ucraniano afirmó su voluntad de presentar a Joe Biden lo que él llama un “plan de victoria”. En Kiev están convencidos de que la guerra se puede ganar o al menos creen que hay que proponer a los aliados una victoria para que no cunda el pesimismo. Los detalles de dicho plan se desconocen, pero hay que entender que van en la línea de lo apuntado por Budanov: desgastar a Rusia en lo posible, permitir el ataque a objetivos militares más allá de la frontera y confiar en un colapso social y económico que ahogue a Putin y le obligue a una retirada.

No parece, desde luego, algo sencillo. La experiencia de la propia guerra del Donbás lo demuestra: Ucrania lleva diez años sin conseguir recuperar las ciudades de Donetsk y Lugansk y sus alrededores. Pensar que puede hacerlo ahora parece demasiado optimista. Por otro lado, Rusia, tarde o temprano, tendrá que frenar la sangría. ¿Puede conquistar todo el Donbás? Puede, pero si ha tardado dos años en acercarse a Pokrovsk, es complicado verlos desfilar por Kramatorsk o Sloviansk en breve.

El problema, en cualquier caso, es la desconfianza. Ya hubo unos acuerdos de Minsk en 2015 y Rusia se los ventiló siete años más tarde. ¿Qué le impediría hacer lo mismo por segunda vez? Ahí harían falta garantías internacionales, pero Rusia exigirá siempre que Ucrania no entre en la OTAN… y si la OTAN no intermedia, tarde o temprano, Putin intentará terminar su obra. Por las “buenas”, influyendo en el proceso electoral de turnos o por las “malas” como hasta ahora. Rendirse, para Kiev, no solo sería una deshonra, sino una pérdida de tiempo: Putin no entiende de compromisos y no perdona las muestras de debilidad.