Alice Weidel, el pasado domingo, a su salida del plató del programa de televisión 'Quadrell'.

Alice Weidel, el pasado domingo, a su salida del plató del programa de televisión 'Quadrell'. Kay Nietfeld Reuters

Europa

La extrema derecha de AfD se afianza en el umbral del 20% en Alemania pese a los lazos oscuros de su líder con China

Alice Weidel conduce a la formación hacia su mejor resultado histórico en las urnas a lomos del descontento con la economía y a la violencia vinculada a la inmigración tras los recientes ataques a manos de solicitantes de asilo.

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Alice Weidel vivió seis años en China por cuestiones de trabajo. Entre Pekín y Shanghái. Entre 2006 y 2011. Pero su obsesión con el país viene de lejos. La candidata a la cancillería de Alternativa para Alemania (AfD) habla mandarín con fluidez. Pronunció sus primeras palabras en este idioma a los catorce años con la sola ayuda de un casete, presume su entorno, y acabaría escribiendo su tesis doctoral en la Universidad de Bayreuth sobre el sistema de pensiones de la República Popular China. Su llegada a las filas de AfD no se entiende de hecho sin esta exótica conexión con el país asiático, aunque ella prefiera no hablar demasiado en público sobre este capítulo de su vida.

Weidel ingresa en AfD a través de la figura de Peter Oberender, un conocido economista ultraliberal especializado en China que supervisó su tesis. En 2011, Oberender cofunda Alternativa Electoral (Wahlalternative, en alemán), una plataforma eurófoba de la que dos años después surgirá AfD. Más de una década después, es Weidel quien se reparte la dirección del partido con el discreto Tino Chrupalla, quien encabeza el grupo parlamentario en el Bundestag y quien aparecerá este domingo con las siglas de la formación de extrema derecha en las papeletas para suceder a Olaf Scholz a la cabeza del Gobierno federal.

Si las elecciones se celebraran hoy, AfD sería la segunda fuerza política de Alemania. Obtendría un porcentaje de apoyo cercano al 20%, según los datos de la encuestadora Allesbach. Doblaría su representación parlamentaria. En los últimos comicios de 2021, AfD ya alcanzó un nada desdeñable 10,34% de los votos. Un buen resultado que sin embargo no sirvió para mejorar sus registros de 2017, cuando irrumpió por primera vez en el Bundestag con 94 diputados y más del 12% de los votos.

Bajo el liderazgo de Weidel, el partido surfea la cresta de la ola. Pero Friedrich Merz, candidato de la CDU/CSU y principal favorito en las encuestas, descarta romper el cordón sanitario a los ultras, a pesar de haber sacado adelante a principios de este mes una moción no vinculante en materia de inmigración gracias a los votos de AfD en el Bundestag. Un movimiento arriesgado que motivó manifestaciones multitudinarias contra la ultraderecha en varias ciudades del país.

¿Tiene Weidel opciones de gobernar? El politólogo alemán Daniel Keil, especializado en los movimientos de extrema derecha europeos, considera “poco realista” el escenario en el que AfD pase a formar parte del Ejecutivo. “No obstante, un Gobierno en minoría de la CDU con la tolerancia de AfD ha pasado al terreno de lo posible. En la CDU, los círculos asociados a Merz llevan tiempo trabajando en la normalización de AfD”, traslada Keil a este periódico. “La CDU entablará primero negociaciones con el SPD o los Verdes debido a la presión de las grandes manifestaciones de las últimas semanas”, subraya.

Encuesta de YouGov sobre las proyecciones de votos y escaños en el Bundestag

Encuesta de YouGov sobre las proyecciones de votos y escaños en el Bundestag YouGov

Weidel aspira a apagar el brandmauer (cortafuegos). “La voluntad de los votantes es que tengamos una coalición azul-negra”, respondió esta semana en una entrevista con Bild, aludiendo a los colores de su partido y de la CDU.

La ultraderecha nunca estuvo tan cerca de alcanzar el Gobierno desde la posguerra. “El cordón sanitario es extremadamente frágil”, advierte Keil. “Se trata de una situación contradictoria y fluida en la que las fuerzas democráticas deben seguir pronunciándose en contra de una mayor normalización de AfD”.

La ultraderecha ha sido capaz de capitalizar el descontento relacionado con la recesión económica —propiciada, en parte, por la abrupta desconexión del gas ruso, motor de la industria alemana— y los atentados del último año y medio registrados en las ciudades de Mannheim, Solingen, Magdeburgo, Aschaffenburg y Múnich a manos de solicitantes de asilo. Los atropellos y ataques con cuchillo, que se han saldado con la muerte de al menos trece personas, han consolidado el discurso antimigratorio, una de las banderas de AfD, cuyo programa electoral recoge el concepto de “remigración” asociado a los solicitantes de asilo. Un eufemismo para hablar de deportaciones masivas.

Vínculos con Rusia… y China

Según las encuestas, a los de Weidel no les pasan factura sus extraños vínculos con China y Rusia. De acuerdo con Bild, la colíder de AfD mantuvo reuniones frecuentes con el embajador chino en Alemania, Wu Ken, que acabó su misión el pasado año. Los encuentros tuvieron lugar en la residencia privada de Wu del suroeste de Berlín. Ambos mantuvieron al menos 71 reuniones extraoficiales, que no figuraron en sus respectivas agendas.

Weidel ha reconocido esos contactos, con los que buscaba conocer, dice, la postura de Pekín sobre la guerra en Ucrania. Pero la líder ultra sostiene que estos se produjeron cada nueve meses y no con la frecuencia con la que informa el Bild.

“En realidad, debería ser algo normal que un líder de un grupo parlamentario intercambiara opiniones con el embajador del socio comercial más importante de Alemania”, se justificó en las páginas del semanario Der Spiegel un portavoz de AfD, que describió como “completamente exagerado” el número de encuentros entre Weidel y el embajador chino recogidos por Bild.

La cuestión es que, en los cinco años que estuvo destinado en Berlín, Wu vio con más frecuencia a Weidel que a los responsables del Ministerio de Asuntos Exteriores. “No creo que las reuniones entre un partido de extrema derecha sin responsabilidades gubernamentales y el embajador chino sean algo normal”, zanja Keil.

El vínculo entre AfD y Pekín no se circunscribe a los encuentros furtivos de su líder y Wu. Van más allá. El partido ha enviado varias delegaciones a China. “Fue especialmente impresionante comprobar lo bien informadas que estaban las personas con las que nos reunimos sobre la situación en Alemania y, en especial, sobre los recientes éxitos de nuestro partido”, declaró a la prensa el diputado Peter Felser en mayo de 2023, tras una visita a Pekín.

En esa expedición, junto a Felser, también viajaban Weidel y Petr Bystron, portavoz de política exterior del partido y número dos de Maximilian Krah en la Eurocámara, cuyo asistente parlamentario fue detenido en abril del pasado año por espiar presuntamente para los servicios de seguridad chinos.

Las autoridades checas investigaron al propio Bystron por haber ingresado 20.000 dólares por su supuesta implicación en una campaña de desinformación prorrusa a gran escala. Una acusación que Bystron ha rechazado de plano.

“Hay una larga historia de vínculos de AfD con Rusia y China”, apunta Keil. ¿Por qué? El investigador responde: “Por un lado, las razones residen en el apoyo que AfD recibe de estos países y, por otro, también hay razones ideológicas. Vladímir Putin es un modelo a seguir para ellos, y muchos en AfD están influidos por Alexander Dugin, el teórico fascista de Eurasia, un espacio antioccidental en un orden mundial multipolar, algo a lo que aspiran amplios sectores de la Nueva Derecha europea”.

“En este sentido, AfD y Rusia, así como China, comparten el interés por debilitar la OTAN y la vieja alianza transatlántica, un interés que se ve reforzado por Donald Trump y su cercanía a Rusia. También comparten el interés por debilitar a la Unión Europea y torpedear el apoyo a Ucrania”, añade el especialista. No en vano, los de Weidel proponen levantar las sanciones a Moscú y reparar los gasoductos del Nord Stream. Una reconexión total con el Kremlin.

A los esfuerzos denodados por propulsar a la formación en las encuestas se han sumado dos socios (no del todo) inesperados: el hombre más rico del mundo, Elon Musk, que ha promocionado a escala global la imagen de Weidel a través de su plataforma X —y que incluso ha participado telemáticamente en mítines de AfD—, y el vicepresidente de Estados Unidos, J.D. Vance, que pidió de forma implícita el voto para AfD en su discurso en la Conferencia de Seguridad de Múnich. En los márgenes de la cumbre, Vance declinó reunirse con el canciller Scholz; sí lo hizo, en cambio, con Weidel. Cuestión de prioridades.

Un ídolo en Pekín con problemas de liderazgo

Weidel conoce bien China, y los chinos conocen bien a Weidel. La candidata a la cancillería de AfD es popular en sus redes sociales. Los usuarios la conocen como tiěniángzi o Dama de Hierro, en referencia a Margaret Tatcher, según la revista alemana Focus. Pero de puertas hacia dentro no ha mostrado la misma contundencia que la ex primera ministra británica.

Debate electoral de los cuatro principales candidatos a la cancillería

Debate electoral de los cuatro principales candidatos a la cancillería KAY NIETFELD FE/EPA

Quizás influida por las ideas ultraliberales de Oberender, Weidel entró en AfD cuando AfD era un partido conservador más a la derecha de la CDU. Un partido que defendía la salida de Alemania de la Unión Europea y del euro en mitad de la crisis financiera. Pero la formación ha ido radicalizándose a marchas forzadas elección tras elección, y de manera contraintuitiva ha ido ampliando su base electoral. Y Weidel no es un perfil habitual en las organizaciones de ultraderecha. No encaja en los moldes. Nació en una familia acomodada del oeste de Alemania, es abiertamente homosexual y está casada con una cineasta suiza de origen esrilanqués “muy, muy liberal”, según ella misma ha contado. Su pareja tiene dos hijos biológicos de ocho y once años con los que reside en Suiza.

Los extremistas siempre estuvieron ahí, y Weidel no ha sido capaz de desprenderse de ellos. Primero, firmó la tregua con el líder más radical del partido, Björn Höcke, condenado hasta en dos ocasiones por utilizar consignas nazis, a quien quiso expulsar sin éxito en 2017 y a quien ahora considera “apto” para ser ministro. Además, Weidel tendrá que ser testigo con toda probabilidad del regreso al Bundestag de Matthias Helferich, un diputado de AfD apartado del grupo parlamentario que se había definido a sí mismo como “la cara más amable del nacionalsocialismo”.

La colíder de AfD tampoco puso objeciones al regreso de Krah, el eurodiputado apartado de la formación en plena campaña de las elecciones europeas por decir que “no todos” los integrantes de las SS “eran criminales”. Salpicado por los presuntos vínculos de su asistente con los servicios de espionaje chinos, Krah consiguió puentear a la cúpula del partido para presentarse al Bundestag por una de las circunscripciones de Sajonia.

Los recurrentes escándalos en los que se va visto envuelta la dirección del partido no desinflan, sin embargo, el músculo electoral de una formación que se ha consolidado en el 20%, según la media de las encuestas, y que amenaza con llamar por primera vez a las puertas del Gobierno.