Seguidores de Hezbolá ven el discurso televisado de Nasrala

Seguidores de Hezbolá ven el discurso televisado de Nasrala Reuters

Oriente Próximo

Israel ignora las amenazas de Hezbolá y ataca 100 lanzacohetes de la milicia en el sur de Líbano

Ambiente prebélico en Oriente Próximo. El líder de Hezbolá asegura que no piensa rendirse mientras Israel bombardea el sur del Líbano y lanza bengalas sobre los asistentes al mitin en Beirut.

20 septiembre, 2024 03:01

Al mismo tiempo que Hasán Nasralá, líder de Hezbolá, anunciaba su intención de seguir luchando contra Israel y calificaba las explosiones de distintos dispositivos como una "declaración de guerra", Netanyahu ordenaba una campaña sobre el Líbano que mezclaba contundencia, amenaza y un punto de burla.

Desde las primeras palabras de Nasralá, las FDI empezaron a bombardear el sur del Líbano, en una operación destinada a acabar con las bases de la banda terrorista en la zona. La cosa no quedó ahí: en un acto de intimidación, cazas israelíes volaron sobre el lugar mismo del mitin, rompiendo la barrera del sonido, causando un enorme estruendo que apenas permitía escuchar a Nasralá y lanzando bengalas en señal de aviso.

A última hora de la tarde, el Ejército israelí anunció que había realizado ataques aéreos contra un centenar de lanzadores de misiles de la milicia que, presumiblemente, iban a utilizar para atacar al Estado hebreo, según los servicios de inteligencia. Este sería el mayor ataque aéreo contra el país desde que empezó la guerra en Gaza. 

Como se ve, Israel sigue jugando con el miedo como principal baza. Al menos una veintena de militantes de Hezbolá han muerto en poco más de 24 horas por las detonaciones de sus localizadores y sus walkie-talkies, en una maniobra muy celebrada en Israel por parte de los servicios secretos del Mosad. La banda terrorista proiraní ha quedado en tal estado de shock que nadie sabe si el ataque va a acabar aquí o no. La intención de los cazas israelíes no era otra que recordarles que ahí seguían y que, si querían guerra, como tanto anuncian, la pueden tener pronto en el centro de su capital.

Es un mensaje, además, con diversos destinatarios. De entrada, por supuesto, los terroristas del sur del Líbano que están ante la disyuntiva de llegar pronto a un acuerdo -algo a lo que Nasralá parece negarse por orgullo- o arriesgarse a una ofensiva terrestre israelí en el peor momento posible. Hezbolá no solo ha perdido a centenares de militantes y líderes locales, sino que ha quedado incomunicada. Fue el propio Nasralá el que pidió a sus compañeros que abandonaran los móviles por considerarlos demasiado sensibles a una interferencia israelí... y se ha encontrado con lo que se ha encontrado. Esas redes de comunicación e intercambio de información tardan un tiempo en recomponerse e Israel no está dispuesto a concedérselo.

En las últimas horas, se han registrado movimientos de tanques y de infantería cerca de la frontera y se especula con que, en caso de que Hezbolá mantenga su actitud desafiante, la guerra podría estallar en cualquier momento. Desde luego, Israel no ha tenido una mejor oportunidad en los últimos quince años y sería raro que la desaprovechara.

Irán y Hamás, en el foco

Uno de los otros dos destinatarios, por supuesto, es Irán. Israel ya avisó de lo que era capaz asesinando al líder político de Hamás cuando descansaba en un hotel de Teherán. En aquel momento, el propio Ali Jamenéi juró venganza y represalias, pero la cosa acabó en nada. Si Irán mostró cautela en aquel momento, ahora tiene más motivos para hacerlo. No sabe hasta qué punto Israel se ha metido en sus guerrillas terroristas ni qué sorpresas puede estar preparando para los próximos días.

El país persa ha declarado en varias ocasiones que, en caso de que Israel atacara el Líbano, ellos se verían obligados a entrar de lleno en el conflicto, como si no lo estuvieran ya. Probablemente, lo sucedido les haga pensárselo dos veces. Irán es el único que puede obligar a Nasralá a llegar a un acuerdo, por penoso que sea para su estructura. Veremos si prefieren seguir apurando y qué consecuencias conlleva esa postura.

En las mismas está Hamás y, en concreto, su líder, Yahya Sinwar, el tercer señalado por Israel con sus ataques. Desde su llegada a lo más alto de la banda terrorista, el organizador de la masacre del 7 de octubre se ha negado a negociar absolutamente nada con Israel ni con los países árabes. Todas las propuestas que han ido saliendo de El Cairo o de Doha se han encontrado con su negativa. Sinwar lleva protegido en los túneles que él mismo construyó en Gaza desde hace meses y la custodia de los rehenes israelíes ha corrido de su cargo.

Rendición por rehenes

Israel entiende que, sin Hezbolá para ayudar, y con Irán pensándoselo todo dos veces, Hamás está a su vez en una posición precaria: Gaza ha quedado en ruinas, la organización ha perdido miles de sus soldados y lo que queda sigue escondido en alguna parte de la Franja. Tal vez, entienden en Tel-Aviv, incluso alguien que ha hecho de la destrucción del estado hebreo su motivo de vida, pueda pensar que ha llegado la hora de rendirse.

En ese sentido, y según publica el periódico Haaretz, Israel habría ofrecido a Sinwar y a sus oficiales la posibilidad de abandonar Gaza si a cambio liberan a los rehenes que aún quedan con vida y devuelven los cadáveres de los fallecidos. Es una propuesta arriesgada, pues va en contra de lo dicho por Netanyahu en distintas ocasiones en torno a la destrucción absoluta de Hamás. Dejar escapar a su líder más sanguinario sería difícil de explicar ante la opinión pública y especialmente ante sus socios ultraortodoxos de gobierno.

Dicho esto, no habría mejor momento para presentar un acuerdo así: tras lo sucedido en el Líbano y con los rehenes de vuelta a casa, la popularidad de Netanyahu sufriría un empujón tal que le permitiría deshacerse por fin de su ministro de Defensa, Yoav Gallant, con el que lleva meses enfrentado, o incluso probar con un adelanto electoral, según se concrete la posibilidad o no de una guerra abierta.

Austin cancela su viaje

Mientras, Estados Unidos observa la situación con verdadero estupor. Nadie le dijo nada de lo que preparaba Israel, más allá de una simple referencia a una operación no específica. Desde el mismo 7 de octubre, el objetivo de la administración Biden ha sido controlar la zona dentro de lo posible, mantener el conflicto en las fronteras de Gaza y evitar así una escalada bélica en Oriente Próximo que comprometiera en general la seguridad de la región y en concreto la de sus numerosas tropas desplegadas en la misma.

Este jueves, el secretario de Defensa, Lloyd Austin III, anunció que anulaba la visita prevista para la próxima semana a Israel. Puede que en parte sea por seguridad -nadie sabe qué va a ser de Oriente Próximo la semana que viene- pero también debe interpretarse como un mensaje al gobierno de Israel: no nos ha gustado nada lo que habéis hecho y no sabemos hasta qué punto podéis contar con nosotros.

El problema es que hay elecciones en mes y medio y, si estalla una guerra en Oriente Próximo, a Washington le costará mantenerse al margen. De una vez y por todas, tendrá que mojarse: cuidar a sus votantes más jóvenes y propalestinos con una condena a las acciones de Israel... o atender a sus votantes de origen judío y seguir enviando armas a Tel-Aviv como hasta ahora. Si Netanyahu hubiera pensado en el peor momento para iniciar una operación así y hacerle daño a su antiguo amigo Joe Biden, no habría encontrado uno como este. No descartemos, de hecho, que haya sido así.