La ofensiva laicista del PSOE
El autor, profesor de Filosofía Moral y Política y director de la UIMP de Valencia, sostiene que el laicismo combativo que propone Pedro Sánchez está condenado al fracaso
El inicio de la campaña electoral estará marcado por las declaraciones que Pedro Sánchez ha realizado recientemente pidiendo una España laica. A su juicio, es necesario modificar el modelo constitucional de 1978 donde no sólo se establece la separación de la Iglesia y el Estado sino que se reconoce la singularidad de la iglesia católica junto a las demás confesiones. Además, propone el modelo francés de República “laica”, que arrancó con la Constitución de 1904, como si los propios socialistas franceses no hubieran cuestionado durante estos cien años aquel beligerante laicismo decimonónico; como si no hubieran modificado sus posiciones hacia un laicismo de confrontación y diálogo con las diferentes confesiones religiosas, sean cristianas, musulmanas o budistas.
Esta evolución del socialismo ha supuesto un cambio en la forma de responder al desafío de la necesaria laicidad positiva con la que tienen que intervenir los poderes del estado. El modelo decimonónico era combativo, anticlerical y anticatólico, se trataba de un laicismo beligerante donde las administraciones no eran ni neutras ni imparciales, debían imponer -con las herramientas del estado- la verdad oficial total frente al error social parcial. Las religiones no sólo daban la espalda a la ciencia, sino a la verdad; eran, en terminología de Marx, “el opio del pueblo”. Era un modelo simplificador, reduccionista y totalitario, propio de sociedades cerradas y no de sociedades abiertas.
Muchos socialistas europeos saben que ese laicismo combativo está condenado al fracaso y por eso lo plantean aceptando el término “laicidad positiva”. Este término, que apareció en el debate que mantuvieron Benedicto XVI y Jürgen Habermas en la Academia de Baviera el 19 de enero de 2004, se fue configurando en la Europa de la postguerra cuando los militantes socialistas también se reconocían cristianos. Esta remisión a las fuentes cristianas no era menor que a las fuentes socialistas. Por ello el socialismo francés, como el alemán o italiano, no son, necesariamente, anticristianos.
Cuando analizamos esta ofensiva laicista deberíamos preguntarnos en qué horizonte intelectual se está moviendo Pedro Sánchez, porque nuestras sociedades no están para experimentos sociales que generen discordia entre confesiones. Hay buenas razones para pensar que esta ofensiva es electoralista y tiene como finalidad arañar votos a todas las izquierdas. De hecho, el portavoz de IU le ha pedido que se tome en serio esas palabras porque lleva muchos años oyéndolas. Si repasamos la historia del último socialismo español no sólo comprobamos que todas las campañas han estado presididas por una ofensiva beligerantemente laicista, sino que los gobiernos socialistas han rebajado su posición doctrinaria con relativa prudencia liberal.
Lo más estrambótico de este laicismo beligerante es el desconocimiento de una política internacional donde el factor religioso es determinante y hay una figura religiosa clave en la que se están inspirando todos los luchadores por la justicia social y los derechos humanos: el papa Francisco. La ofensiva es, cuanto menos, cultural y diplomáticamente inoportuna. Parece mentira que no hayan aprendido nada después de que el expresidente Rodríguez Zapatero moviera Roma con Santiago para ser recibido por Benedicto XVI en su viaje a Valencia.
Con la ofensiva, los estrategas socialistas también reclaman indirectamente un posicionamiento de populares y liberales. Arrancan con un tema conflictivo para unas huestes populares que han gestionado el factor religioso de manera desconcertante, acomplejada y contradictoria. Los socialistas saben que el factor religioso es importante para los votantes populares, y además es determinante en la cohesión orgánica y las frágiles lealtades organizativas. Pocas horas antes de que Rajoy presente las listas, hay responsables del partido que tienen hecha una cruz, primero porque no se avergüenzan de sus creencias, y segundo porque dejarán el grupo de los compañeros de partido para engrosar el grupo de los adversarios o enemigos.
También es tema conflictivo para los liberales porque limitan el ámbito religioso a la vida privada, como si la concordia entre religiones no fuera un problema político en sociedades pluriconfesionales. En definitiva, este ejercicio de iniciativa política no solo alimentará el laicismo de todas las izquierdas sino que mostrará también las contradicciones del laicismo popular o liberal.
Agustín Domingo Moratalla es profesor de Filosofía Moral y Política y director de la UIMP de Valencia. Entre sus últimas publicaciones destacan 'Ciudadanía activa y religión' (Encuentro, 2013) y 'Democracia y caridad' (Sal Terrae, 2015). Twitter: @adomingom