“I got bills I gotta pay, So I'm gonna work work work every day”. Lunchmoney Lewis.
En esta columna hemos hablado en varias ocasiones sobre el proceso de transición energética y los errores que se han cometido en Alemania que no debemos copiar. A este debate se ha añadido el análisis de un grupo de catorce expertos que han hecho un análisis riguroso y objetivo de los costes y retos del sistema energético, con un alto consenso (11 votos a favor) y ningún voto en contra.
Los resultados son relevantes:
-España está en una posición privilegiada para cumplir sus compromisos medioambientales.
-La energía nuclear y el gas natural son esenciales para asegurar la transición energética, tanto para garantizar la seguridad de suministro y contener los precios de la energía como para reducir las emisiones de CO2. Estos expertos muestran que prescindir de la energía nuclear supondría un aumento de las emisiones de casi el 100% en el escenario de referencia y del precio de la luz de casi un 20% anual. La energía nuclear y el gas natural deben verse como elementos esenciales de competitividad y, como hacen todos los países de nuestro entorno, reflejarlo con una remuneración adecuada.
-Considerando los escenarios de estos expertos, el carbón desaparece del mix energético por coste financiero y medioambiental con sus estimaciones de precio de CO2. La desaparición del carbón, en cualquier caso, es imparable, pero lenta y depende de la seguridad de suministro. El Banco Mundial estima que en 30 años será una anécdota en el mix energético a pesar de que en 2017, por culpa de China, el uso de carbón para electricidad ha aumentado.
El coste: El informe analiza una serie de medidas fiscales que contribuirían al proceso de transición energética. ¿Cuánto nos ahorraríamos o pagaríamos más los consumidores?
-Ahorros: Pocos. Trasladar los costes de las subvenciones renovables, las subvenciones extrapeninsulares y del déficit desde la factura eléctrica a los Presupuestos Generales del Estado reduciría un 6,8% del precio de la luz.
-Costes: Muchos. Toda una batería de impuestos adicionales y un recargo a todas las energías, con la idea de que los costes de transición energética los paguen también las energías fósiles (principio de “pago por contaminación”). Pero esos impuestos no se le van a cargar a los productores de la OPEP, sino al consumidor, y estos expertos incluyen una serie de deducciones y bonificaciones para los sectores industriales y agrícolas ante el evidente riesgo de pérdidas y deslocalización. Por lo tanto, lo pagará el contribuyente medio. Y al estar bonificado para esos sectores, tampoco se reduce el consumo.
-Un aumento del gasóleo de automoción del 28,6%, de la gasolina del 1,8% y del gas natural del 5,8%.
-Además, un aumento del tipo impositivo del IVA general de todos los productos, de entre 1,1-1,3 puntos.
Sobre el autoconsumo, estos expertos coinciden con los reguladores europeos dejando claro que no se puede generar un sistema de incentivos perversos por el cual los consumidores que se mantengan en la red asuman los costes de los que usan dicha red para verter excedente sin pagar. Recordemos que en España no existe el mal llamado “impuesto al sol” para instalaciones de menos de 10Kw -es decir, no afecta a consumo familiar-, y están exentas las ubicadas en Canarias, Ceuta y Melilla con un cargo reducido para las situadas en Mallorca y Menorca.
El factor más controvertido del informe es una estimación sorprendentemente inflacionista del precio de las materias primas y, sobre todo, del coste de los permisos para emisiones de dióxido de carbono, CO2 (entre 50 € y 206 €/Tm, cuando cotiza a 12,8 € y jamás superó los 26 €/Tm) sin impacto en el aumento del PIB. Estos expertos incluyen varios escenarios, pero es como mínimo debatible que estimen una brutal inflación de precios en todas las materias primas, y exponencial en el coste del CO2, mientras la eficiencia, las tecnologías disruptivas y las renovables erosionan su demanda en el ciclo. Además, si se diesen las fuertes subidas de materias primas que estiman y ese exponencial coste de CO2, no se darían las previsiones de crecimiento del PIB que se proyectan, sino recesiones. Lo comentamos en nuestro libro La Madre de Todas las Batallas (Deusto) y lo demuestra la realidad. La tecnología y la eficiencia hunden las presiones inflacionistas en las materias primas energéticas.
El coste del CO2, no lo olvidemos, es un impuesto creado desde la acción gubernamental en Europa y, por lo tanto, estimar un alza tan exagerada es, como mínimo, algo a cuestionar cuando Alemania, Polonia y otros países mantienen un alto nivel de generación térmica. No olvidemos que si estimamos un precio de materias primas y CO2 excesivamente alto, se puede crear una ilusión de competitividad comparada equivocada en otras energías caras. Es decir, si estimamos unos costes exógenos muy altos futuros para las tecnologías que hoy son baratas, las que ahora son caras quedan aparentemente mejor. Por ello este grupo de expertos da una serie de escenarios, y sería conveniente que se ofrezcan tablas de sensibilidades, sobre todo por el riesgo de estimar presiones inflacionistas en tándem que no se han dado casi nunca.
Sí, amigos, la idea mágica de que la transición energética es gratis y no nos va a costar un euro es simplemente un cuento.
Cualquiera de los escenarios que analizan estos expertos supone un aumento relevante del esfuerzo fiscal, aunque en su informe no crezca la presión fiscal porque el aumento del PIB estimado absorbe el coste impositivo. Recordemos que el esfuerzo fiscal es lo que pagamos en impuestos comparado con lo que ganamos, y la presión fiscal es con respecto al PIB. Uno, el esfuerzo, refleja nuestro coste y el otro, la presión, es un indicador recaudatorio.
Se agradece un informe como este. Desmonta los mitos populistas de desmantelar nucleares porque supondrían enormes aumentos del precio de la luz, de más del 20%. Y muestra con toda claridad que los acuerdos de París y los compromisos medioambientales no son gratis. Los pagará el consumidor contribuyente sí o sí, sea distribuyendo los costes a todas las energías o en los presupuestos.
Los ciudadanos debemos ser conscientes de que la demagogia no puede dictar la política energética. No podemos ignorar los riesgos de seguridad de suministro si tenemos un mix energético volátil e intermitente. Tenemos que considerar los compromisos medioambientales de manera que no destruyan el consumo, la inversión, el crecimiento y la renta disponible. La transición energética es imparable, pero se tiene que dar poniendo la competitividad y la lógica económica y social junto a los objetivos medioambientales. Y los contribuyentes no pueden ser, de nuevo, los que paguen los errores de planificación.
El sistema eléctrico español no necesita más planificación ni rentismo, lo que necesita es más lógica y competencia real. Remuneración adecuada a las tecnologías y eliminación de incentivos perversos. Menos subvenciones y sustituirlo por deducciones fiscales.
Si cometemos los errores del pasado no habrá transición energética pero sí paro y recesión.