“I live my life like there’s no tomorrow, all I’ve got I had to steal” David Lee Roth
Nuevo varapalo de Bruselas a los planes económicos del gobierno. No podía ser de otra manera, ya que el Plan de Estabilidad es más parecido a la Carta a los Reyes Magos de un burócrata que a un plan económico creíble. Al recuperar todos los errores e inconsistencias de los presupuestos de 2019 y aumentarlos, el gobierno simplemente juega a ganar tiempo y esperar que les acepten más déficit, más desequilibrios y más impuestos por aburrimiento.
Ya comentamos la semana pasada que el problema del plan de estabilidad pasa por un cuadro macroeconómico sin credibilidad y sigue por unos ingresos fiscales eternamente crecientes a pesar de que el plan reconoce la ralentización de la economía española que negaban en campaña.
Los datos de producción industrial de marzo nos vuelven a mostrar una caída. Mientras el gobierno repetía machaconamente que la economía española se aceleraba, la producción industrial y los indicadores adelantados publicados por el ministerio de economía, con la mayoría de ellos en negativo, reflejaban lo contrario.
Por supuesto que eso lo saben en el gobierno, pero no les importa. El objetivo no es que la economía mejore sino la táctica de tierra quemada. Arrasar lo que se puede mientras se pueda, y luego echar la culpa de los recortes al que venga detrás. Como si los recortes del futuro no fueran resultado del despilfarro actual.
La producción industrial lleva en recesión desde octubre. Tras los desastrosos datos de noviembre y diciembre y un rebote técnico en enero, en febrero y marzo volvía a caer. La variación mensual de índice de producción industrial en marzo de 2019 es del -1,2% desestacionalizado. Eso significa que la tasa anual muestra una caída de la producción industrial del 3,1% desestacionalizado.
Si atendemos a los ingresos fiscales, esos que el gobierno piensa que son eternos, exponenciales y siempre crecientes, muestran una caída en el primer trimestre del 0,6% cuando en el primer trimestre de 2018 crecían a un ritmo del 3,5%. Lo más importante es que los ingresos fiscales por impuesto de sociedades han caído un 17,3%, cuando en el primer trimestre de 2018 caian casi un 65% menos. Incluso si lo miramos en términos anualizados y reconociendo el efecto estacional, las devoluciones y retrasos, es mucho más que improbable que se cumpla la enorme subida de ingresos -calculados sobre una cifra récord de 2018- que inventa el gobierno.
No solo es el impuesto de sociedades, el IVA y el IRPF también muestran un empeoramiento evidente. En tasa de variación anual, los ingresos por IRPF crecen menos de la mitad que en 2018 o 2017, y el IVA se estanca mientras crecía diez veces más en 2018 y más del doble en 2017. En términos homogéneos, los ingresos totales crecen menos de la mitad que en 2018 y 2017.
Mientras, los gastos crecen más que los ingresos estimados y, por lo tanto, muy por encima de los reales. Y eso que se nos ha permitido traer gastos de 2018 a 2019 para calcular el déficit de 2018.
Todo esto nos lleva a dos conclusiones:
- La producción industrial y los ingresos del primer trimestre, usando los datos homogéneos de la Agencia Tributaria, muestran un deterioro de la economía mucho más significativo de lo que el gobierno disfraza inflando las cifras con aumento del gasto público.
- El impacto de las subidas de impuestos al trabajo e indirectos afecta al consumo y genera menores ingresos fiscales de los estimado. Por lo tanto, la probabilidad de que se dispare el déficit es mucho mayor y por un montante superior a los que estiman los análisis independientes, que ya alertan de un desvío de 38.500 millones en las cuentas.
Por supuesto, la maquinaria les dirá que la culpa de todo es de Rajoy que no redujo el déficit estructural en época de bonanza. ¿En bonanza? España ha vivido una recuperación difícil y frágil, no “bonanza” y, además ha reducido el déficit un 70% desde el salvaje casi 10% dejado por el gobierno socialista en 2011 con los “brotes verdes”. Recordemos que el déficit estructural, el que se genera con o sin crecimiento, llegó a superar el 6% del PIB y la expectativa era creciente, ya que se disparó el gasto estructural con la entrada de más jubilados en el sistema (800.000 más entre 2011 y 2018).
Si seguimos con la política del avestruz de negar una ralentización evidente y echarle la culpa al enemigo exterior mientras suben impuestos y aumentan gasto político van a enviar al país a una situación mucho más complicada que la de nuestros socios europeos.