Voy cogiéndole jindama, miedo, susto a ese tramo del Paseo del Prado. El manifestódromo capitalino está vetado a los liberales, se les excluye de toda manifestación que ya no manifiesta, sino que perturba.
Lo del 8-M fue un akelarre, y los más timoratos llevaban a sus hijos con una pancartita integradora, tierna, doméstica. Pero no entraron en el corazón de las tinieblas y quedaron en los aledaños, en la socialdemocracia y la luz de domingo.
La cosa, hermana, es que le he cogido fobia al centro de Madrid y siempre que hay un sarao sé que llueven tortas. Begoña Gómez quizá no haga mucho por África, pero en la manifa nos dijo que "Madrid iba a ser la tumba del fascismo" cuando en lontananza se le veía a ella y una bandera de cuando Durruti se fue a que lo mataran entre el Cerro de Garabitas y el Palace.
Yo le tengo miedo, hermana, a esa vía pecuaria que es el Paseo del Prado. Como le decía Ruano a Marañón cuando se sentía morir, había momentos en que la Cibeles -o Neptuno- se me ponían del revés.
Lo que sé es que más que reivindicar, vi como un odio cerval a la libertad. Esos labios morados sobre un fondo blanco lo eran todo menos inclusivos, pero allí fue Villacís a que la volvieran a escrachear.
De las manifestaciones de antaño a las de hogaño, hermana, amor, media un abismo. Recuerdo, tú no, cuando en los 1 de Mayo repartían condones y mecheros y hortalizas: ahora, si no se comulga con la burricie, se corre el riesgo de que te pongan de "puta" para arriba. Y lo mejor es que Cs acude a lo que no es más que esa guerilla callejera entre Irene japiberdei Montero y Carmen parpusa Calvo. Dos referentes de lo suyo (sic) que dirimen, un domingo de contagio, sus visiones de disímiles del sí es sí, el no es no y la presunción de inocencia es jamás.
No vi ningún cartón/pancarta que hablara de igualdad sin tapujos. Sólo conté eslóganes de los que se avergonzarán cuando maduren y se enamoren y comprueben lo que fue la edad de la inocencia y un Gobierno de coalición.
Quedémonos en que tú quieres llegar sola y borracha; yo, que la Seguridad Social vuelva a ser lo que fue. Y así nos va el amor en estos tiempos del cólera y el coronavirus.
Los más nuestros.