La terrible muerte de George Floyd ha desatado una oleada de indignación en todo el mundo. Lo ha hecho incluso en países como China, Irán, Rusia, Turquía o Venezuela, donde la edición impresa de la Declaración Universal de Derechos Humanos se usa para secar la sangre en las mazmorras.
Es odioso que exista racismo y brutalidad policial en una sociedad democrática, pero eso no absuelve al primero que corre a señalarla, sobre todo cuando es incapaz de predicar con el ejemplo en su propia casa.
Las religiones prometían el Cielo a quien llevaba una vida acorde a la moral establecida por ellas. Ahora se compite por llegar el primero al Paraíso de la aceptación social, que pasa por quedar bien ante la propia parroquia, según los estándares del momento. Las Redes sociales acercan esa meta. Y apestan.
Ocurre con frecuencia que tendemos a condenar sucesos remotos y nos abstraemos de los que tenemos esperándonos detrás de la puerta, en el mismo descansillo. Qué habitual es preocuparse por el hambre en el mundo y cruzar de acera para no tropezar con el mendigo de la esquina.
De la misma forma, he visto estos días a algunos compatriotas solidarizarse, rodilla en tierra, con los negros de Estados Unidos. En realidad no haría falta cruzar el charco. Aquí tenemos negros a patadas, como ya nos advirtió Lennon en Woman is the nigger of the world. David Chamorro es uno de ellos. Sólo hay que abrir los ojos para encontrarlos.
A David, quince gudaris le reventaron la cabeza al grito de "español de mierda" cuando se dirigía a coger el autobús en Vitoria. Inconsciente, con el pómulo y la nariz rotos, despertó en un hospital. Esta semana, casi dos años después de la paliza, se ha archivado su caso al no haberse podido identificar a los autores, que iban encapuchados, como el Ku Klux Klan.
Creo que en su caso no hubiese cambiado mucho las cosas que la agresión se hubiera grabado en vídeo, al contrario de lo ocurrido con Floyd. Después de todo, David es militante del PP y había intentado crear en la Universidad del País Vasco una agrupación de Estudiantes por la Unidad de España, proyecto que ya no verá la luz.
Salvo el gesto de algún profesor, para este negro no ha habido mayores muestras de solidaridad. Pero hay que ver qué cosas tan terribles pasan en Mineápolis.