Permítanme la crueldad de decir que, en sus 74 minutos de comparecencia, Pablo Casado no dijo absolutamente nada. Me refiero, por supuesto, a la ausencia de contenido noticioso, relevante o jugoso. Ni siquiera nos deleitó con un enfático taco. El líder del Partido Popular se mostró expeditivo, como un defensa central quitándose la pelota de encima. Y evadió pronunciarse sobre lo que a casi todos nos interesaba: Isabel Díaz Ayuso, los futuros pactos con VOX y las fechas de las elecciones andaluzas.
Cierto es, que en los primeros compases de su intervención telemática, se lanzó al cuello del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, del que en una suerte de contrabalance calificó su gestión como "nefasta" a más no poder. También, cual psicoanalista, detectó en Sánchez tres rasgos de su personalidad: "arrogancia", "mentira" e "incompetencia". Qué agudo: le faltó decir que es guapo y alto.
Casado llegó al clímax de su perorata cuando, tras subirse a la ola de las encuestas y surfear los aires de cambio político, calificó al Gobierno como "el más radical de la historia de España". Hombre, de la democracia, quizás. Pero ¿de la historia? A lo que añadió que jamás ha habido ministros populistas y comunistas en un Gobierno de España.
A ver, sin irnos muy lejos ahí estuvo Jorge Semprún, comunista de verdad, a diferencia de lo que hay ahora. Y populistas los ha habido en cualquier gobierno del bipartidismo.
Tras llenarse la boca de descalificativos gubernamentales, pasó a hacer el balance del año del Partido Popular. Nadie vio venir que a Casado le saldría un saldo positivo del mismo. ¡Oh, qué sorpresa! Vendió la moto con su mejor sonrisa y nos habló de los tres planes estratégicos del PP esbozados en el Congreso de Valencia: reforzamiento institucional, crecimiento económico y bienestar social. En este último punto llegó a mencionar un plan de pandemias y un refuerzo del personal sanitario, cuando en Andalucía han ido 8.000 profesionales del SAS a la calle.
"Yo sí aceptaré todas las preguntas de los periodistas" dijo en alusión directa a la comparecencia precedente de Sánchez, quien sólo respondió a las de medios afines. Pero aceptar es una cosa y responder es otra. Y el líder del PP se iba por los cerros de Úbeda cada vez que le mentaban a Ayuso, las alianzas con Vox y la fecha de las elecciones en la comunidad andaluza. Todas las respuestas desembocaban, por arte de birlibirloque, en Alfonso Fernández Mañueco: su producto estrella para estos Reyes Magos.
En fin. Casado, que en su vertiente más lúdica habló del Risk y del Tetris autonómico del Gobierno socialista, prefirió jugar al Tabú, disimulando las contorsiones para no hablar de esa señora por la que ustedes me están preguntando. 74 minutos y ni siquiera un "coño". Para eso que hubiese puesto un tuit.