Las serpientes de verano nacieron para reptar por las páginas de periódicos con la plantilla a medio gas y con los políticos resguardados en sus lugares de veraneo sin decir ni pío.
Pero llegaron las redes sociales y estos últimos descubrieron que desde la tumbona o el chiringuito podían fingir que andaban preocupados por nosotros sólo con regalarnos un tuit diario. Como si su opinión nos importase. Como si no tuviésemos bastante con las nuestras. Como si no estuviésemos ya con el agua (esa, que empieza a faltar) al cuello.
Comprendieron también que la serpiente de verano podía mutar en cortina de humo y que no tenía por qué ser estacional.
Pero resulta que hay tantísimo que ocultar que ni todas las serpientes del cabello de Medusa conseguirán que desviemos la atención de lo importante. No por listos ni por comprometidos, sino por afectados.
En toda la serie histórica, este es el primer mes de julio en que se destruye empleo. En plena temporada alta turística.
Y eso a pesar de que en la mayoría de las regiones que dependen en gran medida de esa industria se han recuperado las cifras de ocupación hotelera de 2019. Así que nos encontramos con el peor dato de empleo desde 2009 (cuanto estábamos en plena crisis económica).
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Pero oye, se ha aprobado una contrarreforma laboral y ahora somos todos trabajadores con contrato indefinido o funcionarios. Sólo que no lo sabemos.
Serpiente de verano gorda y lustrosa, de las de agosto de sudor y tedio. El rey no se levantó al paso del sable de Bolívar, o sí, o casi, o lo hizo a propósito, o no sabía qué demonios andaban paseando en una urna en la toma de posesión del nuevo presidente de Colombia.
Al bicho lo alimenta la izquierda ultramontana y la ultraderecha separatista. La misma que llama trapo a la bandera de España y a la que lo de quemar a Felipe VI en efigie le parece una justa muestra de la libertad de expresión.
Esos mismos se nos ponen estupendos y le exigen al rey un decoro y un respeto al protocolo, que ellos (representantes de todos los españoles) nunca han sido capaces de mostrar ni creen que deban hacerlo.
Y cuanto más gritan, cuantas más explicaciones exigen, más evidente se hace que su proyecto social y político está cayendo en picado y que (en el caso de los morados) de esos logros que anda publicitando Echenique desde que Podemos ha tocado poder, los españoles no están viendo ni uno.
Ir a la compra, misión suicida. Comentar los precios de lo más básico, reiterativo. Menos proteínas, menos gasolina y el anuncio de unos libros de texto que van a costar un 60% más que el año pasado. Y lo peor, los españoles entrando en la espiral de los créditos personales para llegar a fin de mes.
Pero eso sí, el Estado recaudando como nunca.
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Serpiente de verano de la especie culebra viperina. La lanza Pedro Sánchez antes de bajar la persiana de la Moncloa y recluirse con su familia y corte en la privacidad de La Mareta con el aire acondicionado a la temperatura que a él le dé la gana.
Llega en forma de decreto, probablemente anticonstitucional, imposible de cumplir y de sancionar su infracción. Sin pararse a consensuarlo (como mínimo a comentarlo) con las comunidades autónomas (que qué tendrá que ver la temperatura de Écija con la de Santillana del Mar) ni con la oposición.
Como en la pandemia y su estado de excepción. El decreto de ahorro energético, nuestro ahorro, que no el suyo.
Y ahí nos tiene pretendiendo que nos despistemos hablando de la temperatura del aire acondicionado, cuando el debate real no está en los 27º, sino en poderlo pagar.