El otro día hablábamos en la radio de cosas que ya no se usan. Me puse un poco nervioso porque no se me ocurría nada. Supuse que las cartas, los walkman y los discman ya estarían cogidos. Así que acabé refiriéndome a los cinturones de chapa. Lo hice porque colonizaron mi generación. Era absurdo por lo incómodo y (de esto me doy cuenta hoy) por lo feo.
Con las columnas (bien se levanten en audio o en texto) siempre pasa lo mismo. En cuanto las entregas, te asalta una idea genial. O por lo menos una idea que crees mejor que la anterior. Si tuviera que repetir el ejercicio de la radio, me quedaría, sin duda, con la Internacional Socialista.
El mérito del escritor pasa por ver donde nadie ve. Hablar ahora de la Internacional Socialista no resulta un hallazgo porque Pedro Sánchez la ha colado en todas las portadas. Pero la semana anterior habría sido una maravilla.
Nuestro presidente es un as de la resurrección. Alguien que, más que un director de serie, debería llevar a su lado un evangelista. Después de dar vida a los trajes granates, va ahora y nos empuja a hablar de la Internacional Socialista. Por decirlo con palabras de su ley estrella, Sánchez es un gran exhumador.
La última vez que oí algo acerca de la Internacional Socialista fue en una asignatura sobre Historia de la España Reciente que nos impartía en la universidad el profesor Carlos Barrera. Era divertido porque nos ponía frente a esas realidades en desuso a través de canciones de la época.
Recuerdo que sonaba en clase un vinilo del PSOE, año 1977. Empezaba: "Compañero, únete, atrás ve dejando el temor. Nuestro futuro sí tiene nombre. ¡Partido Socialista Obrero Español!". He encontrado la canción en YouTube. Me la he puesto para escribir.
A mí me gusta la jugada de Sánchez. No nos ha costado dinero porque no había que hacer campaña. Era el único candidato. Y forma parte de la nostalgia. Es un regalo para todos los que, como José Luis Garci, no tenemos "mundo interior", sino "mundo anterior". Para todos los que soñamos de vez en cuando con participar en Midnight in Paris y convertir nuestros paseos nocturnos en una visita a otro tiempo.
La Internacional Socialista me suscita esa ternura. He sentido lo mismo que aquel día de lluvia, cuando me crucé con un grupo de diez o veinte manifestantes en la calle Génova que llevaba en volandas el rostro de José Antonio. Lo mismo que ese día de verano en la Puerta del Sol, cuando aparecieron cuatro o cinco personas envueltas en sus banderas republicanas.
Sánchez es igual que todos nosotros, sólo que la humanidad se le nota un pelín más que a todos nosotros. Hace las cosas por algo. Todos los pasos de Sánchez son como esos artículos que uno publica para sacar una exclusiva de una fuente. Como las poesías y las canciones que garabateamos para ligar. La diferencia es que unos escribimos y otros diseñan los Presupuestos Generales del Estado. Qué se le va a hacer. Es mala suerte, pero es la vida, que diría Rajoy.
No tengo claro, como discurren algunos analistas, que nuestro presidente se haya encumbrado líder de la Internacional Socialista en busca de un futuro en la política internacional. Al revés, pienso que Sánchez, todavía creyendo en sus opciones, se ha puesto a hacer política de lo vintage, que es lo que se lleva ahora.
Basta con darse una vuelta por cualquier ciudad. Ropa de segunda mano, libros de segunda mano, discos de segunda mano, muebles de segunda mano, novios de segunda mano, amigos de segunda mano. El Rastro, ¡viva el rastro! Una ola imparable. Y presidir la Internacional Socialista no es otra cosa que hacer política de segunda mano. Ahí están los votos.
Estoy cansado del antisanchismo. Estoy cansado de mí mismo, que a ratos escribo como un antisanchista. Aplaudamos la vuelta de la Internacional Socialista. ¿Qué más os da? ¿A quién hace daño? A todo el mundo le importa un pimiento, nadie escucha sus mítines, nadie acude a sus actos. Podemos pasarlo en grande. Con un poco de suerte, hasta nos invitan a un viaje. Yo ya estoy ensayando: "Compañero, únete, atrás ve dejando el temor".