Cuenta el Génesis que uno los primeros regalos que Dios hace al hombre es la facultad de nombrar el mundo. Dios crea, el hombre queda a cargo de nombrar. En cierta manera, el hombre participa de la creación con esa capacidad que se le otorga, porque todo el mundo sabe que lo que no se nombra, no existe.

El PSOE recoge el testigo de Adán y ha propuesto ponerle a un polideportivo de Carabanchel el nombre de Jenni Hermoso. Y qué idea tan buena. El nombre de una deportista que ha hecho historia en el fútbol femenino estampado en grande. Bien visible para todas esas niñas que han crecido en las esquinas de los patios de los colegios monopolizados por chicos que daban furiosas patadas a un balón.

Jenni Hermoso, eufórica, tras ganar la Copa del Mundo.

Jenni Hermoso, eufórica, tras ganar la Copa del Mundo. Amanda Perobelli Reuters

Si lo que no se nombra, no existe, ¡qué bueno que exista algo así!

Por eso mismo, qué rabia saber que todo el mundo pensará que el PSOE ha propuesto a Jenni Hermoso porque Rubiales la besó sin su consentimiento, no por ganar el Mundial. Pensarán que su mérito es ser víctima, no futbolista.

Y probablemente tengan razón. Quiero pensar que el PSOE habría hecho la misma propuesta sin Rubiales por medio, pero el nombre de una mujer ahora mismo se cotiza barato por ideología.

En La Rioja, el Partido Popular ha dicho que va a quitar el nombre de Almudena Grandes a la biblioteca de Logroño. Resulta que las bibliotecas provinciales tienen que llamarse Biblioteca del lugar o no sé qué cosa técnica más.

¿Dudas de que si Almudena Grandes no hubiese sido de izquierdas no habrían llamado así a la biblioteca? ¿Dudas de que si no hubiese sido de izquierdas el PP no querría quitarla ahora? La pena es que, sea lo que sea, dudas.

Eso es lo que hace la manipulación política de las mujeres y sus logros. Extender la sombra de la sospecha y que ahora, cuando una calle esté en femenino, alguien piense “¿qué habrá hecho esta para llegar aquí?”. Lo mismo que se pensaba antes de las mujeres que ascendían en el trabajo.

El consejero del PP en La Rioja ha dicho que el mejor homenaje que se le puede hacer a Almudena Grandes es leerla. Básicamente, un “ustedes léanla en privado, que no hace falta que ocupe espacios públicos”.

¿Cuánto vale el nombre de una mujer? El de los hombres lo tenemos claro. Estados Unidos está lleno de juniors, que son la prueba viviente de lo importante que es que el nombre del varón se perpetúe. Los mismos juniors que luego se casan y le dan su apellido a su mujer.

En España tenemos a las ‘Marujas’ y a las ‘Charos’. Para eso vale el nombre de la mujer, para designar estereotipos.

Que sí, que también tenemos a los ‘Cayetanos’. Y que también es verdad que, por suerte o por desgracia, puedes tener un bebé en el siglo XXI y llamarla Angustias, ya son ganas, porque así lleva siendo desde su tatarabuela y eso no hay modernidad que lo toque.

Aquí lo importante es que la historia de un país está narrada en sus calles, como la de una familia en los nombres que pasan de una generación a otra. Y quien nombra la realidad, la configura. Por eso es importante que los nombres de las mujeres estén ahí. Para recordar que no solo los hombres ocupan los espacios públicos, como sucede aún en los patios de los colegios.

¿Cuánto vale el nombre de una mujer? El municipio granadino de Orce ha pedido ponerle el nombre de María Pérez a su colegio público. A alguna niña le explicarán un día por qué su colegio se llama así. Y le contarán que una niña exactamente igual que ella fue campeona del mundo en atletismo. Y eso importa. Eso vale el nombre de una mujer.

Aquí quizá lo que pasa es que, para que los nombres tengan un significado real, tenemos que reconfigurar muchas cosas. Nuestro problema no es si Jenni Hermoso tendrá un polideportivo, sino qué clase de sistema de valores existe en este país que permite que Luis Rubiales termine agarrándose el paquete al lado de la reina y sujetando la cara de una jugadora mientras le pide un pico en un Mundial de Fútbol. O que el Tito Berni de turno se vaya de prostitutas con el dinero público, ya que estamos.

Y denunciar eso no debería ser cosa de cuatro feministas. Igual que querer reivindicar los méritos de deportistas o escritoras no debería ser propiedad de una izquierda más deseosa de colgarse medallas que de hacer justicia a las mujeres.

¿Cuánto vale el nombre de una mujer? Mucho. Siempre y cuando se valore más al ser humano que a la ideología. Todo lo demás no es creíble. Todo lo demás es la misma mierda condescendiente y paternalista: por aquí te planto un beso, por aquí te pongo un polideportivo para consolarte.

El nombre de una mujer vale más que el pico a la fuerza de un impresentable como Rubiales, por supuesto. Vale todo lo que ha tenido que hacer para dejar atrás a todos los gañanes con los que se topa una mujer en su vida. Desde el novio adolescente educado en los planes de género que quiere poliamor con responsabilidad afectiva hasta los jefes que se cogen los huevos cuando ganas tú el Mundial.

¿Cuánto vale el nombre de una mujer? Si no lo saben, que no lo toquen.