La mala relación personal de Mariano Rajoy con Pedro Sánchez amenaza con dificultar la unidad de acción para responder al desafío independentista catalán. La antipatía del presidente del Gobierno hacia el líder de la oposición es manifiesta. Quedó patente hace algo más de un año cuando se negó a estrecharle la mano ante las cámaras en una de las reuniones previas a la sesión de investidura.
Entonces estaba fresco el debate electoral televisado en el que Sánchez espetó a su rival el célebre "usted no es decente", que tanto escoció al dirigente del PP. Pero transcurrido el tiempo, todo indica que la relación entre ambos no ha mejorado. Este lunes se cumplen ocho días desde que los militantes del PSOE eligieron a Sánchez para liderar su partido y Rajoy se ha mostrado displicente a la hora de justificar por qué no le ha llamado: "Hablaré con él cuando tenga un minuto".
Hora de tomar decisiones graves
Quien no está dispuesto a perder un segundo en su empeño por celebrar el referéndum unilateral de independencia es Puigdemont, que en la última semana ha expuesto su órdago en Madrid, ha remitido una carta a la Moncloa planteando abiertamente su ultimátum, y ha convocado este lunes en la Generalitat a las formaciones partidarias del derecho a la autodeterminación para ir cerrando el calendario, fecha de la consulta incluida.
Se acerca, pues, el momento en el que el Gobierno deberá tomar decisiones graves, entre las que hay que contemplar la propia suspensión de la autonomía catalana, una medida constitucional recogida en el artículo 155 de la Carta Magna. Pero sería muy conveniente, llegado el momento, que las principales fuerzas políticas estuvieran unidas y sin fisuras. Así está actuando el bloque independentista pese a las múltiples diferencias y desavenencias internas.
Con el primer partido de la oposición
El desafío es de tal magnitud, que poco debería importar el afecto o desafecto personal que puedan tenerse Rajoy y Sánchez. El solo hecho de que se vea amenazada la propia existencia de España obliga al presidente del Gobierno a tomar la iniciativa y a sumar el mayor número de apoyos en defensa de la legalidad, y particularmente el del primer partido de la oposición.
Nadie les pide a Rajoy y Sánchez que sean amigos: bastará con que actúen con responsabilidad y estén a la altura de los cargos que ostentan.