La ligereza con la que sus señorías cancelan y cambian a su antojo viajes previamente contratados parece tan desproporcionada que sólo puede agravar la sospecha de que los políticos siguen instalados en la cultura del despilfarro y alejados de la realidad del país.
El repaso de los datos publicados en el Portal de la Transparencia sobre los gastos en desplazamientos de sus señorías arroja una partida de anulaciones y cambios de última hora que excede cualquier estimación razonable. Pagar los viajes de los 350 diputados desde sus circunscripciones al Congreso ha costado al erario público 3,6 millones de euros en los últimos nueve meses, de los cuales más de 726.000 euros se perdieron en cambios de última hora: un 20% del total.
Uno de cada cinco euros
Es verdad que, entre plenos y comisiones, los parlamentarios se ven obligados a viajar varias veces por semana desde sus provincias a Madrid. Pero que uno de cada cinco euros se despilfarren como consecuencia de una mala previsión de los viajes supone un derroche injustificable.
Con toda probabilidad, la factura en cambios e imprevistos de última hora se reduciría mucho si los diputados tuvieran que hacer frente a una pequeña parte del importe de las anulaciones de sus billetes. Es imprescindible que la Mesa del Congreso tome las medidas oportunas para extremar el control sobre los viajes de los diputados que viven fuera de Madrid, que ya cobran 1.800 euros en concepto de manutención: todos tienen derecho también a dietas cuando en el desarrollo de sus responsabilidades se desplazan por España.
El 'caso Monago'
El debate sobre los viajes de los políticos provocó una controversia importante a raíz del 'caso Monago'. El expresidente extremeño fue denunciado por presuntamente cargar al Senado desplazamientos personales a Canarias. El Supremo no apreció delito, pero reprendió a la Cámara Alta y el escándalo obligó a todos los partidos a aumentar el celo sobre los gastos personales de sus cargos electos.
Sin embargo, asuntos como el de la factura de las anulaciones y los cambios de billetes
hacen pensar que la clase política malgasta y no se conduce con la rectitud que cabe exigirle. La imagen de los representantes públicos de un país tan castigado por la crisis como España sólo puede deteriorarse con noticias como la de la factura de los viajes anulados. La regeneración pasa por extremar el celo incluso en los pequeños detalles.