La primera salida de Bélgica del huido Puigdemont ha sido acogida en los medios separatistas como un triunfo. La posibilidad del expresidente de "internacionalizar el conflicto" -según la terminología independentista- paseando libremente por otro país europeo se ha presentado como un síntoma de su fortaleza y capacidad de burlar a la Justicia española.
El viaje a Dinamarca de Puigdemont para participar en un debate sobre Cataluña coincidía además con la decisión del presidente del Parlament, Roger Torrent, de proponerle como candidato a la investidura. Torrent lo hizo con arrogancia, llamando al diálogo al Gobierno para resolver la "anomalía" que vive la Cámara, y anunciando su pretensión de visitar a los diputados encarcelados y a los huidos. Es decir, de nuevo el discurso de confrontación.
La propaganda y la realidad
Sin embargo, una cosa es la propaganda y otra la realidad. De entrada, el supuesto eco internacional de la visita a Copenhague se ha restringido a los ambientes nacionalistas y populistas. Es más, Puigdemont vio cómo Marlene Wind, experta en asuntos de la UE, le desmontaba su discurso y deslegitimaba el procés.
Hoy, la profesora danesa justifica su intervención en EL ESPAÑOL: "La Universaddad no está para darle un micrófono a Puigdemont para que haga campaña". Una buena lección para quienes en España han tomado las universidades como instrumento político y refugio y altavoz de una determinada ideología.
Las razones del juez Llarena
Por otra parte, el presunto triunfo sobre la Justicia española, que ha optado por no cursar la euroorden a Dinamarca, es más ficticio que real. El instructor del Supremo que investiga a Puigdemont por rebelión prefirió "posponer la orden de detención" a otro momento más oportuno.
Para el juez Llarena estaba claro que el político huido "busca la detención" para "burlar el orden legal que rige la actividad parlamentaria". Y por ello decidió, con buen criterio, aplazar cualquier intento de captura al restablecimiento del "normal funcionamiento parlamentario". Dicho de otra forma, Puigdemont puede presumir de haber puesto una pica en Dinamarca, pero tendrá que volverse con ella a Flandes. Y veremos cuál es su futuro cuando el Parlament nombre al nuevo presidente de la Generalitat.