Las salas de cine deben sobrevivir
Para que el cine sobreviva el público debe volver a las salas de cine y ver algo más que las grandes producciones de los grandes estudios.
Nada es comparable con una película en la pantalla grande. Con la imagen y el sonido perfectos. Rodeados de espectadores con los que compartir sensaciones y emociones y comentarlas a la salida. Siempre lo supimos. Lo hemos defendido todos los que amamos el cine.
Y, sin embargo, cada vez vamos menos al cine.
Antes de la pandemia teníamos la excusa del tiempo, del coste (aunque el cine es una de las formas de ocio más económicas que hay), de la comodidad o de la programación.
Ahora, la principal razón para no acudir a las salas es la preocupación sanitaria, aunque no se sabe de contagios en salas y las autoridades califican los cines como un ocio seguro. Eso y la oferta de las plataformas: inabarcable, económica y desde el sofá de casa.
Pero, después de 18 meses de confinamientos, semiconfinamientos y un sinfín de restricciones mal comunicadas e incomprensibles, ¿de verdad preferimos seguir en nuestro sofá en vez de ir al cine con los amigos? Ahora que en muchas empresas se trabaja gran parte del tiempo desde nuestras casas, ¿preferimos seguir delante de la pequeña pantalla cuando por fin apagamos el ordenador?
Una pequeña recuperación ya está en marcha. Mientras hace un año la taquilla de un fin de semana superaba con suerte los 100.000 espectadores (lo normal sería un millón), ahora estamos ya en 500.000.
Las grandes distribuidoras simplemente cerraron el grifo. Sus películas eran demasiado 'valiosas' para estrenarse con aforos reducidos
Magnífico. Pero ¿quién va cine y qué es lo que ve? Son los jóvenes y las familias las que van a los grandes complejos multisala a ver producciones de estudios. Las enésimas secuelas de las franquicias, los superhéroes, las sagas… Las siete primeras películas del ranking acumulan el 88% de la taquilla.
La primera distribuidora independiente aparece en décima posición y con un resultado económicamente inviable.
Y si los resultados de la distribución independiente han sido durante tanto tiempo (y siguen siendo) tan malos, ¿cómo sobreviven las salas y las distribuidoras que se dedican a ella? La situación pinta más dramática todavía si miramos los peores meses de la pandemia.
En aquella época, las salas de cine independiente sólo se pudieron mantener abiertas gracias a las películas independientes. Las grandes distribuidoras simplemente cerraron el grifo. Sus películas eran demasiado valiosas para estrenarse con aforos reducidos.
Ellos, además, tuvieron la opción B de estrenar sus películas en sus plataformas. Quien estrenaba sabía que probablemente no recuperaría la inversión.
Pero nosotros estrenamos porque sabíamos que sin nuestras películas las salas no tendrían forma de sobrevivir. Y sin las salas nosotros no somos nadie y nuestros espectadores se quedarán huérfanos.
Pero tampoco se trataba de seguir distribuyendo como siempre. La situación requería creatividad y ajustes en prácticamente todos los frentes de nuestro negocio. En Avalon, la productora y distribuidora en la que tengo la suerte de trabajar desde hace 25 años, hay un equipo que supo reaccionar. Sabíamos que queríamos una programación compatible con las restricciones sanitarias y que ofreciera, a la vez, algo que la pantalla pequeña no podía ofrecer.
Así nacieron los universos. Uníamos las mejores películas de la filmografía de un director, añadíamos sus cortos u otros materiales poco o nunca vistos, decorábamos gran parte de la entrada del cine acorde con su universo y programábamos charlas entre el público y especialistas en la obra de esos directores.
Los espectadores estuvieron felices, los cines también y nosotros pudimos aplicar una tirita a nuestra maltrecha economía
Eso suena más a la programación de una filmoteca que a la de un cine comercial. Pero funcionó. Vinieron tanto jóvenes que no habían podido ver estas películas en su momento como los que querían revisitar sus películas favoritas o completar la filmografía. Se creó un evento del que se habló en muchos foros. Los espectadores estuvieron felices, los cines también y nosotros pudimos aplicar una tirita a nuestra maltrecha economía. Lo hicimos con los grandes genios Wong Kar-wai y David Lynch, este último todavía en cartel.
Pero unos pocos universos ni arreglan el mundo de la distribución independiente ni mucho menos pueden sustituir el estreno de nuevas películas. El gran reto de nuestro trabajo es garantizar la variedad de la oferta cinematográfica, traer películas que normalmente no podríamos ver, ampliar nuestras miradas con películas que nos hablan de otros mundos, otras vidas y otras sensaciones. Nuestro reto es ayudar a que nos cuenten historias más allá del mero entretenimiento y que nos ayuden a tener la mente más abierta y un mundo más amplio.
Para poder cumplir con este trabajo, que no sólo lleva las películas a las salas, sino también a las plataformas (o, si hay suerte, a alguna televisión), tenemos el indispensable apoyo de nuestro Instituto de Cine (ICAA) y de instituciones europeas como MEDIA, que nos ayudan a paliar los efectos de la crisis y de un mercado tan distorsionado como el nuestro.
Pero las ayudas son un parche y no es negocio el que sobrevive gracias a los parches. La solución son ustedes, los espectadores. Vuelvan a las salas, por favor. Sin ustedes, ni las salas ni nosotros sobreviviremos. Y nuestro mundo se hará más pobre.
Al final, es lo de siempre. Todo depende de nosotros. Si me gusta la tienda de mi barrio, ¿por qué no compro en ella en vez de en internet? Si me gusta el cine, ¿por qué no voy con mis amigos y familiares antes de que desaparezca?
La experiencia será sana, enriquecedora y divertida. Prometido. Para la segunda mitad de este año les espera una oferta amplísima del mejor cine independiente. El cine está más vivo que nunca.
Al final, todo es cuestión del mundo en el que queremos vivir.
*** Stefan Schmitz es productor de cine y director general de Avalon.