El líder de Vox, Santiago Abascal, y el primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, en mayo de 2021. Efe

El líder de Vox, Santiago Abascal, y el primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, en mayo de 2021. Efe

LA TRIBUNA

¿Llega la ultraderecha por primera vez a Europa?

La inclusión de la derecha radical en el Gobierno ha sido habitual entre nuestros vecinos europeos, una experiencia institucional que suele servir para desactivar a estos partidos.

18 marzo, 2022 03:47

El presidente Pedro Sánchez ha arremetido contra el acuerdo del Partido Popular y Vox en Castilla y León, acusando a aquellos de ser "los primeros que meten a la ultraderecha en el Gobierno desde Franco". La vicesecretaria general del PSOE, Adriana Lastra, ha asegurado que Castilla y León va a ser la primera región de la Unión Europea (UE) gobernada por la extrema derecha.

Donald Tusk, presidente del Partido Popular Europeo.

Donald Tusk, presidente del Partido Popular Europeo. Reuters

Son acusaciones serias, que presagian la llegada a Castilla y León de una terrible desgracia en forma de autoritarismo nunca visto desde los regímenes fascistas en Europa.

Lo primero que se me ocurre para establecer la veracidad de una denuncia tan grave es indagar sobre el significado de la expresión "extrema derecha", que en el panorama político español vale para un roto y para un descosido.

También pienso que, establecida esa definición de lo reaccionario, hay partidos en España que merecerían mucho más esa calificación y que, paradójicamente, llevan décadas encabezando Gobiernos regionales y municipales en España. Todos ellos son, además, socios parlamentarios del Gobierno que acusa a los demás de ser ultraderecha.

Demasiado enrevesado. Así que podemos hacer algo más sencillo para comprobar la veracidad de lo que afirman el presidente del Gobierno y los portavoces de su partido. Ver si efectivamente ha habido otros Gobiernos en Europa que incluyeran a partidos de derecha radical parecidos a Vox.

Y lo que observamos es que no sólo este tipo de Gobiernos existe en Europa, sino que es bastante habitual. Mucho más de lo que el presidente Sánchez y la vicesecretaria Lastra creen. Veamos.

En un recuento no exhaustivo, y sólo en los últimos años, ha habido Gobiernos nacionales y regionales que incluyeron a partidos de derecha radical o estuvieron formados únicamente por esta, o bien Gobiernos nacionales apoyados por una mayoría parlamentaria que la incluyera, en Austria, Dinamarca, Finlandia, Holanda, Noruega, Italia, Hungría, Polonia, Eslovaquia, República Checa, Eslovenia y Reino Unido.

Se trata del Partido de la Libertad austriaco, en el Gobierno junto al Partido Liberal entre 1999 y 2006, y de nuevo entre 2017 y 2019.

Del Partido Popular Danés en Dinamarca, en la mayoría parlamentaria que apoyaba al Gobierno del Partido Liberal entre 2001 y 2011 y de nuevo entre 2015 y 2019, y durante varios años como el principal partido de la derecha.

Del Partido de los Finlandeses (antes llamados Verdaderos Finlandeses), miembro del Gobierno finlandés junto a centristas y conservadores entre 2015 y 2017.

Y podemos seguir enumerando partidos de derecha radical que han gobernado o gobiernan los países mencionados, en solitario o en coalición, o bien han formado parte de la mayoría gubernamental.

De nuevo, vale la pena recordar que todos estos partidos no son marginales, sino que cuentan con una representación parlamentaria relevante, y que son semejantes a Vox en sus posiciones programáticas y sus alianzas europeas.

"En una coalición, los partidos de ultraderecha deben moderar o renunciar a algunas de sus demandas, y soportar parte del coste de las decisiones"

Por otro lado, es interesante también saber qué ocurre cuando un partido de derecha radical llega al Gobierno, en la mayoría de los casos, al formar parte de una coalición con otros partidos conservadores, democristianos o liberales, como en Castilla y León.

En una coalición de Gobierno, los partidos de derecha radical deben acordar un programa con sus socios, y eso les obliga a renunciar a algunas de sus demandas, a moderar otras, y a soportar una parte del coste de las decisiones.

A su vez, eso lleva a que ocurra una de estas tres cosas, o bien una combinación de todas ellas:

En las siguientes elecciones, el partido puede sufrir una disminución de sus apoyos por su corresponsabilidad en medidas impopulares tomadas por el Gobierno.

También puede sufrir un castigo por parte de una fracción de sus votantes por no cumplir algunas de sus promesas electorales, aquellas a las que se ha visto obligado a renunciar o moderar.

Este fue el caso de los populistas de derecha en Noruega, Progress, tras la primera coalición de Gobierno con los conservadores en 2013. Hasta entonces, se había mantenido como el segundo partido en número de representantes. Pero en esas elecciones y en las siguientes (2017) perdió una parte de sus votantes, cayendo al tercer lugar.

Cartel electoral del partido Verdaderos Finlandeses, que presentaron, ante las acusaciones de racismo, al pastor protestante negro Joao Bruno Putulukeso a las elecciones municipales de 2017.

Cartel electoral del partido Verdaderos Finlandeses, que presentaron, ante las acusaciones de racismo, al pastor protestante negro Joao Bruno Putulukeso a las elecciones municipales de 2017. Partido de los Finlandeses

Esto es lo que sucedió con el Partido de los Finlandeses. Tras las elecciones de 2015, formó una coalición de Gobierno con conservadores y centristas. En 2017, su nuevo líder, Jussi Halla-aho, decidió dar un giro radical a las propuestas del partido, lo que llevó a sus socios a excluirlos del Gobierno.

Posteriormente, el partido se escindió, y una facción creó un nuevo partido (Blue Reform) que siguió en la coalición, mientras el resto, que conservó el nombre de Partido de los Finlandeses, pasó a la oposición.

También el noruego Progress es un buen ejemplo de esto último. En 2020 abandonó el Gobierno de coalición con conservadores y democristianos (aunque sin partirse en dos, como los finlandeses) por un motivo que todos consideraron un pretexto para reposicionarse como fuerza antielitista tras muchos años como miembro del Ejecutivo. Su sacrificio sirvió de poco, puesto que al año siguiente volvieron a perder apoyo electoral.

¿Podría la participación de Vox en el Gobierno de Castilla y León tener alguna de estas consecuencias para el partido? Es pronto para saberlo, pero es perfectamente posible. Se trata de un partido sin experiencia de gestión, que hasta ahora ha funcionado como un colectivo agitprop contra las elites. Cosa que no van a poder seguir haciendo, porque ahora son ellos esas élites.

Como tales, deberán corresponsabilizarse de las medidas tomadas y los resultados alcanzados, y corren el riesgo de decepcionar a una parte de sus votantes cuando estos comprueben que no existen las recetas milagrosas para solucionar algunos problemas, como se les había prometido. Es la misma experiencia por la que han pasado otros grupos populistas de derecha en Europa.

Me gustaría acabar con un comentario final que ayude a entender mejor la censura del Partido Popular Europeo al pacto entre Alfonso Fernández Mañueco y Santiago Abascal.

"La afirmación de que la ultraderecha llega al Gobierno de una región europea por primera vez desde la posguerra es simplemente falsa"

Las quejas del presidente del grupo parlamentario del Partido Popular Europeo, Manfred Weber, tienen un punto de hipocresía, puesto que su grupo acogió durante años a un partido nacionalista y populista de derechas más extremo que Vox, el Fidesz de Viktor Orbán.

Tras aguantar su discurso y sus políticas euroescépticas durante mucho tiempo (sin duda por los numerosos miembros que les aportaba en la Eurocámara y que le facilitaban mantenerse como primer grupo, con el poder y los recursos asociados a tal posición), y enfrentándose a una situación insostenible, el grupo parlamentario del PPE finalmente se decidió a forzar su salida, hace ahora un año.

En cuanto a Donald Tusk, también crítico con el pacto y líder del partido polaco de centro Plataforma Cívica antes de convertirse en presidente del Consejo Europeo en 2014, su vida política está marcada por la animadversión que sufre por parte de Ley y Justicia, el partido de derecha radical (aliado de Vox en Europa) que gobierna en Polonia y que llevó a que este país se opusiera a la renovación de Tusk al frente del Consejo en 2017, algo inaudito en la historia de la UE.

El rechazo que Tusk muestra hacia los populistas de derechas es por tanto comprensible.

La afirmación de que la ultraderecha llega al Gobierno de una región europea por primera vez desde la posguerra es simplemente falsa.

Sin embargo, los obstáculos a los que se enfrenta Vox para cumplir sus promesas de campaña sí son reales, y podrían afectar a su respaldo electoral futuro. Para comprobarlo, sólo tenemos que consultar nuestra bola de cristal, que en este caso supone fijarnos en lo que ha pasado en casa de nuestros vecinos europeos en años recientes.

*** Francisco Beltrán es profesor de Economía Política Global en la Suffolk University, y antes fue director de la Cátedra de Estudios Nórdicos en la Munk School of Global Affairs, de la Universidad de Toronto (Canadá).

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