No podemos olvidar a Venezuela
Los valores universales y democráticos deben ser defendidos en todas partes, sin excepción, y hoy más que nunca en Venezuela.
¿El presidente de qué país acaba de anunciar que la Navidad comenzará el 1 de octubre?
¿Qué país tiene un ministro de siniestra reputación a cargo de la seguridad, la justicia y… la paz?
¿Qué país tiene unos indicadores de desarrollo humano, económico y de pobreza dramáticos, a pesar de tener las mayores reservas de petróleo del mundo?
¿Cuál es el país en el que la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) calcula que entre 7,7 y 8 millones de personas, de una población de 28,4 millones, han huido como refugiados, exiliados o emigrantes a otros países, la mayoría de ellos, 6,5 millones, a países de América Latina y el Caribe?
¿El gobierno saliente de qué país se niega a reconocer la victoria masiva (67%) del candidato de la oposición en las elecciones presidenciales del 28 de julio, según todos los informes?
¿De qué país ha tenido que huir Edmundo González como exiliado para recibir asilo en España?
Ese país es Venezuela.
La nación fundada por Simón Bolívar está sometida al gobierno autoritario de Nicolás Maduro, sucesor de Hugo Chávez: ya no hay Estado de derecho, y los derechos humanos se violan constantemente.
Venezuela, y más exactamente la República Bolivariana de Venezuela, sigue desde hace varios años el camino cubano: una dictadura basada en un Estado policial. Son los cubanos quienes han proporcionado a Caracas la tecnología y los instrumentos de represión: métodos de inteligencia, una guardia pretoriana en torno al presidente, el entrenamiento personal de Nicolás Maduro…
"Lo que está en juego en Venezuela es esencial en el equilibrio de poder entre democracias y regímenes autoritarios"
Pero Cuba no puede sostener a Venezuela por sí sola. Tiene que apoyarse en Rusia, China e Irán. Como era de esperar, estos Estados, intolerantes con los valores occidentales, la libertad y la democracia, ya apoyan al espantoso régimen de Ortega-Murillo en Nicaragua.
Lo que está en juego en Venezuela es, por tanto, esencial en el equilibrio de poder entre democracias y regímenes autoritarios.
Sorprendidos por los resultados de las elecciones presidenciales, en particular en los barrios populares que hasta entonces habían permanecido fieles al chavismo, los jerarcas del régimen decidieron suspender el recuento de votos y tomar medidas brutales.
La persistente negativa de Maduro a publicar los resultados electorales demuestra que pretende mantenerse en el poder a toda costa.
Los líderes de la oposición, entre ellos el candidato presidencial Edmundo González Urrutia y María Corina Machado, se han visto obligados a esconderse o a huir a España, y sus partidarios están siendo detenidos y agredidos. Ya hay centenares de muertos y heridos.
Las autoridades intensifican la represión para mantenerse en el poder. Edmundo González, grotescamente acusado por la fiscal general de Venezuela de "usurpación, falsificación, instigación y sabotaje", acaba de refugiarse en España, como decenas de miles de sus compatriotas.
Hoy estoy enfadado porque el régimen de Maduro sigue en pie. Pero admiro la resistencia del pueblo venezolano, que se ha expresado tan claramente eligiendo a un diplomático experimentado y respetado gracias al formidable liderazgo de María Corina Machado, a quien el régimen prohibió presentarse a las elecciones, pero que supo movilizar al pueblo venezolano con su carisma y su coraje.
Me impresionan las manifestaciones de los venezolanos para exigir respeto a la voluntad popular a pesar de las amenazas, las manipulaciones y los exabruptos de Maduro.
No soporto que parte de la izquierda europea, desde Francia Insoumise hasta el Podemos español, hipnotizada por el populismo de Chávez, sea tan indulgente con el régimen de Maduro como con la dictadura castrista. Son los mismos que se muestran ambiguos con Putin o que propagan el odio a los judíos y a Israel por el mundo.
Los valores universales y democráticos deben ser defendidos en todas partes, sin excepción. El menoscabo de los derechos fundamentales, la confusión de poderes, la negación de la democracia y el encarcelamiento de opositores merecen nuestra total condena y nuestra movilización.
Conocí al líder de la oposición venezolana, Leopoldo López, en 2010. El chavismo intentó desprestigiarlo e impedirle ejercer sus derechos políticos. Incluso encarcelarlo. Ahora, él también está exiliado en Madrid.
Como primer ministro, recibí a su esposa, Lilian Tintori, en Matignon en 2015 para expresarle mi apoyo y solidaridad con todas las víctimas de la dictadura, provocando de inmediato la ira de Maduro, que condenó "las declaraciones intervencionistas e inmorales del primer ministro francés". La mayoría de los líderes occidentales siguieron su ejemplo.
Desde entonces, nunca he dejado de apoyar las difíciles luchas de la oposición, desde Juan Guaidó hasta María Corina Machado.
Así que tenemos que actuar ahora.
Francia es miembro permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Su voz es esencial. Francia siempre ha tenido una relación especial con América Latina en términos económicos, culturales y políticos. Ha acogido a miles de exiliados que huían de las dictaduras de Pinochet, Videla y Castro.
Por ello, debe desplegar todos sus esfuerzos para que los gobiernos que se han mostrado demasiado complacientes con Maduro, como los de Brasil y Colombia, adopten posiciones acordes con los valores democráticos que dicen defender: rechazo absoluto a la represión y pleno respeto al voto venezolano. Máxime cuando importantes instituciones internacionales como el Centro Carter y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) se han posicionado claramente.
"No puede haber indulgencia alguna para una dictadura corrupta que depende del narcotráfico"
Personalidades como Mary Robinson, expresidenta de Irlanda; Ban Ki-moon, ex secretario general de la ONU; y Juan Manuel Santos, expresidente de Colombia y Premio Nobel de la Paz, piden la creación de una comisión independiente respaldada por la ONU para investigar las elecciones presidenciales.
Varios ex jefes de Estado y de Gobierno latinoamericanos (entre ellos Andrés Pastrana y Mauricio Macri) y españoles (Felipe González, José María Aznar y Mariano Rajoy) han recurrido a la Corte Penal Internacional (CPI) para denunciar el "terrorismo de Estado" y las "violaciones generalizadas y sistemáticas de los derechos humanos", incluidos los "crímenes contra la humanidad", cometidos por el régimen venezolano.
Francia, España (que mantiene lazos vitales con América Latina), Estados Unidos, México, Brasil y Colombia deben actuar para garantizar una transición de poder sin sobresaltos antes de enero de 2025.
Pero no puede haber indulgencia alguna para una dictadura corrupta que depende del narcotráfico.
Acojo con satisfacción las posiciones muy claras adoptadas por el presidente chileno, Gabriel Boric, que procede de la izquierda radical, y por varios países latinoamericanos. La Declaración de Santo Domingo, apoyada por la Unión Europea, y la de la Organización de Estados Americanos (OEA) son, en mi opinión, esenciales y señalan el camino a seguir.
Espero que Francia, a través del presidente Macron y de su diplomacia, utilice su influencia para que se cumplan las cuatro exigencias de María Corina Machado:
1. Respeto de la voluntad del pueblo y del voto popular.
2. Establecimiento de un diálogo nacional para una transición negociada.
3. Garantías y salvoconductos para los dirigentes del régimen.
4. Confirmación de las negociaciones por los representantes legítimos del pueblo venezolano.
Es esencial que la comunidad internacional, y la Unión Europea en particular, apoyen sin concesiones este planteamiento, reconociendo al nuevo presidente legítimo Edmundo González Urrutia e imponiendo las máximas sanciones posibles a un régimen que se niega a reconocer los resultados de las elecciones.
Actuemos con rapidez y decisión. El tiempo apremia. No podemos olvidar a Venezuela.
*** Manuel Valls es ex primer ministro de la República Francesa (2014-2016).