El testigo es un exagente de origen esloveno de los servicios yugoslavos de seguridad reconvertido tras el comienzo de la guerra de Bosnia y Herzegovina en informador de los norteamericanos. Entre 1992 y 1995 viajó a ese territorio 35 veces por encargo de Washington para monitorizar la situación de la población. Se aprovechó para infiltrarse en los campos de batalla de sus antiguas conexiones con los serbios del antiguo aparato represivo de la Yugoslavia comunista. Su trabajo estaba “tremendamente bien pagado” y consistía esencialmente en recabar información sobre el estado de opinión de la población atrapada en el conflicto.
En enero de 1993, este testigo oculto fue invitado en Belgrado por viejos camaradas de su academia de cadetes a realizar un “tour” espeluznante. Un helicóptero le llevó hasta Pale, que era en aquellas fechas era el centro administrativo de la naciente República Srpska, una de las dos entidades políticas en que se fraccionó Bosnia a raíz de la guerra. En ella se concentraba de forma preferente la población serbia que salía huyendo de las áreas controladas por los bosnios y los croatas. Y así hasta hoy. Tras aguardar dos días en Pale, los pro serbios le condujeron hasta Grbabica, un barrio de la ciudad de Sarajevo controlado por fuerzas leales a Belgrado donde estaba a punto de ver algo que, según afirma, le dejó perplejo.
“Un militar de la República de Srpska me dijo que iban a mostrarme frente a frente las posiciones cercanas de los soldados del ejército de la Federación”, recuerda este informador de los norteamericanos en conversación telefónica con EL ESPAÑOL | Porfolio.
“Había dos Jeep preparados y en uno de ellos observé que viajaban tres hombres. Por sus caras supe inmediatamente que no eran serbios, bosnios o montenegrinos y que tenían que ser occidentales. Uno de ellos parecía incluso ser del este, de Rusia. Y se podía adivinar que algo estaba a punto de ocurrir”, prosigue.
“Al principio pensé que eran periodistas extranjeros. Yo mismo había sido acreditado como reportero. Nos condujeron a dos localizaciones que habían sido preparadas y camufladas. Había varias posiciones de disparo para que pudieran cambiar de sitio tras efectuar un tiro. Cuando uno abre fuego, la posición del francotirador queda revelada y cabe la posibilidad de que el enemigo responda al ataque. En cierto momento, el militar dijo en un inglés fluido que preparasen sus cosas y entonces, observé que uno de los extranjeros estaba recostado. No podía creer que estaba recostado y empuñando un rifle. Todo estaba ya listo y efectuó un disparo. Tengo que admitir que me encontraba en estado de ‘shock’, a pesar de que en mis misiones anteriores me había acostumbrado a presenciar cosas ultrajantes. Aquello sucedió y una persona cayó al suelo. Usé los prismáticos para comprobar que alguien había sido abatido mientras el resto de la gente se dispersaba y echaba a correr”, asegura.
Millonarios degenerados
Lo que acababa de ver el exagente comunista de los servicios de seguridad era una auténtica cacería humana supuestamente organizada por los pro serbios en el contexto de la guerra que devastaba la antigua Yugoslavia. No fue la última que vio, de acuerdo a la investigación llevada a cabo por el director esloveno Miran Zupanic durante la producción de un documental “Sarajevo Safari”, donde se divulgan este y otros consistentes testimonios que sostienen la idea de que acaudalados extranjeros pagaron altas sumas de dinero por tener el “privilegio” de abatir como a alimañas a los habitantes bosnios de la ciudad de Sarajevo, sitiada entre 1992 y 1996 por las fuerzas serbias de Bosnia, voluntarios y mercenarios.
Ni la identidad ni el rostro de este personaje ha sido revelada por Zupanic. Sin embargo, la película del esloveno proporciona detalles minuciosos acerca de la vida del antiguo informante de los estadounidenses y de las circunstancias y el contexto en el que presenció las cacerías.
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“¿Que si creo que hubo cacerías humanas en Sarajevo? Por supuesto”, cuenta Edin Subasic a EL ESPAÑOL | Porfolio. “En realidad, no se trata de si yo lo creo o no. Existen documentos sobre lo ocurrido con los que trabajé como funcionario del Gobierno bosnio y que están en los archivos además de otros testigos”.
Cuando se organizaron los ‘safaris’ humanos, entre 1993 y 1994, Edin era capitán del área de análisis de datos del servicio de inteligencia de su país. Cuanto sucedía en los campos de batalla bosnios terminaba pasando por sus manos. Su trabajo era averiguar los planes de los enemigos serbios para anticiparse a sus acciones. Conocía los frentes como la palma de su mano.
A finales de 1993, la unidad del capitán Subasic (hoy coronel retirado) recibió una comunicación del servicio de inteligencia militar que afirmaba que un joven miliciano de alrededor de 20 años capturado por las fuerzas de su país había contado una historia sorprendente. Al decir del voluntario de las fuerzas enemigas apresado, oriundo de la ciudad de Paracin, el Partido Radical Serbio le había instruido para ir a alistarse a unos cuarteles de Belgrado, desde donde fue transportado por la noche en autobús con varios hombres más hasta la ciudad de Pale.
“Es aquí donde sus declaraciones se vuelven más interesantes e informa de un fenómeno enteramente nuevo en el campo de batalla de Sarajevo”, asegura Subasic, también entrevistado por Zupanic. “Según nos dijo, cinco extranjeros acompañados por agentes de la policía militar o por miembros de las fuerzas especiales abordaron igualmente el autobús, pero parecían disfrutar de un estatus especial”.
“¿En qué sentido? Habían llegado a los cuarteles con coches caros de civiles o limusinas y llevaban consigo mucho equipo. Su atuendo era una combinación de elementos civiles y militares, aunque no estaba muy seguro de para qué iban pertrechados. Más tarde, el cautivo comprendió que iban preparados con un equipo de caza muy sofisticado”, relata Subasic.
“En el transcurso del viaje, los voluntarios bebieron y entablaron conversación con tres de los cinco extranjeros, quienes, de acuerdo a sus declaraciones, eran italianos. Uno de ellos dijo haber venido de Milán, aunque ignoraba de qué parte de Italia procedían los otros. El cuarto y el quinto no interactuaron con el grupo. El cautivo quiso saber cuánto iban a cobrar por luchar en Bosnia del lado de los serbios y los italianos respondieron que no solo no iban a recibir compensación alguna, sino que habían pagado para ir a Sarajevo”, dice el coronel.
“A nuestro prisionero aquello le pareció extraño. ¿Por qué habían de pagar para ir a combatir? Pagaban para ser autorizados por el Ejército de Serbia a disparar contra objetivos humanos en la parte libre de la ciudad. Era como una tasa por el permiso de caza. Entonces, entendió que aquellos italianos se dirigían a un safari humano y que pertenecían a una enfermiza clase de francotiradores dispuestos a desembolsar dinero a cambio de una autorización para asesinar”, concluye Subasic.
Secreto a voces
¿Cómo le alcanzaron al director Miran Zupanic las noticias de que unos hechos como esos podrían haber acaecido en Sarajevo? “Escuché hablar por primera vez de ello en febrero de 2019 a mi productor Franci Zajc”, dice el realizador esloveno EL ESPAÑOL | Porfolio. “Yo había estado filmando un documental con él en Bosnia y Herzegovina en 1993. Es decir, en el primer año de la guerra. Más tarde, Zajc regresó con el camarógrafo Božo Zadravec y usamos imágenes de esa época en nuestra película, especialmente las de Sarajevo. Fue en el transcurso de aquel viaje de trabajo cuando Franci escuchó varios rumores que luego él mismo investigó sin mencionarme nada. Por supuesto, cuando me habló de estos safaris no le creí. Me sonaba imposible, algo que estaba más allá de lo que uno puede imaginar”.
En efecto, desde la misma guerra se venía hablando de ello a pequeña escala pero ha sido Zupanic, junto a su equipo, quien ha sido capaz de articular la historia y reunir un conjunto de evidencias que, en su opinión, apuntalan la veracidad de los rumores. ¿Por qué esperó treinta años para hablar el informante de los americanos? En realidad, este testigo oculto afirma que puso en conocimiento de Washington lo acaecido casi inmediatamente.
El coronel Subasic aclara a EL ESPAÑOL | Porfolio uno de los datos sorprendentes del documental que llevan esta historia a un nivel diferente al del rumor o de la leyenda urbana. “El cautivo no tenía más información desde el momento en el que los extranjeros habían sido llevados a Sarajevo”, cuenta el oficial de inteligencia bosnio en el retiro.
"¿De verdad para ellos tan solo éramos unos animales a los que podían cazar para divertirse y para experimentar un subidón de adrenalina?"
Aunque esos pocos francotiradores no iban a inclinar la balanza de la guerra, era obvio que el asunto era más que digno de atención. Con la esperanza de aclarar los episodios, el legendario general bosnio Mustafa Hajrulahovic, fallecido poco después del conflicto, pidió la colaboración de los servicios extranjeros de inteligencia.
En aquel momento, había unidades de diferentes ejércitos dentro del UNPROFOR y cada una de ella contaba con informadores. Aprovechando su buena relación, los bosnios organizaron una reunión con agentes del SISMI, que era hasta 2007 la denominación de la agencia italiana de inteligencia militar.
Milán no era la clave. Era solo la ciudad de la que provenía al menos uno de ellos. Cuatro meses después de presentarles sus hallazgos, el general Hajrulahovic recibió una comunicación verbal donde se aseguraba que “el asunto había sido investigado y el origen había sido hallado y neutralizado de forma que no volvería a suceder”.
La inteligencia bosnia jamás llegó siquiera a insinuar que la organización de estos supuestos episodios fuera italiana. Todo lo que sabían es que el servicio y el transporte de personas hasta el frente de Sarajevo tenía su origen en algún lugar de Italia.
“Yo no sé exactamente cómo actuaron los servicios de seguridad italianos o la policía”, nos dice Subasic. “Recuerdo que dijeron que habían hallado el lugar donde había empezado todo y lo habían neutralizado. ¿Por qué no procesaron a los 'cazadores'? Todo son conjeturas. Sabemos que eran miembros de la élite de la sociedad italiana, personas ricas y poderosas probablemente conectadas con el circulo de gente con mucho dinero y las autoridades. Supongo que esa conexión tuvo algo que ver con que se paralizara cualquier investigación o se impidiera llevar a cabo un proceso judicial serio. Pero es solo una conjetura mía”, dice el coronel.
“Asumo que cuando se descubrió esta cacería morbosa y cuando se lo contamos a los italianos se localizó y desarticuló el centro que reunía a los clientes. Hoy sería difícil extraer documentos de los archivos italianos sobre lo que pasó realmente. Pero pienso que un buen periodismo de investigación produciría resultados. Cuando el público italiano vea la película, también habrá gente que sepa algo sobre este tema”, apunta.
El documental se acaba de estrenar y ya se han producido reacciones airadas y antagónicas. “Por un lado, el alcalde de Sarajevo oriental [la zona controlada por la República de Srpska] ha anunciado que me demandará”, aclara Zupanic. “Y por otro, la primera edil de Sarajevo, Benjamina Karić, ya ha presentado una demanda penal contra los perpetradores desconocidos que disparaban contra los residentes sitiados de Sarajevo, basándose en nuestra película”, dice el director del filme.
“Yo he recibido condenas y descalificaciones de los medios de comunicación y de los políticos serbios. Incluso antes de que se proyectara la película ya afirmaban que está llena de mentiras y que toda la historia es una ficción. El tiempo dirá hasta qué punto me hallo en peligro”, prosigue.
“Así es”, corrobora, por su parte, el coronel Subasic. “Antes de la premiere, los medios de comunicación y los funcionarios de bajo rango de la República de Srpska ya sostenían que el director había hecho el documental porque la CIA le había pagado para involucrar a los serbios. Llegaron a decir que estaba allanando el terreno para un nuevo genocidio. Esto es una completa tontería porque a Zupanic no le alienta ninguna pulsión nacionalista. Aun así, han anunciado que le van a demandar por provocar intolerancia nacional y religiosa y dañar la reputación de los serbios. Es de locos”, dice el militar.
“En el otro lado es muy bueno que la alcaldesa de Sarajevo haya presentado una demanda ante la fiscalía de Bosnia y Herzegovina contra los perpetradores desconocidos de esos hechos porque, de ese modo, los documentos confidenciales que hay acerca de la investigación podrían ser divulgados. En circunstancias normales, están embargados durante treinta años, salvo que lo solicite un tribunal”, dice.
"Los documentos y las pruebas que van a aparecer demostrarán que estos crímenes morbosos acaecieron realmente"
“Yo entiendo que para mucha gente con sentido común sea difícil de entender estos crímenes morbosos, pero los documentos y las pruebas que van a aparecer demostrarán que acaecieron realmente. Además, hay otra consideración sobre esta aberración, en relación a la percepción que tienen las élites occidentales, a las que pertenecen los cazadores, acerca de los pueblos de los Balcanes. Hoy, en nuestro país, la gente dice: 'Sabemos que en Occidente nos consideran menos valiosos que ellos'. Y después de la película, los ciudadanos de Sarajevo dijeron: '¿De verdad para ellos tan solo éramos unos animales a los que podían cazar para divertirse y para experimentar un subidón de adrenalina?'”, asegura Subasic.
Inevitablemente, el trabajo de investigación realizado por el realizador esloveno Miran Zupanic y su equipo plantea una gran duda. ¿Qué ganaban los serbios mostrando a alguien como su testigo oculto lo que estaban haciendo? “Por favor, escuche atentamente lo que el propio testigo dice en el minuto 30 de la película. Ni él mismo sabe por qué le enseñaron los safaris”, nos dice el director.
“La primera vez que alguien me llevó a ver la cacería informé a mis empleadores norteamericanos y me dijeron: 'Mmmm... Es interesante'. Y allí acabó todo”, relata en el documental el antiguo oficial de la Seguridad yugoslava.
“Lo que después pasó entre nosotros no estoy autorizado a decirlo. Las siguientes veces me reuní con ellos a petición propia porque estaba intrigado por saber qué clase de gente hacía esto. Ciertamente, las personas que vi no eran del montón. Ocupaban altas posiciones y estaban protegidos en consecuencia. Era gente en la sombra. Algo así es el siguiente nivel para personas aburridas de todo que dicen: '¿Por qué no voy a Sarajevo y disparo a un niño o un adulto y obtengo alguna satisfacción? No voy a conformarme solo con disparar contra animales'”, dice en el documental el exoficial.
“Nunca me dijeron cuánto desembolsaban pero sé que era terriblemente caro y que se pagaba mucho más por abatir a un niño. Yo diría que los safaris se siguieron organizando hasta finales de 1994, quizá algo más. A juzgar por la información que recabé, había canadienses, americanos, rusos. Supuestamente, también eslovenos. Me horrorizó que algo así estuviera acaeciendo con el conocimiento de Occidente y de Naciones Unidas. Incluso me ofrecieron la posibilidad de disparar gratis, pero les dije que no iba a cruzar esa línea”.