La noche del 20 de julio de 1921, la artista Lola Montes actuaba en el teatro Vital Aza de Málaga. En esa función estaba presente María del Carmen Angoloti y Mesa, Duquesa de la Victoria, que sería enviada por la reina Victoria Eugenia a Marruecos para dirigir la misión de ayuda humanitaria de la Cruz Roja durante la guerra del Rif.
Una de las canciones interpretada por la artista, un cuplé, entusiasmó a la duquesa, que la contrató para que fuera a cantarla a Melilla y motivar a las tropas que estaban llegando al protectorado de Marruecos para la guerra. La artista aceptó la petición de la noble y cantó su cuplé los días 30 y 31 de julio de 1921. El comandante de un cuerpo de élite creado unos meses antes escuchó la obra y reconoció la historia que en ella se cantaba, así que pidió que se adaptara la partitura a una canción de marcha que acompañara a sus hombres como su himno oficioso: “El novio de la muerte”, el himno de la Legión.
La Legión nacía el 28 de enero de 1920, fecha en la que el Rey Alfonso XIII firmaba un Real Decreto en el que ordenaba la creación de una unidad militar de élite denominada “Tercio de Extranjeros”, ya que permitía la incorporación no solo de españoles, sino de cualquiera que pudiese enfrentarse al enemigo. El 2 de septiembre de ese mismo año se concedía el mando de esta nueva unidad al teniente coronel José Millán-Astray y Terreros, y se designa al Cuartel del Rey, en Ceuta, como cuartel general de este nuevo cuerpo.
Ese fue el origen de la Legión española, una de las unidades militares más eficaces y capacitadas de toda Europa y los encargados de acudir a la mayoría de misiones en el extranjero realizadas por España durante sus más de 100 años de historia. La Legión fue creada por la necesidad de disponer de un cuerpo entrenado específicamente para resistir las duras condiciones del continente africano, copiando el modelo de la Legión Extranjera francesa y siguiendo el ejemplo del código samurái que se cree que reverenciaba su comandante, Millan-Astray.
La primera baja de este cuerpo se produjo el 7 de enero de 1921, un onubense que marcó la historia de esta unidad con su muerte, pero también con su amor: Baltasar Queija Vega. Baltasar nacía en Minas de Riotinto, en la provincia de Huelva, el 29 de marzo de 1900. Era hijo del industrial Baltasar Queija Seinza y Josefa Vega Vega, ambos ourensanos afincados en esta localidad. A los 14 años ingresó en la empresa minera inglesa Rio Tinto Company Ltd como aprendiz en el departamento de Construcción, pero su interés por aprender y su curiosidad le valieron para pasar por varias secciones en las que disfrutaba aprendiendo.
[El día que Europa exterminó a los gatos acusándolos de brujería y casi acaba con el ser humano]
El 22 de agosto de 1919 deja la empresa y viaja a las Islas Canarias, a Santa Cruz de Tenerife, donde se empleó como camarero hasta que, en octubre de 1920, leyó un anuncio de reclutamiento para la Legión (el Tercio de Extranjeros). La Guerra de Marruecos era muy impopular en España, ya que los reclutas del ejército regular eran enviados sin preparación, con poca comida y sin equipo propiciando miles de bajas. En la Legión, sin embargo, como así lo indicaba el anuncio de reclutamiento que había leído Baltasar, se pagaba bien, se proporcionaba formación militar, comida sana y abundante, un buen vestuario y una prima de 700 pesetas, lo que provocó que el de Riotinto firmara su incorporación el 9 de octubre.
Baltasar se embarcaría desde Algeciras para incorporarse a ese nuevo y desconocido cuerpo en Ceuta. Allí fue testigo de las palabras de bienvenida de Millan-Astray a los primeros hombres que se habían alistado para combatir por su país: “¡Venís a morir! La Legión os abre sus puertas, os ofrece olvidos, honor y gloria. Vais a enorgulleceros de ser legionarios. Podéis ganar galones y alcanzar estrellas. Pero a cambio lo tenéis que dar todo sin pedir nada. Los sacrificios han de ser constantes y los puestos más duros y de mayor peligro serán para vosotros. Combatiréis siempre y moriréis mucho. ¡Quizás todos! ¡Caballeros legionarios! ¡Viva el Tercio! ¡Viva la muerte!”.
Baltasar recibió en Ceuta la instrucción, tras la cual se incorporó en la 6ª compañía de ametralladoras de la 2ª Bandera del Tercio, junto a otros sesenta legionarios, que recorrieron buena parte de los alrededores de Ceuta entrenándose y preparándose para el combate. Todo ello hasta el 1 de enero, día que reciben la orden de dirigirse a Beni Hassan, donde tendrían que levantar un campamento para proteger un manantial de agua de alto valor estratégico.
Días después, sus compañeros aseguraban que Baltasar había recibido una carta fatal. La mujer de su vida, su pareja, había fallecido. En la exaltación de su dolor se emplazó a si mismo a unirse a la muerte con la primera bala que llegase para poder reunirse con su amada.Y su deseo se cumplió pocos días después.
El 7 de enero de 1921, una pequeña escuadra fue a buscar agua al manantial para abastecer a la 6ª compañía, Baltasar entre ellos. Sin embargo, una operación de lo más habitual, que no entrañaba riesgo alguno, se convirtió en una trampa mortal. En medio de la noche fueron atacados por un grupo de rebeldes que dispararon media docena de tiros, posiblemente para hacerse con sus preciados fusiles. Los legionarios respondieron al ataque haciendo huir a los agresores.
Uno de esos disparos alcanzó a Baltasar, que fue atendido una vez sus compañeros lograron asegurar la zona, tras lo cual fue llevado hasta la base, donde nada se pudo hacer por él. La Legión acababa de entregar su primer hombre y el Cabo Queija Vega encontraba esa bala perdida que necesitaba para reunirse con su amor. Pero al recoger su cuerpo, además de encontrar la trágica carta donde se le comunicaba la muerte de su novia, había también un pequeño poema que le hizo ganarse el sobrenombre de “el poeta” y que decía así:
"Somos los extranjeros legionarios,el Tercio de hombres voluntarios,que por España vienen a luchar"
A primera hora de la mañana siguiente, el comandante de su unidad comunicaba a Millan-Astray el fallecimiento de su primer legionario. El teniente coronel escribiría en su expediente unas palabras que denotaban la importancia que para él tuvo la muerte de Baltasar: “Enterradlo con la mayor solemnidad”.
La historia de la muerte de aquel primer legionario caído en combate fue adquiriendo tintes de leyenda hasta que llegó a Fidel Prado, que la utilizó como inspiración para componer la letra de una canción para la que Juan Costa compuso la música.
Lola Montes decidió incorporarla en su repertorio y estrenarla en su actuación en Málaga
A principios de julio de 1921, una cupletista de moda de la época, Mercedes Fernández González, de nombre artístico Lola Montes, se encontró en la calle Montera de Madrid con Fidel, cuyas letras interpretaba a menudo. En la conversación, Fidel la invitó a escuchar la partitura de un cuplé con letra suya, y que le acababa de enviar el compositor catalán Juan Costa.
Hicieron una pequeña audición en un estudio en la calle Luchana y fue así como emocionó a todos los presentes. Consecuencia de ello fue que Lola decidiera incorporarla de inmediato a su repertorio para estrenarla en su actuación en Málaga. Posteriormente sería interpretada también en Melilla, donde cantó vestida de enfermera y con tal éxito que tuvo que repetirla varias veces seguidas ante el delirio de unas tropas muy necesitadas de ánimo tras todo lo que estaba sucediendo en el entonces protectorado de Marruecos.
En una de aquellas actuaciones, el cuplé sería escuchado por Millán-Astray, que se quedó prendado de él. Al líder de la Legión le pareció una canción preciosa con una letra maravillosa y se quedó tan impresionado que pidió que le hicieran una transcripción para cambiarle el ritmo y adaptar la música a una marcha militar para utilizarla en su cuerpo de élite, ya que resumía a la perfección la filosofía que él trataba de trasmitir a sus legionarios.
Existe una famosa anécdota del propio Millán-Astray con un joven cadete, que ansiaba unirse a la legión, que ilustra perfectamente el auténtico ideario legionario:
— ¿Sabes a qué vienes aquí?, le preguntó Millán Astray al muchacho
— Sí, mi coronel: ¡A morir!
— ¿Quién te ha dicho eso? ¡Te han engañado!, reprendió el teniente coronel elevando la voz
— Aquí se viene a velar por el día y por la noche; a abrir trincheras, a abrasarte en verano, a helarse en invierno, a luchar sin fatiga, a retirar muertos y heridos cuando sea preciso, y después de todo eso, ¡a morir!
Desgraciadamente la bella, romántica y trágica historia de Baltasar nunca ha podido ser confirmada, lo que no impide que este valiente onubense haya pasado a formar parte para siempre de uno de los himnos militares más famosos de España y de la historia de la Legión como el auténtico y el primer “Novio de la muerte”.