3 diciembre, 2023 02:51

Raúl Berzosa es una ‘rara avis’: no sólo se dedica plenamente al arte y vive de ello, sino que, en concreto, lo hace del arte sacro. Es decir, pinta para decorar iglesias y otros edificios religiosos con lienzos de gran tamaño y frescos, como un artista del Renacimiento. Además, lo hace en un estilo realista propio también de aquella época dorada para ese tipo de arte. Este malagueño nacido en 1979 es ahora el único extranjero que decora los muros del presbiterio de la Catedral de la Inmaculada Concepción de Pekín (China).

La también conocida como Catedral del Sur es uno de los templos católicos más antiguos de China y el primero de Pekín. Lo fundaron misioneros jesuitas en 1605 y funciona como catedral desde 1690. El edificio actual, una imponente construcción barroca, data de 1904. Allí, Berzosa ha recibido el encargo de pintar tres lienzos de gran tamaño para sustituir a otros más viejos y en mal estado en la zona principal de la iglesia. 

La pintura central está dedicada a la iconografía de la Inmaculada Concepción y las otras dos laterales están relacionadas con los ángeles. Hace unos días Berzosa concluyó el cuadro principal, en el que se puede ver a la Virgen María rodeada de ángeles: todos ellos tienen rasgos chinos, un reto al que el artista malagueño ha tenido que enfrentarse para cumplir con algunos de los requisitos que el régimen comunista chino impone a la Iglesia Católica para funcionar de forma legal en el país.

La primera de las tres obras de Berzosa para el presbiterio de la Catedral de la Inmaculada Concepción de Pekín.

La primera de las tres obras de Berzosa para el presbiterio de la Catedral de la Inmaculada Concepción de Pekín. Cedida

“Ha sido muy agradecido pintar personajes con rasgos asiáticos, hace años hice algún personaje, pero nada que ver con esta pintura donde numerosas figuras tienen rasgos asiáticos, es un tema que había tratado con el cliente y ha quedado encantado con el resultado”, asegura Berzosa en conversación con EL ESPAÑOL, sin entrar en valoraciones políticas.

Al contrario de la creencia extendida en Occidente de que en China se persiguen las confesiones religiosas, éstas pueden existir y sus fieles pueden practicar la fe siempre que cumplan con las cada vez más restrictivas exigencias del Partido Comunista. En febrero de 2022, el presidente Xi Jinping impuso las “Medidas administrativas para grupos religiosos”, que entre otras, refuerzan las prohibiciones contra las reuniones de iglesias no registradas e insisten en que la religión entre en un proceso de ‘sinización’. Es decir que se haga más china.

Catedral de la Inmaculada Concepción de Pekín.

Catedral de la Inmaculada Concepción de Pekín. Wikimedia Commons

Así, el arte sacro en China tiene que manifestar las enseñanzas bíblicas desde un punto de vista chino y ajustado a los “valores socialistas”. Las figuras bíblicas, de la Virgen o de Jesucristo tienen que ser también reinterpretadas como un reflejo de una iglesia nacional sin influjo occidental. Teniendo en cuenta estas particularidades, el cliente de Berzosa –de quien no revela el nombre–, le llamó para el encargo, y él aceptó.

“Fue una sorpresa que desde un lugar tan lejano se fijen en la obra que uno realiza, es una responsabilidad grande ya que hay que estar a la altura del proyecto. Es un trabajo muy llamativo para mí y muy ilusionante, además son lienzos de gran formato, un tipo de obra con la que disfruto mucho y en la que me he especializado. Mi experiencia con los sacerdotes chinos es muy positiva”, dice Berzosa.

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De Málaga

El camino de Berzosa hasta convertirse en uno de los pocos pintores occidentales cuyo arte sacro se verá en China no se produjo de la noche a la mañana. Fue la exposición de sus impresionantes trabajos en España y en otros países como Estados Unidos, México, Guatemala, Italia, Colombia, Portugal y Ciudad del Vaticano lo que le ha llevado a convertirse en una especie de Miguel Ángel del siglo XXI.

Él rechaza esta etiqueta por exagerada: “Creo que eso es irrepetible, por la grandeza de la obra, la universalidad, el tipo de encargos recibidos y el tipo de formación del artista. Miguel Ángel es único”. Aunque no le falte razón, su nombre se ha posicionado como uno de los más prestigiosos del reducido circuito del arte sacro mundial en el siglo XXI.

Berzosa inició su carrera artística con 12 años, cuando comenzó a dibujar cómics. “Normalmente dibujaba lo que veía en la televisión. Lo llevaba al papel y mi padre, viendo que no se me daba mal, me apuntó a un taller local. Aquí es donde tuve mi primer contacto con el óleo”, asegura sobre sus primeros años.

Tras una década dibujando y pintando en talleres locales, en 2000, con 21 años, expuso su primera pintura pública, que era el cartel de salida procesional de una cofradía de Málaga en Semana Santa. Paralelamente, Berzosa ya se había matriculado en Historia del Arte en la Universidad de su ciudad natal y, entre eso y su cercanía al mundo cofrade de la ciudad, se especializó en el arte sacro.

Berzosa trabajando en el primero de sus tres cuadros para la Catedral de la Inmaculada Concepción de Pekín.

Berzosa trabajando en el primero de sus tres cuadros para la Catedral de la Inmaculada Concepción de Pekín. Cedida

“Mi introducción al mundo religioso llegó de la mano de las cofradías y la realización de pinturas que servían de carteles anunciadores para la Semana Santa. Estas primeras obras cofrades derivaron posteriormente a un arte sacro propio. Ya no copiaba las imágenes de las cofradías, sino que creaba mis propias figuras”, explica Berzosa.

Inspirado por Velázquez, Rubens, Sorolla, Murillo o Tiépolo, Berzosa fue forjando su propio estilo. También con referentes en el siglo XIX. “Me llama la atención la calidad técnica de muchos pintores decimonónicos y por supuesto sigo a compañeros, los cuales me aportan mucho. Muchos son los pintores de los que aprendo, me gusta ver como solucionan sus obras, el ver cómo se enfrentan a problemáticas pictóricas en el lienzo…”, prosigue.

Así, terminó en el arte sacro realista y en grandes composiciones. Según él, esta es su forma de expresión, a través de la que busca “transmitir al espectador y conmover”. Lo que al principio era un hobby, se convirtió poco a poco en una dedicación a tiempo completo. Sus primeros encargos locales y la difusión de su obra a través de redes sociales –donde cuenta con más de 80.000 seguidores entre sus perfiles de X (antigua Twitter) e Instagram–, fue llamando la atención de clientes de todo el mundo hasta que la suya se convirtió en una forma más de ganarse la vida.

Su entorno, sin embargo, siempre fue escéptico de que llegase adonde ha llegado: “En este camino siempre crea curiosidad decir que uno se dedica a la pintura. Lo normal era que me  preguntasen, ‘¿pero en qué trabajas?’, como si la pintura no fuese un trabajo en sí, o no al menos un trabajo serio”, dice. En sus primeros años, recuerda cómo familiares y amigos le recomendaban, “sin mala intención”, buscar un “trabajo serio”. Pero nunca se desvió de su objetivo.

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“Hay algo dentro que te dice que hay que seguir adelante… Cuando digo que me dedico, dentro de la pintura, al arte sacro, es cuando hay una gran sorpresa. Algunas personas me dicen si todavía hay encargos de ese tipo. Algunos lo ven como un anacronismo, pero es desconocimiento”, señala. 

Su persistencia hizo que con los años su arte generase interés, sobre todo, en un mundo –el religioso– en el que los artistas cada vez escasean más. Era un nicho de mercado huérfano de grandes artistas. Entre eso y su talento, las pinturas de Berzosa llegan en la actualidad a miles de personas, sobre todo fieles cristianos que se sienten inspirados con su obra en iglesias y escuelas, y por lo cual la escriben desde diferentes rincones del mundo. “Es lo que más me enorgullece”, asegura.

Decenas de clientes de los rincones más variados del mundo recorren miles de kilómetros para buscarle y encargarle obras, como los mecenas del siglo XVII. Van desde un colegio jesuita en Estados Unidos hasta la propia catedral de Pekín, pasando por el Vaticano o las cofradías andaluzas. Sus encargos y honorarios son tan variados como el tamaño y dedicación a cada una de sus obras: éstas van desde cuadros de un metro cuadrado, para los que emplea un mes; hasta la ejecución de un fresco tridimensional de 140 metros cuadrados con múltiples figuras en el techo de una iglesia.

Pintor de frescos

La obra más ambiciosa de Berzosa y que le dio fama mundial fue la bóveda del Oratorio de Santa María Reina en Málaga. Para ejecutar este proyecto, el artista pasó encerrado nueve meses en esta iglesia malagueña. El proyecto no sólo entrañaba una gran dificultad por su tamaño –aproximadamente 140 metros cuadrados– sino por la técnica: un fresco con figuras tridimensionales en la mejor tradición de los artistas de la Italia renacentista.

Berzosa trabajando en la bóveda del Oratorio de Santa María de Málaga.

Berzosa trabajando en la bóveda del Oratorio de Santa María de Málaga. Cedida

“La técnica no es la clásica del fresco sino que se usan materiales mucho más actuales; en este caso, pintura acrílica aplicada sobre el muro… Fue una obra bastante compleja a la que me tuve que enfrentar mentalizado de lo que realmente es, saliendo de mi espacio, del taller donde tengo mis óleos y mi caballete para coger un arnés y subirme en un elevador durante meses para pintar un techo”, recuerda Berzosa.

“Cuando uno está subido en ese elevador, mirando hacia arriba, no queda más remedio que acordarse de las grandes obras murales de Roma y pensar lo que pasaron esos artistas para realizar sus obras maestras”, añade. Pese a que han transcurrido más de 500 años de avances técnicos desde la finalización de los techos de la Capilla Sixtina o de la Iglesia de San Ignacio de la ciudad eterna, la dificultad de ejecución de una obra de estas características sigue siendo, a día de hoy, casi la misma, e incluso cuenta con más obstáculos, como la ausencia de referencias y maestros vivos que lo hayan hecho antes.

Bóveda de la Capilla Sixtina (Ciudad del Vaticano), pintada por Miguel Ángel Buonarroti entre 1508 y 1512.

Bóveda de la Capilla Sixtina (Ciudad del Vaticano), pintada por Miguel Ángel Buonarroti entre 1508 y 1512.

'El éxtasis de San Ignacio', de Andrea Pozzo, pintado en 1685 en la Iglesia de San Ignacio de Roma.

'El éxtasis de San Ignacio', de Andrea Pozzo, pintado en 1685 en la Iglesia de San Ignacio de Roma.

Por ello, tras su conclusión, Berzosa ganó fama mundial. El fresco del oratorio malagueño dio la vuelta al mundo. Además del techo de Santa María de Málaga y de la catedral de Pekín, sus otras grandes obras han sido lienzos para la Jesuit High School en Tampa (Florida, EEUU) y la Bethlem Jesuit Preparatory School en Miami; además de otras obras en Colombia, Argentina, Portugal, Italia, Reino Unido o en la Iglesia de Santa María Reina de la Familia en Guatemala.

El Vaticano también fue uno de sus clientes. De hecho, el estado pontificio le encargó una pintura por el 80 cumpleaños del Papa Francisco que sirvió para ilustrar el sello papal de aquel aniversario. “Es una gran dicha que mis obras se encuentren en tantos lugares; como pintor y como católico es muy importante poder evangelizar mediante las pinturas”, asegura.

Encontrar a Dios

La dedicación de Berzosa al arte sacro no es sólo por una cuestión estética, artística o estilística, sino que surge también del convencimiento y sus creencias personales. Para él, como lo ha tenido a lo largo de siglos de iconografía cristiana, este tipo de arte “tiene como función principal servir de culto a lo divino además de hacer más comprensibles las funciones litúrgicas”. Y este es uno de los motivos por los que se dedica a él.

“Trabajo de esta forma porque es lo que más me llena, por que la obra sea útil; es decir, no  para ver solamente una obra bella o una pintura que pueda ser fría, sino que esa belleza, como dijo el Papa Benedicto XVI, sea un camino para encontrar a Dios”, asegura. “La satisfacción de ver como mi obra sacra sirve a las personas me ayuda mucho a seguir en este camino”, añade.

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Aunque, como en el caso del techo del oratorio de Santa María, Berzosa ha tenido que trabajar en el lugar de la obra, la mayoría del tiempo lo pasa en su casa-estudio en el centro de Málaga. Es una piso antiguo, con techos altos, lo cual le permite ejecutar sus lienzos de gran formato. Ahora mismo, trabaja en la segunda entrega de sus tres lienzos de cuatro metros de altura para la catedral china. El primero, ya viaja a su destino.

Pese a la dificultad de sus encargos, Berzosa trabaja solo y no tiene ayudantes de ningún tipo. La mayoría de sus encargos vienen con instrucciones claras de sus clientes. Pero su prestigio dentro del mundo del arte sacro ha hecho que, con el tiempo, su flexibilidad creativa sea cada vez mayor.

“Los clientes confían mucho en mi criterio y la libertad de ejecución es absoluta”, dice Berzosa, cuyo nombre ya consta entre los nombres de los académicos honoríficos de la Pontificia e Insigne Academia de los Virtuosos del Panteón de Roma. Pese a esta libertad de creación, sin embargo, reconoce que él sólo es un eslabón más de una larga tradición en la que los cánones y listones están establecidos desde hace siglos.

“Para mí es una gran responsabilidad, porque esas pinturas después cumplen su función y en la mayoría de casos hay que tener formación para su realización, es decir, conocimientos para mostrar de forma adecuada cada escena. En este sentido, la licenciatura de Historia del Arte me aporta mucho en la utilización de la iconografía”, concluye.