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Hubo un tiempo no lejano en el que todos reverenciaban en Sevilla a los Benjumea, uno de los grandes apellidos de la economía española. Los dueños de Abengoa, la mayor empresa de Andalucía, se codeaban con el rey Juan Carlos y eran capaces de gastar 12,4 millones de euros en un Velázquez para regalárselo a su ciudad. Los Benjumea eran dueños de la empresa líder que inauguró la primera planta termosolar del mundo. Todo parecía ir bien hasta que en 2015, de la noche a la mañana, Abengoa quebró y la perdieron. Ésta es la historia de un apellido que ha perdido en gran medida su poder y con él su brillo social. Es lo que el viento se llevó.
En el árbol genealógico de la familia destacan cinco hombres: los poderosos padrinos-ministros Rafael (1876-1952) y Joaquín Benjumea Burín (1878-1963); su sobrino Javier Benjumea Puigcerver (1915-2001), fundador de la multinacional de ingeniería Abengoa, y sus dos hijos varones, Javier (1952) y Felipe Benjumea Llorente (1957). En la imagen que ilustra este reportaje se les ve a todos, en el siguiente orden: Felipe Benjumea Llorente, Javier Benjumea Puigcerver, fundador de Abengoa, Rafael Benjumea Burín, Joaquín Benjumea Burín y Javier Benjumea Llorente.
El padre del gigante Abengoa murió, con casi 87 años, en su chalé de la avenida de la Palmera de Sevilla el 31 de diciembre de 2001. Veinte años después, EL ESPAÑOL | Porfolio recorre los escenarios y la historia de una saga que llegó a ser la segunda fortuna de Andalucía, después de los Alba, y la número 24 de España con un patrimonio de 1.500 millones de euros, según Forbes.
Hoy han perdido el control de la multinacional tecnológica y su participación ha quedado diluida a poco más del 1,5%.
En concurso de acreedores desde febrero de 2021, los accionistas y los 13.500 trabajadores que quedan tras los EREs en Abengoa (el 80%, en España), de los más de 28.600 que había en plantilla en 2015, esperan que se materialice una inyección del Estado y la entrada de un posible socio inversor que la rescate y evite el despiece.
Quieren emprender una etapa nueva que aproveche su estratégica posición en el mercado mundial de las energías renovables y la ingeniería civil, con experiencia en ochenta países. La multinacional tecnológica alcanzó una deuda de 19.127 millones en 2015, reducida a los actuales 6.000 millones tras las ventas de filiales y la conversión de deuda en acciones por parte de los bancos.
Pero volvamos a la familia Benjumea.
Los hijos del creador
Javier Benjumea, creador de Abengoa, y Julia Llorente tuvieron 13 hijos: María Jesús (1945), María Victoria o Viví (1946), Blanca (1947), María Teresa o Maite (1949), Julia (1950), Javier (1952), Mercedes (1954), Elena (1956), Felipe (1957), Inés (1958), María (1960), Paloma (1961-1989) y Rocío (1965). El 15 de enero de 1989, a los 27 años, murió Paloma, víctima de una "fatal afección gripal", según detalló la nota necrológica en Abc. Está enterrada con sus padres en el panteón familiar ubicado en el cementerio del pueblo sevillano de Castilleja de la Cuesta.
Siguiendo la tradición conservadora familiar de la época, el padre promovió como estudiantes universitarios y herederos de la empresa a sus dos únicos hijos varones, el economista Javier y el abogado Felipe, que estudió Derecho en la Universidad de Deusto, en Bilbao, de los jesuitas. Las 11 hijas quedaron en la sombra.
En 1991, al jubilarse, el fundador nombró copresidentes de Abengoa a sus hijos Javier (heredero del Marquesado de Puebla de Cazalla) y Felipe. El primero se encargaba de las relaciones públicas y el segundo de la gestión y expansión empresarial. En 2007, Javier, con cargo formal de vicepresidente, dejó esa bicefalia y su hermano Felipe asumió en solitario la dirección de la empresa, para la que vivía en cuerpo y alma. El crecimiento e internacionalización de Abengoa se disparó con la política de Felipe Benjumea de abrir nuevos negocios en las energías renovables y sostenibles (de la eólica al biocombustible), además de las obras tradicionales de ingeniería, y de que la empresa asumiera no sólo el proyecto sino también la construcción y el servicio de sus instalaciones en todo el mundo, desde Omán a India, desde Brasil a Sudáfrica.
Esa expansión estratégica llevada a cabo desde Sevilla recordaba en su ambición a la de los conquistadores de hace cinco siglos, cuando la ciudad fue la capital del mundo y el puerto de origen y llegada de la primera circunnavegación del planeta con la expedición de Magallanes y Elcano (1519-1522). En el triunfal 2013, Abengoa facturó 7.356 millones, obtuvo un beneficio neto de 101 millones y tenía 26.000 empleados. En 2014, la compañía valía en bolsa 4.300 millones de euros.
En 2014 valía 4.300 millones en bolsa y facturaba más de 7.000. Pero en 2015 debía 19.000 millones y sus acciones no valían nada
Su crecimiento se hizo, sin embargo, a costa de fabulosas inversiones con dinero prestado por los bancos, lo que se tradujo en un endeudamiento de más de 19.000 millones de euros en 2015 (equivalente al 7,5% del PIB de Andalucía de ese año) y condujo al emporio tecnológico a la caída de la que aún ahora, seis años después, está intentando recuperarse. Las acciones se desplomaron hasta valer casi nada y la expulsaron del Ibex 35.
Su vanguardista sede, llamada Campus Palmas Altas, la diseñó Richard Rogers y costó 132 millones. Sus empleados la bautizaron Palmatraz por las horas extras sin cobrar y el control de su trabajo. No crearon comités de empresa hasta 2016.
Llamaron 'Palmatraz' a su sede por las horas sin cobrar y el control. No crearon comités de empresa hasta 2016
Los tíos poderosos
No se puede entender el nacimiento y expansión inicial de Abengoa sin el triunfo del franquismo y el papel protagonista que adquirieron dos Benjumea en los tiempos de las dictaduras de Miguel Primo de Rivera (1923 - 1930) y Francisco Franco (1939 - 1975). Javier Benjumea Burín (1879-1929), padre del fundador de Abengoa, tenía dos hermanos de gran capacidad como ingenieros y que hicieron carrera política: Rafael y Joaquín.
Rafael Benjumea Burín obtuvo en 1921 del rey Alfonso XIII el título aristocrático de conde de Guadalhorce por sus trabajos en este río malagueño. En él creó una planta hidroeléctrica y la presa en la garganta del Chorro, que incluía la pasarela sobre el abismo que hoy, rehabilitada, es la famosa atracción turística del Caminito del Rey. Luego, en 1926, Primo de Rivera lo nombró ministro de Fomento (Obras públicas) en uno de sus gobiernos, puesto desde el que desarrolló la red de ferrocarril.
Exiliado en Argentina para escapar de su procesamiento por participar en el golpe de Estado del general Sanjurjo de 1932 (lo condenaron a 8 años de cárcel), dirigió en Buenos Aires las obras del metro. Lo encarcelaron allí por el sobrecoste, lo absolvieron y, a su regreso a España, Franco lo relanzó en 1948 como presidente de Renfe, la empresa nacional de ferrocarriles, puesto que ocupó hasta morir en 1952. El entonces jefe del Estado le concedió la Gran Cruz de Carlos III (la misma condecoración que, en democracia, el rey Felipe VI le acaba de otorgar hace unos días al exvicepresidente del Gobierno y líder de Podemos, Pablo Iglesias Turrión).
Su hermano Joaquín Benjumea Burín, tío paterno del creador de Abengoa, tuvo con Francisco Franco cargos aún más importantes. Joaquín se implicó en política de lleno después de que, con el golpe militar de 1936, su hijo José Ignacio Benjumea Medina, voluntario falangista, muriera el mismo 18 de julio en un tiroteo en la plaza Nueva de Sevilla entre los rebeldes del general Queipo de Llano y los agentes fieles al gobierno de la República que resistían en el edificio de Telefónica. Fue una de las primeras víctimas mortales de la guerra civil en España.
El brillante ingeniero de minas Joaquín Benjumea se puso al servicio del general Gonzalo Queipo de Llano, responsable último del fusilamiento de más de 3.000 personas en la capital andaluza, incluidos el alcalde Horacio Hermoso (Izquierda Republicana) y todos sus concejales. El Ayuntamiento intenta ahora encontrar sus restos y los de los otros asesinados en la fosa común de Pico Reja, en el cementerio de San Fernando, en uno de cuyos panteones reposan los restos de José Ignacio Benjumea Medina, muerto en el tiroteo del 18 de julio de 1936.
El ingeniero Joaquín Benjumea se puso al servicio de Queipo de Llano y acabó siendo ministro de Franco
Joaquín Benjumea Burín, a quien vemos en fotos de los primeros años 40 vestido con uniforme militar negro, recibiendo a un enviado de Mussolini o saludando brazo en alto, fue presidente de la Diputación Provincial de Sevilla (diciembre 1936-diciembre 1940), alcalde de Sevilla (1938-1939), responsable nacional de Regiones Devastadas y Reparaciones (1938-1939), ministro de Agricultura y Trabajo (1939-1941), ministro de Hacienda (1941-1951) y gobernador del Banco de España desde 1951 hasta su muerte el 30 de diciembre de 1963. Los billetes de pesetas de esos años llevan su firma. Franco lo nombró primer conde de Benjumea por sus servicios. Ya era el segundo miembro de la familia que ingresaba en el orden aristocrático por sus méritos políticos y profesionales.
En esos años de posguerra, el gobierno franquista basó la reconstrucción o la construcción de infraestructuras en la explotación de los presos de guerra como mano de obra esclava, lo que fue muy intenso en Sevilla. El nuevo canal del Bajo Guadalquivir, que permitió convertir los latifundios de secano en rentables regadíos de 75.000 hectáreas, lo construyeron entre 1940 y 1962 batallones de trabajadores penitenciarios. El ministro visitó esa obra en 1940 al lado de Franco, como se ve en la fotografía inferior. La firma de Joaquín Benjumea, como presidente de la Diputación, también estaba en el acuerdo de 1937 para montar un campo de trabajos forzados en el barrio sevillano de Heliópolis, destinado a construir un colector municipal de aguas residuales. Era el campo de trabajo de El Colector. Un monumento con un trozo de tubería recuerda hoy a los represaliados políticos que trabajaron aquí entre 1938 y 1941.
El genio del fundador
En el árbol genealógico que ha establecido Luis Manuel de Villena Cabeza, llegamos al insigne Javier Benjumea Puigcerver, el patrón y patriarca de Abengoa. Criado en el pueblo de Castilleja de la Cuesta, cerca de Sevilla, Javier se quedó huérfano de padre en 1929, con 14 años. En esas fechas se había inaugurado en Sevilla la Exposición Iberoamericana, que fue, antes de la Expo de 1992, uno de los hitos en el desarrollo urbanístico y empresarial de la ciudad. El muchacho Javier, el menor y único hijo varón de los cinco de la familia, se presentó al examen de ingreso en la Escuela de Ingenieros de Caminos en Madrid para seguir los pasos de sus tíos, pero fracasó, como relatan Javier del Hoyo y José María Escriña en su biografía Javier Benjumea Puigcerver y el profesor Eugenio Torres Villanueva en el libro Cien empresarios madrileños.
No aprobó el ingreso en Ingenieros pero estudió en el ICAI de los jesuitas con sus becas. Les devolvió la ayuda con creces
Como alternativa, consiguió entrar en Instituto Católico de Artes e Industrias de Madrid (ICAI), regentado por los jesuitas. El gobierno de la II República los expulsó en 1932 y el alumno se fue a Lieja (Bélgica) al centro que la orden tenía allí, para continuar los estudios, gracias a una beca que le dieron los religiosos. Nació de esa manera el extraordinario apego a los jesuitas de Javier Benjumea. Les devolvería la ayuda con creces el resto de su vida y de forma póstuma, a través de él mismo o de sus hijos, apoyando las 27 Escuelas Profesionales de la Sagrada Familia (SAFA) que la orden tiene en Andalucía, o la creación de la jesuítica Universidad Loyola en Sevilla, a la que alojaron temporalmente en la sede de su empresa.
Tras servir como zapador en la guerra civil en el bando nacional y graduarse como ingeniero electromecánico, el emprendedor Javier dio el paso decisivo cuando el 4 enero de 1941 fundó en Sevilla la empresa Abengoa S.L. (Sociedad Anónima desde 1952), con su compañero del ICAI José Manuel Abaurre Fernández-Pasalagua y otros parientes y socios. El nombre de la empresa era un acrónimo de sus apellidos. Además de los Benjumea, las otras familias sevillanas herederas de los fundadores son los Abaurre, Solís, Sundhein y Aya.
Su socio Abaurre se metió a monje de la Cartuja de Jerez en 1949 y Javier Benjumea se quedó desde entonces como patrón en solitario de la floreciente empresa. El primer taller de Abengoa era un bajo en una casa de Heliópolis, el barrio acomodado creado en Sevilla para la exposición de 1929. Estaba en el número 17 de la calle Perú. La España de los vencedores y la de los derrotados se hacía aquí evidente, porque el taller estaba justo al lado de la mencionada obra del colector que en 1941 construían los presos políticos de la dictadura.
Abengoa nació con un capital inicial de 180.000 pesetas, que equivaldrían hoy, contando la inflación, al menos a 360.000 euros. El objetivo inicial era fabricar contadores de luz para los que ya tenían autorización, pero, por problemas de suministro, se dedicaron sobre todo a montajes eléctricos.
Abengoa nació con un capital de 180.000 pesetas, que hoy equivaldrían, con la inflación, al menos a 360.000 euros
Javier Benjumea demostró un ingenio y capacidad de trabajo impresionantes, pero el apoyo de sus influyentes tíos fue fundamental para que Abengoa creciese como la espuma con contratos estatales y para que él mismo hiciera carrera sentándose en los consejos de administración de algunas de las empresas señeras, de cabo a rabo del país, desde los Altos Hornos de Vizcaya a las Minas de Rio Tinto, en Huelva. Por ejemplo, para la electrificación de la ferroviaria Renfe, la que presidía su tío Rafael entre 1948 y 1952, montó las catenarias. Y su tío Joaquín, el ministro de Hacienda, lo colocó en la recién nacionalizada a los ingleses Compañía Española de Minas de Río Tinto: el ministro era en 1954 el presidente de su consejo de administración y el sobrino y hombre de confianza sería nombrado también miembro de su consejo, y luego su presidente desde 1958.
Javier Benjumea, ya un factótum de la industria española gracias a sus padrinos y a su probada eficacia en sus proyectos, atrajo inversiones extranjeras, como la de la estadounidense Gulf Oil Co. para construir la refinería en el Polo Industrial de Huelva, cuya filial Río Gulf de Petróleos presidió. Se sentó además en los consejos de administración del banco Urquijo o las bodegas Pedro Domecq. Y usó su propio consejo de administración en Abengoa para fichar y trabar relaciones con la élite política y empresarial española, bajo la dictadura y luego en democracia.
Su nómina de consejeros es una apabullante síntesis del poder español y en ella no faltan quienes, en virtud de las puertas giratorias entre despachos oficiales y empresas privadas, fueron ministros antes o después de su paso por Abengoa y sus filiales, desde Manuel Clavero Arévalo, de UCD, hasta el ingeniero Josep Borrell, del PSOE. El patrón también reclutó como consejeros a aristócratas, como a su vecino de la mansión de al lado en la avenida de la Palmera, el infante Carlos de Borbón-Dos Sicilias, primo del rey Juan Carlos.
A Javier Benjumea padre y a sus hijos los han reconocido siempre en Andalucía por crear decenas de miles de trabajos y no haber trasladado de Sevilla a Madrid la sede de Abengoa, convertida en la mayor empresa privada de la región y una de las principales de España. En paralelo a su actividad de ingeniería industrial, alimentó su faceta de filántropo, apoyando la misión educativa de los jesuitas (orden con la que Abengoa comparte la visión globalista). Como mecenas cultural, creó en 1982 la potente Fundación Focus-Abengoa, hoy Focus a secas (Fondo de Cultura de Sevilla), que sigue teniendo su sede y museo desde 1991 en el Hospital de los Venerables, cedido por el Arzobispado.
"Era un señor alto, con bigote, de voz grave. Transmitía prestancia. Se hacía notar", dice el pintor Daniel Bilbao
De su vertiente de mecenas y coleccionista tiene un grato recuerdo el pintor y decano de la Facultad de Bellas Artes de Sevilla, Daniel Bilbao. Siendo estudiante ganó el prestigioso premio de pintura Focus-Abengoa de 1988 y conoció así al magnate, del que aporta un apunte sobre su imponente presencia: "Después del premio, vino un día a mi estudio a comprarme cuadros. 'Ya veo que tiene un futuro muy prometedor', me dijo. Fue muy alentador que te dijera eso un hombre tan ilustre en Sevilla, tan emprendedor. Era un señor alto, con bigote, de voz grave. Transmitía prestancia y peso específico. Era una persona que se hacía notar", recuerda Bilbao.
"Abengoa era el motor cultural en Sevilla, el mecenas, y promovía los premios a los mejores expedientes académicos", añade. De esa manera, la empresa reclutaba a los mejores de la Universidad. Focus-Abengoa, con Felipe Benjumea Llorente ya de presidente, hizo su mayor demostración de poderío en julio de 2007, cuando compró en Londres como regalo para la ciudad de Sevilla el cuadro de Velázquez Santa Rufina. Pagó 12,4 millones de euros.
Javier Benjumea Puigcerver se casó en 1944 con Julia Llorente Zuazola, nacida en Argentina pero de origen vizcaíno y soriano.
A través de la familia de su esposa, Javier Benjumea echaría otra raíz agrícola, además de la ancestral de La Puebla de Cazalla, en otro municipio sevillano, Sanlúcar la Mayor. Se casó aquí con Julia en el oratorio de la finca Guadiamar, propiedad del suegro, un devoto que había fundado allí en 1941 la Hermandad de la Virgen del Rocío de Sanlúcar la Mayor.
La vinculación de los Benjumea con Sanlúcar la Mayor se agrandó con el tiempo. La sociedad familiar Inversión Corporativa (IC) S.A., a través de la que gestionan su participación en la tecnológica Abengoa, tiene su sede social en el cortijo de la finca Casa Quemada, colindante con su pionera instalación de energía termosolar, distinguible a muchos kilómetros de distancia por los rayos de luz de sus torres de concentración. Esta planta ha sido la bandera y el reclamo de la compañía, como se comprobó cuando el rey Juan Carlos vino a inaugurar su segunda fase al lado de Felipe Benjumea en 2009, o cuando sirvió de modelo para que el presidente Barack Obama apoyara la construcción de otras similares en Estados Unidos.
En el cortijo de Casa Quemada los Benjumea celebraron el 24 de junio de 2021 un consejo de administración de su sociedad familiar Inversión Corporativa. Qué imagen: el tradicional cortijo andaluz y los modernos helióstatos termosolares, lado a lado, mientras ellos, en medio, discutían cómo salir de su actual insolvencia.
Los nietos
Javier Benjumea Llorente, el hijo del fundador de Abengoa y hermano de Felipe, marqués de La Puebla de Cazalla, ha tenido siete hijos con Mónica Serra Goizueta, hija del marqués de San José de Serra: Mónica (1978, la primogénita, que debería heredar el título de su padre), Javier (1980), Inés (1982), Ignacio (1983), Alfredo (1984), María (1986) y Paloma Benjumea Serra (1989).
Felipe Benjumea Llorente está casado con Blanca de Porres Guardiola (1964). La pareja tiene cuatro hijos: Blanca (1990), Alejandra (1992), Felipe (1993) y Carla (1995). El padre estudió de niño con los jesuitas del colegio Portaceli en Sevilla y luego en el instituto público San Isidoro, pero a sus hijos los mandó al colegio bilingüe y católico de élite Highlands, que tienen en las afueras de Sevilla la congregación religiosa ultraconservadora Legionarios de Cristo y su movimiento seglar Regnum Christi.
Después, los cuatro han hecho estudios universitarios en Reino Unido y Estados Unidos. También los cuatro trabajaron o hicieron prácticas en Abengoa. Hoy, Blanca (como responsable de administración y tesorería) y Felipe (como director financiero) trabajan con su padre en H2B2, la empresa de generación y almacenamiento de hidrógeno a partir de energías renovables de la que es presidente y con la que se está labrando una nueva etapa profesional.
Felipe Benjumea continúa presidiendo la sociedad familiar Inversión Corporativa y la Fundación Focus, entre otros cargos de su larga nómina, que antes lo llevó a sentarse en consejos de administración como el de Iberia. Tras su salida de Abengoa, está promoviendo su imagen: desde 2020 tiene página web propia, y usa Linkedin y Twitter (aquí tenía 310 seguidores al cierre de 2021).
Por su lado, su hermano Javier Benjumea sigue figurando como presidente de las escuelas profesionales de los jesuitas, SAFA; en marzo, por ejemplo, participó en una entrega de premios a los niños del colegio de Écija (Sevilla). Antes, fue teniente de hermano mayor (el máximo cargo, descontando que el hermano mayor es el rey Felipe VI) de la Real Maestranza de Caballería, la orden nobiliaria propietaria de la plaza de toros, que reúne a lo más granado de la aristocracia sevillana. Entre otros muchos cargos, su currículo menciona que es vicepresidente de Telefónica Argentina o consejero del periódico Abc de Sevilla.
Lejos quedan ya los días en que hijos e hijas de Benjumea padre y los herederos de otras familias fundadoras cobraban fortunas (sin contar los dividendos) por sentarse en el Consejo de Administración. En 2008, el año del inicio de la crisis económica en España (a la que Abengoa hizo frente con más internacionalización), Felipe percibía 93.000 euros al año sólo como consejero, y Javier y María Teresa, 78.000. Ningún miembro de la familia se sienta hoy en el consejo y su participación en la empresa, mayoritaria entonces, ha quedado diluida en una fracción insignificante que los margina de la toma de decisiones. Su sociedad, Inversión Corporativa, ofrece en pago unos terrenos en el nuevo barrio de Buenaire, en la zona residencial de Santa Clara, para saldar su deuda con los bancos, canje admitido por el juez.
La casa familiar de la Palmera 9 se la han vendido a Ybarra S.A., otro apellido ilustre con el que están emparentados
El chalé de de dos plantas y casi mil metros cuadrados construidos donde crecieron los hijos del fundador de Abengoa en el número 9 de la avenida de la Palmera, obra de 1956, sirvió de inspiración para el nombre de otra de las sociedades de la familia, Palmera Nueve, ya disuelta. EL ESPAÑOL | Porfolio ha comprobado que han vendido la antigua residencia familiar a Ybarra y Compañía S.A., otro de los apellidos económicos clave de la economía sevillana y de origen vasco, con dos de cuyos miembros se casaron dos hijas del fundador. Julia con Gonzalo Guinea Ybarra y María con Eduardo Ybarra Mencos.
La empresa que fundó su padre en un taller en los bajos de una casa de Sevilla es hoy un gigante multinacional en la UCI. Sus acciones de Abengoa no valen casi nada. Pero los Benjumea siguen siendo ricos. Porque su apellido, ante el que se inclinaban todos los poderes, abre puertas aún. Desde su casa en el barrio de Santa Cruz, cerca de Los Venerables, Felipe Benjumea prepara la gran resurrección. Como la energía sostenible que ellos venden, el prestigio y la fortuna también se puede renovar.
Pero entre los Benjumea queda otra rama fuerte, los Benjumea Cabeza de Vaca, con más historias que contar y en plena proyección. Benjumeas hay tantos en España como 4.770 personas apellidadas así, pero ninguno comparable a la saga de Abengoa.