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No hay cosa que le guste más al excanciller alemán, Gerard Schröder (78 años), que ver ganar a su equipo desde que tenía seis años, el Borussia de Dortmund, en su estadio. Y si puede ser bebiéndose una cerveza, mejor. Bueno, en realidad, sí hay algo que le gusta más al exlíder germano: el dinero que gana de las empresas rusas, un millón de euros al año, y que le ha costado ser una de las personas más odiadas en Alemania y, de paso, dejar de ser socio del club de fútbol alemán.
Schröder [a veces escrito en español como Schroeder] se ha convertido en un paria dentro de su propio país por esa amistad maldita, aunque llena de negocios y billetes, y está a punto de que lo expulsen del partido al que pertenece desde los 19 años, el socialdemócrata SPD. Es la diana perfecta para quienes denuncian sus vínculos fraternales con el presidente ruso; le han abandonado todos los trabajadores de su oficina con una dimisión en bloque y hasta ha tenido que renunciar a la ciudadanía honorífica de su ciudad natal, Hannover, antes de que se la quitaran. La última persona a la que retiraron ese título fue a Adolf Hitler.
Ha renunciado a la ciudadanía honorífica de su ciudad, Hannover, que sólo se la había retirado antes a Hitler
Hay que recordar que cobra 9.000 euros al mes como excanciller, cuenta con varios despachos, siete personas a su servicio y seguridad como privilegio por el cargo que ha ocupado y que le suponen unos 400.000 euros al año al Estado alemán. De hecho, ya son muchos diputados en el Parlamento los que piden que se le retire toda la asignación y la mayoría está negociando que, al menos, se le rebajen las prestaciones.
Y todo porque Schröder sigue defendiendo a Putin a capa y espada −incluso ha puesto en duda que el líder ruso tenga responsabilidad en la matanza de Bucha− mientras mantiene sus lucrativos puestos de consejero en tres empresas energéticas rusas: Rosneft, Nord Stream 2 y Gazprom.
El último clavo a su tumba política ha sido la entrevista que dio a The New York Times el pasado 23 de abril, donde dejaba claro que no está dispuesto a entonar "ningún mea culpa" por lo que muchos consideran una política de vasallaje que ha dejado a Alemania en manos de Rusia con su dependencia energética. En otras entrevistas, entre chistes y chascarrillos, el excanciller alemán incluso ha asegurado que si él se había hecho rico con estos negocios, Alemania también.
La responsable del SPD, Saskia Esken, ha insistido en una radio alemana que Schröder "ha estado actuando durante muchos años solo como un hombre de negocios, y deberíamos dejar de verlo ya como un estadista mayor, como un excanciller".
El propio canciller alemán, Olaf Scholz, ha tenido que contestar a su antecesor en el cargo en uno de los momentos más difíciles de su carrera, cuando se dirime entre cortar el gas ruso que alimenta Alemania o seguir financiando a Putin. "No habla por el Gobierno, no trabaja para el Gobierno. No es el Gobierno. El canciller soy yo", aseguró en una entrevista en la CNN.
En Decisiones. Mi vida en la política, la biografía del "señor del gas", como muchos lo llaman en Alemania, publicada en 2006, el propio excanciller ya elogiaba "la inteligencia", la "sobriedad" y "la potencia física" de su amado Putin, que habla fluidamente alemán desde su época de espía para el KGB.
En la historia del germano muchos han destacado cómo las circunstancias de su infancia han marcado tanto su forma de vivir como la relación tan íntima que mantiene con Putin: la pobreza de sus primeros años de vida; un padre muerto cuando luchaba con los nazis en el frente oriental al que no llegó a conocer; una madre que se volvió a casar con un enfermo de tuberculosis y tuvo que sacar adelante a sus cinco hijos como limpiadora y hasta el hecho de que Gerhard, que vivió entre chozas y asentamientos durante años, tuviera que trabajar de botones mientras estudiaba el bachiller y la carrera de Derecho en el nocturno.
Cuando murió Erika Vosseler, su madre, a los 99 años de edad, sus hijos escribieron sobre su tumba: "La llamamos leona, porque luchó toda su vida por nosotros".
El propio exdirigente alemán aseguró que precisamente ese pasado pobre y duro es el que ha hecho que se entendiera tan bien con Putin: "Nuestras dos familias sufrieron terriblemente durante la Segunda Guerra Mundial. Perdí a mi padre. El hermano de Putin murió durante el sitio alemán de Leningrado", explicó en 2016 en una entrevista a un medio germano.
"Eso creó cierta cercanía (...). Hubo una sensación de que podemos confiar el uno en el otro", añadió después.
Pero aún hubo dos momentos más en el presente que volvieron a enredar los caminos de Gerhard y Vladímir personalmente: la visita en 2004 de Schröder a Rumanía a la tumba de su padre, que no había visto antes, y la adopción de dos niños rusos −sus dos únicos hijos− en un orfanato de San Petersburgo, la ciudad natal de Putin y de la que este fue vicealcalde, en un sueño de familia que en Alemania le hubiera resultado muy difícil de llevar a cabo porque él ya tenía 60 años y su mujer 41.
"Mi esposa y yo no tuvimos ningún privilegio y nunca lo habríamos aceptado. El código civil no establece ningún límite de edad para la adopción", se defendió entonces Schröder.
Los oleoductos de Schröder
Nord Stream 1. El proyecto de este primer gran gaseoducto estaba proyectado incluso antes de la llegada de Schröder y Putin al poder. Sin embargo, fue el líder alemán el que lo aprobó 10 días antes de abandonar el Gobierno. Y dos meses después de dejar la Cancillería, Gerhard se unió a su consejo de administración. Putin lo llamó personalmente para que entrara en el proyecto y él, como confesó a un medio alemán, vio que era una buena forma de ganar dinero. "No podía volver a ser un abogado que se ocupara de contratos de alquiler. Necesitaba un proyecto", aclaró. El oleoducto no se inauguró hasta 2011.
Nord Stream 2. El proyecto, que ha costado 11.000 millones de dólares, fue fruto del trabajo de lobby que hizo Schröder, entre otros, pese a las reticencias que surgieron en 2014 con la invasión de Crimea. Ahora se ha conocido que desde enero de 2015 hasta octubre de 2017, hubo hasta 62 reuniones de presión con los dirigentes germanos que tenían que tomar decisiones. En muchas estuvo presente el excanciller.
Amistad eterna y 'Ostpolitik'
La unión entre los dos dirigentes se ha calificado muchas veces como "bromance", término inglés para determinar una relación muy estrecha entre dos hombres de carácter no sexual. Es decir, de auténtica fraternidad. Muchos de los que los conocen aseguran que tienen el mismo carácter fanfarrón y machista y una historia de superación familiar que los guía en valores parecidos: amor al dinero, despotismo y chistes malos.
De hecho, cuentan que la primera impresión que le quedó grabada a Putin en el alma fue cuando invitó a Schröder a la sauna de su casa. En un momento dado se prendió fuego parte de la instalación y el líder ruso le apremió a salir: "Cuando me acabe la cerveza", le contestó el alemán. En ese momento, Putin debió de pensar: "Este es de los míos".
Schröder defiende la 'Ostpolitik', el acercamiento al bloque del este y a la Unión Soviética a través del comercio
Por eso, no sorprendió a nadie que, en 2004, cuando Putin acababa de ganar con el 71% de los votos unas elecciones presidenciales con muchas dudas y dinamitando la existencia de cualquier partido opositor, el canciller alemán aún en su cargo asegurara que el líder ruso era "un demócrata impecable".
Tres palabras que supusieron un escándalo en Alemania y eso que Schröder aún no cobraba legalmente de los rusos y simplemente emergía como un político defensor de la llamada Ostpolitik, la política de acercamiento al bloque oriental, incluida la Unión Soviética, que surgió en el país en los años 60.
El excanciller alemán tenía sólo 25 años cuando otro socialdemócrata, Willy Brandt, asumía la presidencia alemana. Era 1969 y fue él quien desarrolló una Ostpolitik basada, principalmente, en el comercio como arma para conseguir un cambio radical en las relaciones entre la Alemania Federal y el bloque soviético.
Con la caída del muro de Berlín, esta política basada en las relaciones comerciales fue el eje de la estrategia exterior de Alemania, un país sin proyección militar, y, curiosamente, tuvo más seguidores entre los socialdemócratas que entre el centroderecha.
"Básicamente, desde la década de 1960, la cooperación con la Unión Soviética y luego con Rusia ha sido una constante (...) incluso en los momentos más duros de la Guerra Fría, nunca hubo problemas", aseguró Schröder en la entrevista con The New York Times.
Pero 2014 fue un antes y un después para la mayoría de los políticos pro Ostpolitik excepto para el excanciller alemán. La invasión de Crimea por parte de Putin y su posterior anexión acabó con muchos dirigentes germanos rompiendo vínculos con el Kremlin y poniendo el foco en la excesiva dependencia de Alemania de las empresas rusas. Se sucedieron declaraciones en contra de Moscú y muchos alentaban a buscar alternativas al gas del este.
Sin embargo, ese mismo año, Gerhard cumplía 70 años y la celebración a lo grande fue organizada por la empresa Nord Stream en el Palacio Yusupov de San Petersburgo, junto a su gran amigo Vladímir Putin, donde se abrazaron mucho, bebieron mucho, bromearon más y, según dijo Schröder, no hablaron de política.
Sus cinco esposas
El excanciller alemán ha pasado hasta cinco veces por la vicaría, aunque sea de forma civil. La última le ha costado una multa de 22.000 euros impuesta por un tribunal de Corea del Sur que dictaminó, según una ley de 2015, que había cometido adulterio con su última esposa, la traductora coreana Kim So-yeon, oficialmente la señora de Schröder desde 2018.
Antes de esa fecha, entre los corrillos políticos se conocía al socialdemócrata alemán como "el canciller Audi", porque en realidad había llevado tanto anillos en su dedo anular como el símbolo de esta marca de coches.
Su primera mujer, de la que apenas hay imágenes, fue Eva Schubach, una bibliotecaria amiga de la infancia. Él tenía 24 años cuando en 1968 dio su primer sí quiero que le duró, exactamente, cuatro años hasta su divorcio. Dicen que Eva no apoyaba tan explícitamente su carrera política y que Gerhard no contaba entre sus virtudes con la de la fidelidad hacia sus parejas.
Por eso, este fumador de puros empedernido, al que llamaban también "el señor de los anillos", añadió un segundo aro a su dedo en 1972, poco después de su divorcio. En este caso, la afortunada fue una profesora y activista política, Anne Taschenmacher, con la que estableció su media matrimonial, reconocida por él mismo: 12 años.
Anne sí lo acompañó en sus primeros pasos en la política e incluso durante su entrada al Bundestag como diputado del SPD por el distrito de Hannover, su ciudad natal, en 1980. En los círculos próximos a la pareja se decía que ya llevaban separados un año cuando, finalmente, ambos decidieron firmar los papeles de la separación para que Gerhard volara libre de nuevo.
Otros expresidentes que abandonaron a Putin
Matteo Renzi (Italia). El exprimer ministro italiano (2014-2016) dimitió el pasado mes de febrero del cargo que ocupaba en la mayor compañía de vehículos compartidos de Rusia, Delimobil, que fue fundada por el italiano Vicenzo Trani.
Christian Kern (Austria). El excanciller austriaco (2016-2017) era miembro del consejo de la empresa estatal rusa de ferrocarriles RZD y anunció, igual que otros líderes europeos, que abandonaba su cargo inmediatamente en febrero.
Esko Aho (Finlandia). El expresidente finlandés (1991-1995) no tardó nada después de la invasión de Ucrania en abandonar su cargo de director independiente y miembro del consejo de supervisión del banco Sberbank, uno de los más importantes de Rusia.
François Fillon (Francia). Unos días más tardó el exprimer ministro francés (2007-2012) en anunciar su renuncia al consejo de administración de la industria petroquímica Sibur, propiedad de dos de los hombres más ricos de Rusia. Había llegado al puesto el pasado mes de diciembre.
Dos años tardó el excanciller alemán en volver a poner un anillo de boda en su mano. En 1984, se casó con Hiltrud Marion Schwetje, más conocida como Hillu. Se trataba de una ecologista de familia bien posicionada, miembro del SPD, que protagonizó muchas campañas en favor de los derechos de los animales y por el veganismo.
Su separación, en 1996, fue seguida casi al detalle por los medios sensacionalistas alemanes puesto que Schröder ya era ministro y un miembro importante en el partido socialdemócrata (dos años más tarde conseguiría convertirse en canciller de Alemania). Muchos reporteros se referían a ellos como los Kennedy de la Baja Sajonia, donde el exlíder germano había consolidado su carrera y sus ascensos.
Entre los desencuentros de la pareja se contó que ella era vegetariana estricta y no dejaba entrar en casa las famosos currywurst (las salchichas alemanas), que Schröder tenía que comer fuera cada vez que le apetecía. En realidad, lo que Schröder tenía fuera era una amante, la periodista Doris Köpf, 19 años menor que el futuro canciller y su cuarta esposa.
Hillu y Gerhard se divorciaron en 1997. Estuvieron juntos 12 años, la media que duran los matrimonios para el socialdemócrata. Él mismo le vaciló a Doris Köpf cuando se convirtió en su cuarta esposa diciéndole que cada docena de años, cambiaba de mujer: "En ese caso, mi sucesora tendrá que ser capaz de empujar una silla de ruedas", aseguran los medios alemanes que le contestó ella. El entonces líder de Alemania tenía 54 años.
Con Doris (58 años), que ya tenía una hija de su anterior matrimonio, Schröder adoptó a sus dos únicos hijos en un orfanato de San Petersburgo: en 2004, su hija Viktoria, y en 2006, su hijo Gregor. La periodista fue la que más relación tuvo con los Putin puesto que compartió con la mujer de Vladímir tardes en la ópera, paseos por Berlín y Moscú y hasta representaciones de ballet.
Incluso las dos familias pasaron unas Navidades juntas en la capital rusa (2001), invitados personalmente por Putin, donde se les pudo ver viajando en un trineo por la nieve o siendo recibidos por los máximos representantes de la Iglesia Ortodoxa.
Pero al excanciller se le volvió a acabar el amor, esta vez a los 18 años de matrimonio, el más duradero, y se separó en 2015. La propia Doris hizo pública la decisión en un post de Facebook en el que dejó clara que la ruptura se debía al romance de Schröder con la traductora surcorena Kim So-yeon.
Durante esos 18 años Doris y Gerhard también fueron una pareja muy mediática y, sin embargo, escasean las fotos de sus hijos o de ellos en familia. La propia periodista aseguró que el expolítico no se hacía mucho cargo de los pequeños incluso después de dejar la Cancillería alemana. Doris Köpf es actualmente miembro del parlamento estatal por el SPD en Hannover y mantiene una relación desde su divorcio con el ministro del Interior socialdemócrata de Baja Sajonia, Boris Pistorius.
En el documental de ZDF zeit Mens Schröder (¡Hombre Schröder!), el canciller hablaba así de su propia vida sentimental: "Si algo salió mal en mi vida personal, sin duda fue más por mí que por las mujeres con las que estuve".
Muchos de los analistas sociales que han seguido la vida privada del exlíder de Alemania han asegurado que casi todas sus parejas son mujeres fuertes, con ideas propias y que han sufrido, finalmente, las infidelidades de su marido.
La última en ponerse un anillo y romper el símbolo de Audi ha sido Kim So-yeon (54 años), una representante de la agencia alemana de desarrollo empresarial NRW Invest. La relación con la coreana, como hemos explicado antes, obligó al excanciller a hacer frente a la denuncia de su exmarido por infidelidad extraconyugal, basándose en una ley de 2015 de Corea del Sur en el que se castiga duramente este tipo de comportamientos.
La expareja de Kim, y padre de su hija, había prometido no tomar ningún tipo de acción si Kim no se casaba con el germano, pero la unión de ambos acabó en boda y en los tribunales, casi al mismo tiempo.
"El chico de los recados de Putin"
Caso Navalny. El opositor ruso, Alexander Navalny, ha sido uno de los más críticos con Gerhard Schröder, al que llamó, directamente, "el chico de los recados de Putin", acusándolo de "proteger a asesinos". Después del intento de asesinato que sufrió Navalny por envenenamiento −estuvo recuperándose precisamente en un hospital alemán−, el opositor insinuó que el excanciller no sólo cobra el pago oficial de las empresas rusas por los cargos que ocupa, sino que también tiene "pagos encubiertos" por el trabajo sucio que hace en Alemania y en Europa de blanqueamiento del régimen ruso.