Abuobida Yousef vio a su amigo morir aplastado en la valla de Melilla el 24 de junio. Su otro acompañante en el viaje migratorio hoy está en la cárcel de Nador. Tras el salto, él fue devuelto en caliente desde territorio español a Marruecos. Por eso, este joven sudanés quiere que "se sepa la verdad" sobre esta tragedia que implica a los gobiernos de España y Marruecos, y que pone en el punto de mira la respuesta oficial del Ministerio del Interior y, concretamente, las declaraciones de Fernando Grande-Marlaska, que en su momento "elogió" el trabajo de "contención" de su "fiable" socio marroquí.
Sin embargo, el crudo relato de Aboubida contradice la versión oficial remitida por el Gobierno. «La policía nos pegó con porras y pistolas, querían matarnos. Asesinaron a mis amigos enfrente mía, a mis pies. Me tiraron en una zona donde todos estaban heridos. Nos dejaron allí horas, como si fuéramos animales», condensa, en pocas palabras, este joven. Él vio con sus propios ojos el horror en la frontera sur de Europa. Tras ser devuelto el 24-J, volvió a entrar a Europa en una patera a través de Canarias.
El joven narró su historia en exclusiva a EL ESPAÑOL tan sólo unos días después de la desgracia. En respuesta, la BBC se hizo eco de los testimonios recogidos por este medio en su reportaje Así miraba España como decenas de personas morían aplastadas en su frontera. Durante aquella entrevista concedida en el mes de julio, el inmigrante relató que había conseguido pasar a Melilla, pero que las autoridades españolas lo devolvieron, las fuerzas marroquíes lo golpearon y lo dejaron tirado sobre los cuerpos de otros compatriotas sudaneses.
Recientemente unos vídeos compartidos por la cadena británica documentaban la brutalidad con la que la gendarmería marroquí actuó contra los inmigrantes que cruzaron la valla. En las durísimas imágenes se puede ver a decenas de hombres heridos, algunos muertos, que son arrastrados por el suelo. Durante aquel fatídico 24 de junio al menos fallecieron 24 personas y otras 70 se encuentran desaparecidas. El vídeo en cuestión, al cual ha podido acceder EL ESPAÑOL | Porfolio, fue obtenido por la Asociación Marroquí de Derechos Humanos (AMDH) días después de la catástrofe. Marlaska calificó la investigación de la BBC de "programa de televisión".
Aboubida Yousef fue valiente al denunciar ante una cámara y a cara descubierta lo que ocurrió en la valla de Barrio Chino, entre Melilla y Nador. El documento audiovisual removió a la clase política porque contradijo la versión oficial y mostró cómo la policía marroquí arrastró de vuelta a Marruecos varios cuerpos de migrantes que estaban en territorio español. Sin embargo, a pesar de la dureza de las acusaciones, el Ministerio de Interior mantiene a EL ESPAÑOL | Porfolio que «todos los rechazos en frontera fueron ajustados a la legalidad», a pesar de las imágenes difundidas y los testimonios recabados.
Por su parte, el Fiscal General del Estado, Álvaro García Ortiz, no quiso dar detalles de la investigación abierta por la Fiscalía sobre la muerte de al menos 23 personas migrantes (cifra oficial). «No hacemos comentarios de investigaciones en marcha. Me van a perdonar que no aclare nada en este sentido», dijo a la prensa española en su viaje a Rabat el viernes en el marco de un programa de hermanamiento con Europa, en el que la Fiscalía española iba a apoyar al Ministerio Público marroquí.
Desde Melilla, el Servicio Jesuita a Migrantes (SJM), explica a este medio que las devoluciones que denuncia Abuobida «suelen pasar», y añade que desde su punto de vista, «estos rechazos son ilegales, son devoluciones en caliente». Finalmente, SJM considera que el 24 de junio «no se dio un trato personalizado a cada persona en la frontera, teniendo en cuenta que la mayoría de estos migrantes tienen derecho a protección internacional».
En una reciente segunda entrevista con EL ESPAÑOL | Porfolio, Abuobida tiene claro que «es bueno que la gente sepa lo que ocurrió». Allí perdió a su amigo, pero también vio morir a muchos otros colegas, porque aunque no conociera sus nombres había convivido con ellos durante tiempo en el monte Gurugú.
«Sufren y viven una vida mala en Marruecos, y por eso quieren ir a Europa», relata. «Los detienen, los meten en prisión o los expulsan lejos, a las fronteras con Argelia y el desierto. No son felices porque no son libres. No están seguros allí, y no sirve de nada pedir asilo, nadie te tiene en cuenta. No nos respetan, nos tratan como a animales», explica Abuobida sobre la situación de los migrantes en el país vecino tras la desgracia del 24 de junio.
La conversación discurre por teléfono porque se encuentra en una casa de acogida en París. En octubre, llegó a Francia a través de España, pero estos días espera una resolución por la que le podrían enviar de vuelta a nuestro país, ya que «fue el primero que pisé en Europa». Dice que se siente bien aunque durante casi una hora de encuentro tose en varias ocasiones. Acaba reconociendo, que tiene que «ver al doctor».
En patera a Canarias
Efectivamente, la segunda semana de agosto Aboubida desembarcó en las Islas Canarias. Tan sólo había pasado un mes y medio de ser expulsado de Melilla, pero el joven se aventuró en una embarcación precaria desde Tan Tan a Lanzarote. Reconoce que en las 34 horas de travesía pasó «miedo en muchos momentos» y que, en respuesta, tanto él como sus compañeros rezaban.
El sudanés viajaba en una patera de 64 personas de origen subsahariano, entre ellas 19 mujeres y 9 niños. Fue el único que no pagó por ese viaje migratorio a través del Oceáno Atlántico, la ruta marítima más peligrosa. «Cada pasajero tiene un precio, pero todos rondan entre los 1.500 y 3.000 euros, y los marroquíes son quienes lo organizan», detalla Abuobida.
Después de ser devuelto de Melilla a Nador, las autoridades marroquíes lo expulsaron la noche del 24 de junio en un bus a Beni Melal, una ciudad del Atlas en el centro de Marruecos. Allí conoció a su «pasador». Llegaron a un acuerdo. «Como yo no tengo dinero, me dijo que si le conseguía gente para el viaje no me cobraba. Y le llevé a dos amigos senegaleses» detalla.
A pesar de haber pasado cinco años desde que dejó su país por la guerra, pasando por Libia, Argelia y Marruecos, su periplo no finalizó en Lanzarote, lugar de llegada de la mayoría de pateras desde el sur y el Sáhara Occidental. Lo trasladaron al campamento de migrantes de Las Raíces en La Laguna (Tenerife), gestionado por Accem. «Éramos mucha gente. No sé cuántos exactamente, pero más de 500 seguro», recuerda Abuobida.
En ese antiguo acuertalamiento militar, en una zona de bosque muy húmeda, pasó un mes y dos semanas, hasta que viajó a Sevilla. Sin embargo, no solicitó asilo en España porque deseaba vivir en Francia.
Entradas por la valla de Ceuta
Precisamente la falta de dinero y el acoso de las fuerzas de seguridad marroquíes en los montes y campamentos de migrantes empujó a esos dos millares de personas a intentar cruzar la valla de Melilla en junio. Sin embargo, tras el control en el norte de Marruecos y la represión que sufrieron los sudaneses que no consiguieron salir del país magrebí, aquellos que no están en la cárcel indagan nuevas fórmulas para entrar en Europa y pedir asilo al huir de la guerra en su país.
De esta manera, según ha podido saber EL ESPAÑOL | Porfolio, algunos otros sudaneses viajaron también en embarcaciones precarias a las Islas Canarias desde El Aaiún, capital del Sáhara Occidental. Igualmente, se registraron entradas de migrantes supervivientes de la tragedia por la valla de Ceuta, pero no en grupo, si no de uno en uno.
En lo que llevamos de año, las entradas terrestres por Ceuta y Melilla han aumentado un 25,8% respecto al mismo periodo de 2021. En el caso concreto de la frontera ceutí, se han registrado 305 llegadas más que el año anterior, superando el 50%. En el marco de la lucha contra la migración irregular, Marruecos, que como España señala a las mafias como responsables, reforzará la región colindante con Melilla con una nueva base militar aérea.
Por otro lado, Marruecos, España y la propia Unión Europea han llegado a nuevos acuerdos económicos. El más reciente, consensuado en octubre en Consejo de Ministros, fue el de la concesión de una ayuda de 30 millones de euros para luchar contra las mafias que trafican con personas. Y, precisamente, ahí es donde Marruecos juega con una posición de fuerza, la de guardián de las fronteras.
[Levantando la Marbella Marroquí: El Plan de Mohamed VI para Arrinconar Ceuta y Melilla]
España le entregó 30 millones de euros para frenar la inmigración irregular en mayo de 2021, cuando dejó pasar a 12.000 personas a Ceuta ante la impasividad de las Fuerzas de seguridad en la frontera de Castillejos. En todo caso, las autoridades marroquíes sostienen que necesitan alrededor de 500 millones de euros anuales para afrontar los gastos de control de sus fronteras. Así, el ministro de Interior español, Fernando Grande-Marlaska, demandó este verano a Europa que incremente los fondos destinados a proyectos de colaboración migratoria en África. Además, viajó a Rabat junto a su homóloga europea, Ylva Johansson.
Las actuales políticas migratorias aplicadas en las fronteras de Ceuta y Melilla suelen verse bajo el prisma de su supuesto excepcionalismo, como explican los investigadores Xavier Ferrer Gallardo y Lorenzo Gabrielli.
Sin embargo, esa excepcionalidad «oculta la institucionalización de prácticas discrecionales y letales en nombre de la defensa de esta frontera hispano-europea y la colonialidad de la violencia que allí tiene lugar», asegura a EL ESPAÑOL | Porfolio Elsa Tyszler, autora de una tesis doctoral en Sociología sobre la violencia del control migratorio en las fronteras de Ceuta y Melilla. «La colonialidad del control migratorio en esta frontera es sorprendente».
Abuobida dejó atrás la guerra de su país, que desintegró a su familia, y el maltrato sufrido en varios otros Estados por los que deambuló. Hoy mira hacia adelante. Quiere estudiar idiomas y convertirse en traductor oficial para ayudar a otros migrantes. Recuerda que en la patera a Canarias «estaba desesperado porque todos hablaban francés, y entendía». También quiere aprender español. Se despide con lo poco que ha aprendido, de momento, con un sencillo «hasta mañana».