Las temperaturas en estas lomas no suelen pasar en verano de los 35 grados. La vegetación de Sierra Morena rebaja el termómetro sensiblemente, en contraste con la canícula de Córdoba, ubicada a sólo 20 kilómetros de Cerro Muriano. En invierno aquí puede llegar a hacer mucho frío y esa mañana se presentaba helada. No había amanecido siquiera, eran las 5 de la mañana cuando sonó la corneta y el embalse estaba a punto de helar.
En la base militar despertaba la brigada orgánica polivalente Guzmán el Bueno X, considerada una de las más punteras del Ejército español. Cerca de 60 hombres estaban llamados a hacer maniobras y entre ellos, dando ejemplo, Ignacio Zúñiga, un capitán del destacamento que había dejado la Legión en 2021.
Allí sirvió como teniente del Tercio Don Juan de Austria y del grupo táctico “Valenzuela”, otra unidad del Ejército de Tierra que suele intervenir en misiones internacionales. En marzo de 2020 Zúñiga también se preparaba, realizando maniobras, para intervenir en una operación europea en Malí.
[El capitán de los soldados ahogados en Córdoba ordenó más veces ese ejercicio sin línea de vida]
El entonces teniente describía esos ejercicios practicados en Viator (Almería) “con condiciones meteorológicas adversas”, como una “simulación” de las "condiciones de trabajo" que encontrarían en el país africano, que lleva años asediado por milicias yihadistas vinculadas a Al Qaeda.
Lo que ocurrió después ya se ha contado. La expedición entró en un embalse antes de que saliera el sol, con 2 grados de temperatura. Llevaban mochilas con unos ocho kilos de peso, en las que a algunos el capitán había añadido un lastre de otros 3,5 kilos como castigo, según el escrito del juez. Ignacio Zúñiga pidió al destacamento que no se agarrase a la cuerda de seguridad, no les había facilitado un arnés de seguridad llamado “línea de vida” ni había previsto la presencia de ambulancias.
Ya se había adentrado más de una veintena de militares en el agua cuando se escucharon voces gritando: “Socorro, me ahogo”. Varios integrantes de la tropa se agarraron a la cuerda que marcaba la ruta a la desesperada, pero la soga no aguantó el peso y terminaron hundiéndose.
Sólo entonces el capitán ordenó que se soltara uno de los extremos para poder tirar de él y rescatar a quienes ya estaban completamente sumergidos. Sin embargo, al desatar el nudo de la cuerda los militares se hundieron aún más, según el testimonio de varios testigos.
El cabo Miguel Ángel Jiménez Andújar, de 34 años, y el soldado Carlos León Rico, de 24, murieron ahogados en las aguas cenagosas de un embalse de tres metros de profundidad en el que apenas se podía ver nada. El soldado León era uno de quienes portaban ese peso extra en su mochila, penalizado por el capitán. Otros tres reclutas fueron atendidos por hipotermia y uno de ellos tuvo que ser reanimado por sus compañeros tras salir del agua inconsciente.
[Imputan al capitán y a otros dos mandos militares por la muerte de dos soldados en Cerro Muriano]
Los audios de la rabia
Horas después de la tragedia, comenzaron a circular por los grupos de WhatsApp de los soldados varios mensajes de audio en los que presuntos testigos contaban punto por punto lo sucedido. "Hemos empezado a ayudar como hemos podido. Yo me he metido con el agua hasta las rodillas y me puse en la orilla a sacar gente. El sargento y el teniente estaban temblando de frío", cuenta en la grabación uno de los supuestos integrantes de las maniobras, como ya publicó EL ESPAÑOL.
Según este testimonio, los militares que todavía no habían entrado en el agua fueron quienes auxiliaron a sus compañeros. A continuación llamaron a una ambulancia, pero al hacer recuento “faltaba un compañero”. “Hemos ido a buscarlo, hemos batido toda la zona y no hemos visto nada", relata. "Llevaban toda la semana diciendo que nos iban a mojar. Por lo visto nos querían meter en el agua anoche y al final ha sido esta mañana. Vaya tela, la necesidad que había de meternos en el pantano...", concluye.
"El capitán ese es un hijo de p*** y un loco perdío", sentencia otro de los presuntos participantes en el contingente. "Se han muerto dos personas por ese capitán hijo de p***", añade en otro mensaje de voz. El soldado que contaba a sus compañeros lo que había pasado no se ha identificado. Nadie lo hace para hablar de esta historia.
El mismo día que se produjo la muerte de dos de sus compañeros, algunos militares que trabajan en Cerro Muriano mencionaban a EL ESPAÑOL la presencia en el cuartel de algunos mandos "empalmados". ¿Qué es eso? "Flipados, un poco cabrones, que quieren que pegues pechazos en el barro y piensan que las maniobras son la guerra", explica un recluta que pide en varias ocasiones preservar su anonimato.
[El cabo Jiménez Andújar se ahogó al intentar auxiliar a otros soldados en el lago de Cerro Muriano]
Silencio marcial
Hay orden de silencio absoluto, algo que confirman otros militares que trabajan en la base. Ni siquiera en los grupos de WhatsApp se habla ahora con la ligereza de los primeros días. Existen reticencias a contar, a decir algo que comprometa. Pero hay soldados que han trabajado con el capitán en cuestión que confirman que éste responde al perfil de ese militar exaltado para quien todo ejercicio militar debe llegar al límite.
"Llamarle loco quizás es demasiado", señala alguien que estuvo a sus órdenes. Es "duro", reconoce esta misma fuente, "pero no más que otros mandos”. "Los hay en todos los empleos", se queja. Él, de hecho, señala que participó en un ejercicio parecido al que realizaban sus compañeros fallecidos. “Aunque no fue igual, sólo entramos al agua hasta las rodillas", matiza.
Para este soldado, el capitán Zúñiga, quien dirigía el operativo el día de la tragedia, es más "un exagerado" que "un loco". "Se ha magnificado un poco, quizás por las muertes", opina. El mando en cuestión "puede ser...". Al otro lado del teléfono queda suspendido un largo silencio para que el militar escoja las palabras, no quiere decir lo que no debe. "Puede ser un poco bestia, sí. Pero yo no diría loco", sentencia al fin.
Encontrar testimonios dentro de la brigada es complicado:
- Nos han dicho que no digamos nada.
- No voy a hablar.
- ¿Cómo has conseguido mi número?
Son algunas de las respuestas de los militares antes de colgar el teléfono al periodista. Los pocos que hablan intentan pisar suelo firme, midiendo mucho las palabras. Un soldado que pasó por Cerro Muriano antes de abandonar definitivamente la vida castrense confirma que hay pruebas “muy duras” en la formación y algunos mandos “complicados”. No coincidió con Zúñiga, pero sí que habla aún con excompañeros entre quienes queda en evidencia que el capitán no era el más querido por la tropa. "Otra vez el loco ese", es el comentario más repetido.
Ignacio Zúñiga es un hombre de mediana edad con una preparación física relativamente buena. En 2019 participó en un medio maratón en Almería, con un tiempo discreto de 2 horas y 1 minuto. También hay registros suyos de una carrera de 5 kilómetros en Madrid ese mismo año, cuando recorrió la distancia en 22 minutos.
En 2011 fue admitido en la Academia General Militar de Zaragoza, donde inició sus estudios para desarrollar una carrera como oficial del Ejército. Primero como teniente en la Legión y más tarde como capitán de la brigada Guzmán el Bueno X. Tenía fama de duro, aunque nunca se había enfrentado a problemas de verdad hasta ahora, cuando todas las miradas apuntan a su responsabilidad en la muerte de dos de sus subalternos. Primero fue apartado de su cargo y este viernes fue imputado por lo sucedido, junto con un teniente y un sargento que participaron en la operación.
Petición de cárcel
Luis Romero, abogado de la familia del soldado fallecido Carlos León, confirma que "el capitán ya ha declarado ante la Guardia Civil". Según Romero, el mando militar no entendía que le apartaran de su cargo mientras se desarrolla la investigación, ya que el oficial considera que había procedido como debía. El letrado añade que el responsable de la brigada también reconoció que no era la primera vez que hacía un ejercicio como el de diciembre. Y que la formación en el Ejército es "como en la guerra", donde no hay líneas de vida ni ambulancias al alcance.
El abogado señala como irregularidades la falta de todas las medidas de seguridad citadas en este reportaje. Además insiste en que las mochilas “no eran estancas ni flotaban”, por lo que su peso se multiplicó al entrar en el agua. Además, insiste en que varios militares habían advertido al capitán de que no se daban las condiciones adecuadas para realizar el ejercicio del pantano y que “no entró en el agua en un primer momento ni cuando surgieron los primeros problemas”. Sólo se lanzó al embalse, según la versión del abogado, “cuando constató que el cabo había desaparecido”.
El Juzgado de Instrucción número 4 de Córdoba inició las primeras diligencias, pero finalmente será el Tribunal Togado Militar de Sevilla el órgano que se haga cargo de la investigación. La familia del soldado Carlos León pide prisión para el capitán. Y pretenden ampliar su denuncia al resto de la cadena de mando. "Existió una falta de diligencia debida tanto por parte del capitán como de los tenientes y los jefes de la cadena de mando", explica el abogado Luis Romero. Ellos "no debían de haber autorizado los ejercicios en dichas circunstancias", agrega.
El escrito del magistrado
El caso dio un giro cuando este mismo viernes el juez militar que instruye el caso imputó al capitán. También a otros dos mandos, un teniente y un sargento, que estaban con él el día de las maniobras. Según relató este viernes el juez, hay indicios de que el comportamiento y las decisiones de los tres mandos señalados pudieron ser causantes de la muerte de los dos soldados en algún grado.
En concreto, según adelantan varios medios, el juez se basaría en la ausencia de "línea de vida"; en que las mochilas no eran estancas y, por lo tanto, no flotaban; y en el hecho de que algunos de los soldados llevaban un peso extra como castigo de más de tres kilos.
Eso viene a darles la razón en sus acusaciones, cree el abogado Luis Romero. Pero desde el entorno del capitán señalan que no fueron así las cosas. De hecho, según afirman estas fuentes, el mando habría dispensado a los militares de llevar parte del peso habitual para estos ejercicios. Además, este relato de los hechos que contradice la opinión del juez, asegura que las mochilas sí eran estancas y, por tanto, podrían servir de flotador.
Así, según el diario 'El Día de Córdoba', el capitán dio a sus soldados permiso para no tener que llevar los chalecos que les protegen de la metralla, así como cierto armamento. De esta forma, llevarían menos peso que el habitual, no más, como señala la defensa de los soldados muertos.
Este periódico ha tratado de ponerse en contacto con Ignacio Zúñiga para recabar su versión, pero ha resultado imposible. Mientras, continúan las acusaciones de otras prácticas en las que el nivel de exigencia rozaba el límite de lo sensato, siempre a través de testimonios anónimos. Lo último es la supuesta utilización de gases lacrimógenos durante la toma de un refugio militar en unas maniobras dirigidas por este mismo oficial. El mando del Ejército era de sobra conocido por sus subalternos, aunque mientras la justicia militar se toma su tiempo para actuar, si hay una ley que rige por el momento es la del silencio marcial.