El fallecimiento de Paul Auster a los 77 años a causa de un cáncer de pulmón ha provocado tal tsunami de emociones en las letras que el duelo se prevé largo. Al igual que a Woody Allen (88), el escritor ha sido infravalorado en su país de origen con la ventaja de ganarse el fervor del Viejo Continente. Casi nadie es profeta en su tierra pero, en Estados Unidos, donde el arte, la cultura y el espectáculo son uno de los principales motores económicos del país, sorprende que estas dos joyas de la literatura y el cine no hayan sido más venerados a la par que laureados.
Pero el tiempo pone a cada uno en su sitio. Véase a Van Gogh. En bastantes ocasiones, los relatos o metarrelatos de Auster son pequeñas pinceladas –también hay brochazos– del paisaje de su querida Nueva York, especialmente, del distrito de Brooklyn y más concretamente, el barrio de Park Slope. Residía en esta zona noble desde finales de los ochenta cuando compró un brownstone –las típicas casas adosadas– de tres plantas con fachada de ladrillo rojizo.
Muchos medios le consideraban un escritor superestrella, algo así como un ídolo del rock pero en literato y, a pesar de ello, jamás despegó del asfalto la suela de su zapato. Varias generaciones han disfrutado y siguen disfrutando con Tombuctú (1998), Brooklyn Folies (2005), Diario de invierno (2012) o 4 3 2 1 (2017). Constantemente viajaba por su mente la época de cuando hacía mil trabajos para llegar a fin de mes o cuando algunos días no tenía nada que llevarse a la boca. Aquellos duros tragos también los vivió con su segunda esposa Siri Hustvedt (69) y su hija recién nacida, Sophie (36), en un estudio tan diminuto que cada vez que el escritor cogía la máquina de escribir tenía que salir prácticamente al pasillo.
Su primer ensayo (autobiográfico) fue La invención de la soledad (1982), que figura entre los textos favoritos de su primer gran amigo en España, el escritor barcelonés Enrique Vila-Matas. Ambos se conocieron en 2007 cuando protagonizaron una conversación pública en el Instituto Cervantes de Nueva York. Al acabar, ocurrió algo inesperado, como ha confesado el autor de Dublinesca (2010) en El ojo crítico de Radio Nacional de España: "La sorpresa para mí es que después de la intervención nos invitó a mí y a Eduardo Lago, director del Instituto Cervantes, a comer a su casa. Eso marcó una amistad extraña. "Yo no hablaba en inglés, entonces él se pasaba al francés, se cansaba y luego Lago me traducía”.
Ambos compartieron infinidad de paseos por Brooklyn, Manhattan y Barcelona, ciudad que a Auster le tenía enamorado hasta las trancas. Pero si hay una ciudad española a la que se lo debe todo es Oviedo, como se verá más adelante. Paul y Ramón hablaban de cine y de cosas tan superfluas como lo que les inspiraba la nieve para escribir.
No hay que olvidar que Auster escribió varios guiones como los de La música del azar (1993), Smoke (1995) o El centro del mundo (2001). De esta forma intenta desquitarse la frustración de no haber podido estudiar en el Instituto de Altos Estudios de Cinematografía de París porque no superó el examen de ingreso.
Aquellas caminatas sirvieron para que el escritor barcelonés homenajeara al norteamericano en No soy Auster y Paseos con Auster, donde plasma algunos de sus recuerdos: "De entre todos los paseos, el que más recuerdo es aquel en el que Paul no paró de contarme, en un francés muy fluido, argumentos de films nada conocidos del Hollywood de los años cincuenta. ¿Inventados? Recuerdo que Paul parecía una máquina de contar películas, una máquina de «películas habladas» (al modo de Manoel de Oliveira)…"
Desde que leyera Ciudad de cristal (1985), Vila-Matas ha seguido la obra del norteamericano hasta prácticamente mimetizarse con ella. Se vieron muchas veces. La última fue el año pasado cuando cenaron en Madrid con Suri y Pedro Almodóvar (74). Nuevamente, el cine unía a los intelectuales.
Conexión con España
El primer contacto con España lo tuvo a 6.000 kilómetros de distancia siendo un adolescente al caer en su manos El Quijote. En varias entrevistas, Auster explicaba que "leí Don Quijote por primera vez a los 18 o 19 años y pensé que era la mayor obra de prosa que había leído. Cada vez que vuelvo a este libro aprendo más porque creo que Cervantes se hizo todas las preguntas relacionadas con lo que es contar historias. No tiene fin". En esa época tuvo la oportunidad de visitar la tierra del ingenioso hidalgo de La Mancha cuando se tomó una especie de año sabático antes de estudiar en la Universidad de Columbia de Nueva York que le llevó por tierras españolas, italianas y, por supuesto, París. La ciudad de la luz le inspiró para escribir su primera novela y, sobre todo, con el tiempo se convertiría en su refugio para escabullirse del servicio militar para ir a la Guerra de Vietnam.
A partir de 1969, con su licenciatura en Filología Inglesa y Literatura Comparada y el máster sobre literatura renacentista por la Universidad de Columbia, Auster decidió apostarlo todo por la escritura. Fueron tiempos difíciles en los que aceptaba trabajos mal remunerados con tal de perseguir un sueño que le llevó a lo más alto de la literatura. Pero se le resistió el Nobel.
No lo tuvo fácil. Su primera novela Ciudad de cristal, que formaría parte de la aclamada Trilogía de Nueva York junto a Fantasmas y La habitación cerrada, fue rechazada por 17 editoriales. En nuestro país, una pequeña editorial asturiana llamada Júcar protagonizó su primer lanzamiento. Nos hemos de trasladar a 1988. Aquella fecha marcaría un punto de inflexión en la carrera de Auster ya que empezaría su enamoramiento por España. Todo se lo debemos a Juan Cueto Alas, director de la editorial y descendiente de Genaro Alas, hermano mayor de Leopoldo Alas Clarín.
Ironías del destino. Su andadura española empezó en Oviedo y la más alta distinción se la dio esta misma ciudad cuando en 2006 se le otorgó el Príncipe de Asturias de las Letras. Un camino que pavimentó para que Siri Hustvedt también lo pisara cuando le otorgaron el Premio Princesa de Asturias de las Letras en 2019. Son la primera pareja en la historia de la Fundación en tener los galardones.
[La Escritora Española Desconocida que el New York Times Consagra entre los Mejores de 2021]
Primera novela, en España
Tal y como reflejó Bernardo Muñoz Martínez en su tesis doctoral sobre el autor de Leviatán (1992), el prólogo de Ciudad de cristal lo escribió su cuasiamigo, el crítico y novelista Ramón de España (68). Gracias a él, Sergio Vila-Sanjuán (66), responsable del suplemento Cultura/s de La Vanguardia, mantuvo cierta relación con Auster. Él fue el primer periodista en entrevistarle para un medio de nuestro país. En conversación con EL ESPAÑOL, Vila-Sanjuán describe cómo fue su desembarco en España: "Soy amigo de Ramón de España. Cuando estábamos en Madrid en plena posmovida en 1986 me dijo que tenía una novela muy buena que se llamaba City of Glass (Ciudad de cristal) y estaba mirando a ver si convencía a alguien para que la tradujera porque era de un escritor desconocido americano.
Era su primera novela. Ramón convenció a la editorial Júcar, que por entonces editaba mucho libro musical, que se convirtió en la primera que tuvo en España. Posteriormente editó los otros dos tomos de Trilogía en Nueva York. En los noventa ya se estaba produciendo una operación importante que es que Anagrama, la gran editora literaria de la época, donde Jorge Herradle decidió convertirse en la editorial de Auster. "Lanzan la que para mí es una de sus mejores obras, El palacio de la luna".
No tardaría en producirse ese pequeño gran paso de gigante que le permitiría llegar al mayor espectro posible de lectores en lengua hispana. Jorge Herradle (89) –fundador y editor de la editorial Anagrama– empezó a interesarse por la obra de Paul Auster en 1985, cuando solicitó a su representante de aquel entonces el Volumen 1 de La trilogía de Nueva York (Ciudad de cristal). Es en 1988 cuando la inefable editora Carmen Balcells –entre sus logros está que los escritores empezaran a vivir de los beneficios generados por sus obras así como impulsora del movimiento Boom– firmó el primer contrato con Auster del libro El palacio de la luna (1990).
En el mismo año, Herralde y el escritor coincidieron por primera vez en Barcelona para el lanzamiento de la novela. Es el comienzo de una relación fluida y cariñosa entre el autor y su editor. Este lo contacta a lo largo de los años para proponerle entrevistas en la prensa española y la latinoamericana, particularmente la argentina, donde su trabajo goza de creciente prestigio; le tramita invitaciones internacionales; le envía reseñas de la prensa en lengua española sobre sus libros y comenta con entusiasmo sus manuscritos.
Herralde se quedó deshecho. No entendía nada. La cosa quedó más clara cuando Auster le escribió una carta. Le decía: "Lamento que se haya generado acritud durante la negociación de los derechos de bolsillo. No tenía ni idea, porque lo que se me transmitió fue que todo se había hecho con sumo tacto"; "Como comprenderás, me resultó muy difícil renunciar a una suma tan elevada de dinero. Estoy a punto de cumplir 65 años, no sé cuántos libros seré capaz de escribir y el dinero me proporciona cierta tranquilidad con respecto a garantizar el futuro para Siri y Sophie cuando yo ya no sea capaz de ganar tanto como he ganado en el pasado"; "Quiero que te quede claro, Jorge, que no he dejado Anagrama, que seguiré siendo un autor de Anagrama hasta mi último aliento. No debemos dejar que esto se interponga entre nosotros. Tu amistad es esencial para mí y hasta que me metan en el ataúd quiero seguir siendo un miembro de la familia Anagrama". Esta carta está publicada en Los papeles de Herralde. Una historia de Anagrama 1968-2000.
En 1990, el Instituto de Estudios Norteamericano (IEN) montó un ciclo de autores norteamericanos contemporáneos en los que iban a participar Paul Auster van a traer a Auster, Jay McInerney y Allison Lowery. Ellos eran como lo ultramoderno. Sergio Vila-Sanjuán pidió ir a Nueva York para entrevistarles. "Auster vivía ya en Brooklyn, acababa de ser padre de Sophie, que actualmente es una cantante conocida, donde para escribir había alquilado una especie de planta baja muy modesta cerca de su casa, con una mesa, dos sillas y una máquina de escribir". El modelo era una Olympia con la que pasaba a limpio todo lo manuscrito en cuadernos. Le encantaba escribir a pluma.
Dos o tres semanas después, Paul Auster visitó Barcelona con su mujer. El Instituto de Estudios Norteamericano (IEN) había organizado una conferencia y al acabar se fueron con Sergio a comer algo "a un restaurante del Raval. Al día siguiente me llamó el jefe de prensa de Anagrama, Enrique Murillo, que me dijo que estaban muy preocupados porque Auster y Siri habían pescado una gastroenteritis tremenda y se habían tirado toda la noche vomitando. Estaban hechos polvo".
El autor ya estaba muy amparado por Anagrama. A partir de ese momento, Auster empezó a ser bastante prolífico con una media de un libro cada dieciocho meses. Anagrama cuidaba mucho su producción.
Sergio Vila-Sanjuán le describe como "un tipo alto, guapo, muy seductor, daba muchas entrevistas y lo ponía muy fácil para los periodistas. Así se construye el éxito de Paul Auster que no para hasta que le dan el Príncipe de Asturias. Desde el inicio en España le va muy bien". Y añade que en las distancias cortas era "un hombre afable, amable, brillante y con un punto reservado. Tampoco es que fuera colega porque marcaba la distancia".
Lectores fieles
En España pronto surgen lectores fieles. Algunos de ellos muy conocidos como Ignacio Vidal-Folch (68) y Robert Saladrigas. Poco a poco, Auster es el autor internacional que marca a los novelistas en la España de los años noventa y primera década del siglo XXI. En aquellos momentos, Tom Wolfe era el que influía en los periodistas.
Corría el año 2011 cuando se produjo una de las grandes hecatombes editoriales. Como Auster sabía lo que era pasar necesidad y quería otorgar a posteriori un futuro estable a sus hijos Daniel y Sophie no pudo negarse a la oferta que le ponía sobre la mesa Seix Barral (Planeta). En su momento se dijo que el contrato era de un millón de euros. De esta manera, la nueva editorial se hacía con la obra completa en edición de bolsillo para toda España y Latinoamérica. Había nacido la Biblioteca Paul Auster de bolsillo.
El primer lanzamiento coincidió con el 65º aniversario del autor. La transacción fue posible gracias al agente literario argentino Guillermo Schavelzon, quien no se encontraba disponible cuando EL ESPAÑOL contactó con él. La directora editorial de Seix Barral, Elena Ramírez, se negó a contestar nuestras preguntas.
En otra de sus múltiples visitas a Barcelona, Auster vivió también un momento complicado. Lo explica Vila-Sanjuán: "En Diario de invierno él ya explica sus problemas con la ansiedad. Pues bien, en la presentación que hice con él en un diálogo cara al público en el Ayuntamiento de Barcelona dijo que no quería firmar porque no se encontraba bien". Tampoco quiso hacerse fotos. La ansiedad le había jugado una mala pasada. Sus seguidores pensaron que era una borde.
No solo el ayuntamiento de la Ciudad Condal cayó rendido ante Auster. La Generalitat hizo lo propio con Siri Hustvedt cuando la invito en 2003 a un programa vinculado a la Institució de les Lletres Catalanes. La escritora de origen noruego se pasó un mes con su hija. Como no podía ser de otra manera, Auster las visitó sin armar demasiado ruido social.
El mismo que provocó cuando a su esposa le concedieron el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2019. Él tenía muy claro que era ella quien tenía que brillar, así que lo celebró en la sombra. Desde que se conocieran en 1981 para casarse un año después formaron un tándem irrompible nutrido por sus propias inquietudes intelectuales y metafísicas. En su casa de Brooklyn la biblioteca era el lugar más sagrado. Allí falleció. Estaba rodeado por sus seres queridos y… sus libros. Su testamento literario es Baumgartner.