"Hay un ruido extraño que sale por el altavoz. No sé qué lo está provocando. Son unos golpes...". Las palabras bien podrían ser parte de uno de los giros de guion que condenó a los mineros de la Nostromo o a los cosmonautas de la Discovery 1, pero responden a las del astronauta estadounidense Barry 'Butch' Wilmore, oficial de la NASA, comandante de la Expedición 42 de larga estancia en la Estación Espacial Internacional (ISS) y uno de los mejores y más experimentados pilotos de la agencia espacial. No las emite desde Tierra, sino desde el espacio; y cuando lo hace, tanto él como su compañera, la científica Sunita 'Suni' Williams, llevan semanas varados en la órbita terrestre. Su nave, la CST-100 Starliner, ha sufrido una anomalía técnica que les impide volver a casa.
Su aventura espacial iba a durar 9 días, pero un problema en los propulsores ha hecho impracticable su retorno. El aparato ha aterrizado sin daños en Nuevo Mexico este sábado de madrugada, pero lo ha hecho sin Suni ni Butch. A ellos les quedan, como poco, 240 días pendientes para tachar en el calendario. Concretamente, hasta febrero de 2025. Será entonces cuando los autoestopistas galácticos serán rescatados por el equipo de la misión Crew-9 de la NASA en una nave espacial de SpaceX. Al menos esa es la teoría, ya que en la práctica la misión de rescate podría peligrar: la semana pasada un cohete Falcon 9 de la compañía de Elon Musk falló al regresar a Tierra y, en julio, otro error en el despegue impidió el correcto despliegue de una batería de satélites Starlink. El éxito o fracaso de Polaris Dawn decantará la balanza.
Las preguntas se agolpan como las estrellas en un cielo sin fin. ¿Se retrasará la comitiva de rescate de la Crew-9 por los imprevistos recientes vinculados a SpaceX? ¿Qué pasaría si los astronautas tuvieran que alargar su estancia más de un año? ¿Cómo vivirán mientras tanto? ¿Tiene suficiente capacidad la ISS –ahí es donde se encuentran recluidos, acompañando a otros siete cosmonautas pertenecientes a misiones internacionales– para mantenerlos cómodamente hasta febrero? ¿Cuánto tiempo puede aguantar un ser humano en el espacio sin que su salud se resienta? ¿Será segura su vuelta a casa? ¿Y qué son aquellas anomalías que escucharon el piloto Butch y la doctora Williams en la Starliner...?
2024: Odisea en la Starliner
Todo comienza en Cabo Cañaveral, Florida, un 5 de junio de 2024. Butch y Suni, de 61 y 58 años, respectivamente, son dos de los astronautas más veteranos de la NASA. Ambos han sido elegidos para formar parte de la prueba de lanzamiento de la Starliner, una nave espacial con capacidad para siete personas diseñada por Boeing cuyo objetivo operativo es transportar tripulación de forma recurrente a la Estación Espacial Internacional. El lanzamiento estaba previsto para el 6 de mayo, pero una serie de fugas de helio provocadas por defectos en los sellados de las gomas de los sistemas de propulsión ha demorado el lanzamiento hasta esta despejada tarde de primavera tardía.
Sunita Williams controla sus nervios. Ella ya ha estado dos veces en el espacio. Aún recuerda aquel 2006 en el que, a bordo del Discovery, cruzó por primera vez las esclusas de despresurización de la ISS para una misión de larga estancia. Batió el récord femenino de tiempo en el espacio, 195 días consecutivos. Años después, de julio a noviembre de 2012, volvió a traspasar la órbita terrestre a bordo de una Soyuz rusa. Esta es su tercera misión espacial. La ansiedad no es la misma que el primer día, aunque nadie se acostumbra a volar tan alto.
La sensación de Butch es parecida. En 2009 fue piloto del transbordador espacial Atlantis, al frente del cual viajó para entregar y almacenar piezas de repuesto críticas para la ISS. Cinco años después, en septiembre de 2014, retornó como ingeniero de vuelo de la Expedición 41. Estuvo siete meses, hasta marzo de 2015. Sonríe al recordar cómo Alfonso Cuarón se inspiró en el mismo modelo de aeronave Soyuz que lo llevó al espacio para desarrollar el guion de Gravity. Su equipo corrió mejor suerte que en la ficción, claro.
Ambos se encuentran sumergidos en esta marea de pensamientos mientras el Centro Espacial John F. Kennedy analiza las últimas ecuaciones previas al despegue. Butch y Suni, engalanados en sus trajes boeing blue, ya están en la Starliner. Acaban de dejar a un lado los ramos de flores que les han regalado al embarcar y se encuentran frente a los paneles de control de la aeronave. Es la primera vez que la CST-100 lleva personal a bordo. Anteriormente, ya había realizado tres lanzamientos de pruebas orbitales, dos con éxito y uno con fallos parciales pero poco aparatosos. Este es el primer vuelo tripulado, y aunque la NASA lleva dos décadas sin accidentes graves, en los corazones de los aeronautas siempre pesan las terroríficas imágenes del Challenger y del Columbia desintegrándose al salir y entrar en la atmósfera terrestre.
El aparato, obsta decir, no es un transbordador. Las naves diseñadas para baja órbita como la CST-100 son lanzadas al espacio en cohetes espaciales. En este caso, la Starliner va acoplada a un Atlas V de la United Launch Alliance (ULA), el proveedor de servicios de lanzamiento orbital para el gobierno de Estados Unidos. Atlas no mandaba a ningún astronauta a las estrellas desde las misiones Mercury de los años 60. Sin embargo, su cohete también ha dado errores: una válvula de oxígeno líquido en mal estado hizo que se demorara el lanzamiento de prueba varios meses. Demasiados fallos consecutivos.
Tres, dos, uno... ignición. El Atlas V despega. Al principio, todo va según lo previsto. Desde que salen de la plataforma de lanzamiento hasta que lleguen a la ISS deben pasar 25 horas de vuelo. Una vez en órbita, la Starliner se desacoplará y realizará las primeras pruebas de funcionamiento de la nave. Será un viaje rápido. Nueve días. Están emocionados. Otra vez en el cosmos. Al llegar a la ISS, convivirán con viejos conocidos, ya que coincidirán con los siete miembros de la Expedición 71, que llevan allí desde abril de 2024, y quienes volverán a Tierra el 24 de septiembre a bordo de la Soyuz MS-25.
Butch y Suni continúan su periplo hacia la ISS. Aquel pale blue dot del que hablaba Carl Sagan se percibe a través del metacrilato como una gigantesca fruta madura, un balón lleno de vida en la fiebre de las estrellas. Nadie se acostumbra a ver la Tierra así. Pero el viaje prosigue y los protagonistas navegan en el cosmos infinito. Entonces, siguiendo el protocolo de pruebas, ponen la Starliner en modo manual. Va como la seda. Están a punto de irse a dormir cuando, de pronto, una alerta hace que el corazón comience a bombearles adrenalina. ¡No puede ser! Tres fugas de helio. Otra vez. El fallo... es aparatoso.
Como pueden, siguiendo las coordenadas e indicaciones de Houston, los astronautas controlan la Starlines y la conducen las horas restantes a la ISS. Tratan de atracar la nave cerca de la Crew-8, que ha hecho hueco a la Starliner desplazándose a otro embarcadero. Nuevo error en la nave. Cinco de los veintiocho propulsores del sistema de control de reacción fallan. Tras una larga y compleja maniobra, amarran la nave en la estación sin estrellarla. Han sobrevivido al periplo, pero deben encontrar el origen del problema para que su retorno no sea fatal. ¿Qué ha causado el error?
Durante semanas, la NASA, Boeing y los astronautas de la ISS tratan de comprender por qué el sistema de propulsión de la Starliner ha fallado. Se hacen pruebas en tierra que después se replican en el espacio. Sin rastro del fallo. Es un misterio. Ante la falta de evidencia, la NASA, en contra del criterio de Boeing, decide que es más seguro para Suni y Butch quedarse junto al equipo de la Expedición 71, que se encuentra en la ISS analizando enfermedades y terapias neurodegenerativas, elementos de botánica espacial y el desarrollo de sistemas de soporte vital basados en algas.
Sin embargo, hay algo más. Un sonido inquietante comienza a rugir desde las entrañas de la nave. "Ruidos extraños", lo llaman. Son golpes. Como si alguien llamara a una puerta. "Se escucha un ruido extraño a través de un altavoz y no sé qué lo está provocando", alarma Butch Wilmore a los técnicos del Centro Espacial Johnson. Se trata de un ruido pulsante, itinerante, como un martilleo sobre una chapa. "Llamadnos si descubrís qué está pasando", pide Butch a sus compañeros en Tierra. "El astronauta Wilmore, a bordo de la ISS, ha escuchado un sonido procedente de un altavoz de la nave Starliner", confirma horas después la NASA en un comunicado.
Las primeras hipótesis apuntan a que se trata de un problema en el sistema de "retroalimentación" que configura la conexión de audio entre la ISS y la Starliner. Pero el escalofrío persiste. "El sistema de la ISS es bastante complejo y permite interconectar varias naves espaciales y módulos", asevera la propia NASA. "Es habitual escuchar ruidos en la retroalimentación", aunque eso no necesariamente implica "impactos técnicos para la tripulación, ni en la nave Starliner ni en las operaciones que se están llevando a cabo", incluido "el desacoplamiento".
La fuga de helio, el problema de los propulsores y el misterioso ruido itinerante suponen demasiados fallos consecutivos, así que la NASA ya es tajante: Sunita Williams y Butch Wilmore se deben quedar los meses que haga falta en el espacio hasta ser rescatados. La Starliner no puede volver con ellos a bordo. No es seguro. Por eso, el 6 de septiembre –la madrugada del 7 en España–, la nave aterriza en el Puerto Espacial White Sands de Nuevo Mexico. Desciende con paracaídas y bolsas de aire infladas para amortiguar el impacto. Cuando los equipos de recuperación abren las compuertas, su interior está vacío.
Crew-9: misión de rescate
En cualquier otra circunstancia el pánico habría dominado a los trabajadores, pero ambos astronautas suman, cada uno, más de un año de experiencia en el espacio e ingentes sesiones de preparación física y psicológica para pasar largas estancias en el cosmos. Están tranquilos porque conocen bien la ISS, pero inquietos porque, aunque los protocolos de la NASA prevén este tipo de inconvenientes, nadie había imaginado que el testeo de la Starliner acabase con ellos varados en órbita durante ocho meses.
Por lo pronto, deben convivir en la ISS hasta septiembre de 2024 junto a los compañeros de la Expedición 71. Entonces, estos serán sustituidos por el equipo de la Expedición 72, la bautizada como Misión Crew-9. A bordo de esta nave espacial, perteneciente a la compañía SpaceX de Elon Musk, iban a viajar cuatro astronautas: el comandante de la Fuerza Espacial de Estados Unidos Nick Hague, el astronauta ruso de Roscosmos Aleksandr Gorbunov, la comandante Zena Cardman y la especialista Stephanie Wilson.
Sin embargo, estas dos últimas se quedarán en tierra y serán "reasignadas a otra expedición" para hacer hueco a Sunita Williams y Butch Wilmore en su nave de vuelta. Si todo sale según lo previsto, la Dragon Crew de SpaceX que llevará al equipo de la misión Crew-9 despegará el 24 de septiembre hacia la ISS acoplada a un cohete Falcon 9 y volverá a la Tierra en febrero de 2025 con los dos autoestopistas galácticos a bordo. Pero eso es otra incógnita que pesa sobre la misión, ya que el pasado 28 de agosto un Falcon 9 de SpaceX que había lanzado varios satélites Starlink al espacio se estrelló al llegar a la plataforma de aterrizaje y, meses antes, en julio, otro Falcon 9 que llevaba a órbita varios satélites Starlink sufrió una pérdida de oxígeno, uno de los motores no se encendió y los satélites que debía desplegar se soltaron antes de tiempo
La Administración Federal de Aviación de Estados Unidos aún analiza lo ocurrido y, con suma cautela, por el momento, ha vuelto a permitir que los Falcon 9 operen con una nueva licencia. Este tipo de accidentes, al fin y al cabo, no son habituales. Todas las semanas SpaceX pone en órbita satélites o lanza cargas de suministros. Sin embargo, en menos de dos meses ha habido dos fallos graves que se encuentran bajo investigación. El éxito o fracaso de la misión Polaris Dawn, retrasada una y otra vez por problemas técnicos y meteorológicos, podría decantar la balanza. Si todo sale bien, es altamente probable que SpaceX pueda traerlos de vuelta en febrero; de lo contrario, su rescate podría demorarse aún más.
Vivir y respirar en el espacio
La tarea para la que Sunita Williams y Butch Wilmore estaban destinados era probar la operatividad de la Starliner durante su trayecto hacia la ISS y durante su acoplamiento. Al quedarse sin billete de vuelta a casa, ambos tendrán que adaptarse a las rutinas e investigaciones de la Expedición 71, entre cuyos miembros se encuentran los estadounidenses Tracy Caldwell-Dyson, Matthew Dominick, Mike Barratt y Jeanette Epps. Durante los próximos meses realizarán caminatas espaciales fuera de la estación, experimentos científicos y tareas de mantenimiento que incluyen la inspección del hardware de la nave, la organización de cargas de abordo y cualquier tipo de ayuda que requieran sus compañeros.
De hecho, tal y como adelantó la NASA, una de las primeras tareas que ha ejecutado el piloto e ingeniero Butch fue ayudar a configurar una de las esclusas de aire que sirve para el despliegue de satélites y otros equipos y ya se han completado nuevas investigaciones en materia de producción de cables de fibra óptica y de cultivo de plantas a bordo del complejo orbital.
Sin embargo, los astronautas no van a estar cómodos. La ISS tiene el tamaño de una casa de seis habitaciones, y aunque tenga espacio suficiente para mantenerlos a todos, nueve astronautas son demasiados. Ni Suni ni Butch llevan su propia ropa, ya que al ser una misión de nueve días había que hacer espacio para herramientas y suministros. Al menos, en la ISS cuentan con prendas de repuesto almacenadas.
Los cosmonautas sí que no tendrán problemas ni de alimentación ni de suministro de oxígeno, principalmente porque tanto la NASA como sus socios lanzan con frecuencia misiones de reabastecimiento que transportan suministros y otros elementos necesarios para el correcto funcionamiento de la vida en la ISS.
El 6 de agosto, cuando Suni y Butch ya estaban a bordo, llegó una nave espacial no tripulada, la Cygnus, perteneciente al conglomerado aeroespacial Northrop Grumman, que transportó 3.700 kilos de alimentos, combustible y otros suministros; unas semanas después, el 17, una la nave no tripulada Progress 89 de Roscosmos llevó otras tres toneladas de suministros. Además, la NASA tiene previsto realizar otras misiones de reabastecimiento a finales de 2024.
¿Qué pasa con el oxígeno? Cada miembro de la tripulación consume alrededor de 5 kilos de oxígeno cada día. Sin embargo, su 'falta' no es problema, ya que la ISS cuenta con un sistema llamado Sistema Generador de Oxígeno (Oxygen Generation System; OGS) que lo regenera tomando agua potable de un procesador con líquido electrolizado que genera oxígeno e hidrógeno puro.
¿De dónde proviene ese líquido? De la orina, del agua deshechada y de la condensación. Mediante ectrólisis, en un tanque se separa el oxígeno y el hidrógeno; el primero es liberado en la propia nave para que sea respirado por los astronautas, mientras que el hidrógeno puede seguir dos posibles caminos: o se lanza al espacio o se reaprovecha sometiéndolo a la conocida como reacción de Sabatier, donde se somete al hidrógeno y al dióxido de carbono a altas temperaturas para generar agua.
De lo que no podrán librarse los astronautas es de los efectos que generará sobre su cuerpo vivir tantos días en el espacio. Largas estancias en órbita pueden disminuciones de la masa muscular y afectar a densidad ósea, lo que puede generar atrofias y aumentar el riesgo de fracturas. Al tener una peor redistribución de líquidos, se generan hinchazones y disminuye el líquido en las piernas, lo que puede alterar el correcto desempeño de las funciones cardiovasculares, así como de la presión arterial y de la visión, consecuencia del conocido como el Síndrome neuro-ocular asociado al viaje espacial (SANS).
Suni y Butch observan cómo el Starliner se desliga de la ISS. Su 'Maserati' de vuelta a casa se ha marchado sin ellos. Lentamente, la nave de la NASA se convierte en un insignificante punto grisáceo que desaparece en la atmósfera. Resignados, vuelven a sus tareas en la estación espacial. "La Tierra es un recuerdo distante que parece haber quedado mil años atrás, una canción olvidada, el eco de un sueño". Los versos de Ray Bradbury flotan en su memoria como una arcana letanía. En bolígrafo rojo, tachan el primero de los muchos días que les quedan por delante. ¿Será SpaceX su salvoconducto?