12 febrero, 2023 01:51

Nos cantó el Himno de la alegría porque le sobra. Miguel Ríos (Granada, 1944) lleva casi veinte años diciendo que se retira, como el cuento de Pedro y el lobo, pero no puede porque le ruge el motorcillo de dentro, con su runrún libérrimo, celebratorio, humanista, comprometido. Anda que ponerse a hacer el rock con Franco vivo… 

Su dios fue Elvis y él quiso ser su profeta en la tierra. En el 72 le metieron 27 días en la cárcel de Carabanchel por fumar marihuana y las pasó canutas -perdonen la broma-, porque le obligaron a delatar a dos colegas. Digamos que Miguel no fue un chico amigo de la policía porque su porra era un micrófono y a todos les cantaba “bienvenidos”. 

Con las drogas fue “viciosillo pero respetuoso”, con las mujeres fue encantador, pero desechó rápido la leyenda esa inoculada por los Rolling de rockeros en aviones rodeados de chicas guapas. La vida siempre es mucho más lineal, mucho más sórdida. No pasa nada. Tuvo muchos amigos y algún enemigo, menos mal, si no maldita la gracia. Se echó sus risas con el emérito Juan Carlos antes de que se le fuese la cabeza por querer ser “obscenamente rico”. 

En su momento apreció a Felipe González. Un día le dijo: “Felipe, yo pago al Estado el 50% de lo que gano, ¿tú lo sabes?”, y el que fuese presidente le contestó, con su gracia sevillana: “Tú piensa que ganas el 50% menos y ya está”. A Ríos le gusta pagar impuestos porque es su forma de ser patriota. Una vez apoyó a la ‘ceja’, pero al año ya se estaba quitando el dedo de encima del ojo porque no sabe no estar en contra de casi todo, hasta de sí mismo. 

Ríos en su juventud.

Ríos en su juventud.

Todo lo que tocó lo volvió del blanco y negro al color: el país, las noches, la vida. Sigue haciéndolo, tan cálido e incombustible como en esta conversación en la que presenta su gira Rock&Ríos, con la que celebra los 40 años del disco que cambió la historia del rock en España. Arrancará en agosto en Mallorca y finalizará en noviembre en A Coruña. Miguel, a menudo nos recuerdas... a ti. 

P.- 40 aniversario de Rock&Ríos. ¿Cómo has cambiado, Miguel? 

R.- Supongo que bastante. Lo que pasa es que no mido mi vida en décadas, sino en días. El tiempo me pasa de forma absolutamente cotidiana. Entonces tenía 34 años y estaba muy bien físicamente, aunque ahora estoy mejor de la cabeza. 

P.- ¿Cómo mutó tu cerebrito? 

R.- He vivido varias vidas, las que me han tocado. Pero he vivido conscientemente y, a la vez, sin impostar. Soy un gran satisfecho con mi vida, ¡he sido afortunado! Siempre tuve mecenas, siempre tuve apoyo…

P.- Un chico con suerte. 

R.- Sí. He tenido mucha suerte. También me la he buscado trabajando mucho, perseverando. Es una cualidad mía. Vivir hasta el fondo las fatigas del curro. No es que me encante la perfección, sino mi propia perfección, mi propio llegar a lo más elevado. 

P.- ¿Y España, cómo ha cambiado en estos 40 años? 

R.- El 82, cuando salió el disco, fue un año importante para España. Mi evolución coincidió con la del país saliendo de la dictadura. Cambiaron la libertad y las costumbres y el hecho de que la cultura empezase a tener una preponderancia importante en la sociedad ayudó. Veníamos de un mundo bastante incierto. La música fue una válvula de escape para los sentimientos y el país estaba en efervescencia. Había triunfado el socialismo, y de repente era la ideología con la que se identificaba la mayoría del país. ¡Todo era como una primavera rosa! 

"Hacía mucho que el patriarcado dominaba el mundo y habíamos mantenido su discurso cultural durante eones" 

P.- ¿Nos habíamos sacudido la mentalidad de esclavos? 

R.- Más bien, la mentalidad de siervos. Eso era la dictadura: ser servil. Tenían a la gente dominada por el miedo o por vocación de agradar al poder. Es curioso. En estos 40 años ha pasado prácticamente de todo. Una de las cosas más alucinantes ha sido la evolución del rol de la mujer. Hacía mucho que el patriarcado dominaba el mundo y habíamos mantenido su discurso cultural durante eones, desde que el hombre era hombre. 

P.- Tú siempre has sido muy moderno para todo. Vanguardista, digamos, casi médium. En una de tus primeras canciones, La huerta atómica, ¡ya hablabas de ecologismo! 

R.- Sí. Bueno, en el feminismo no tanto, tampoco tuve lugar… viví con mi tiempo. Soy el último hijo de una familia de siete hermanos, con cinco hijas. Yo era machista porque así era la sociedad. Había roles tan definidos… como regalarle muñecas a las niñas y tanquecitos a los niños. Y eso que las mujeres de mi familia han sido muy dominantes, pues aún así. Había cosas que netamente yo no podía hacer porque eran “cosas de mujeres”, como quitar la mesa. Ese tipo de gestos.

Y respecto al ecologismo, bueno, antes de esa que tú dices hubo otra canción, Desde mi ventana, que iba del tema. Será porque siempre he estado buscando. No he tenido formación académica, pero he sido curioso, he tenido una inquietud superlativa. Me ha encantado enterarme, leer… a pesar de que tuviese un déficit, digamos, respecto a la gente que había ido a la universidad. Yo mismo fui rellenando mis propias preguntas. 

Miguel Ríos.

Miguel Ríos. Jesús Umbría.

P.- Miguel, tú tienes una cosa que ya no se lleva, que es conciencia de clase. 

R.- ¡Ah, por supuesto! No entiendo cómo la gente puede no tener conciencia de clase justo ahora que las clases están más diferenciadas que nunca: la riqueza es extrema, la pobreza es extrema y se ensancha. La desigualdad es el gran mal de la humanidad, la diferencia entre los que tienen mucho y los que no tienen nada. Y no es que lo piense yo, es que es evidente. Intermón Oxfam ha hecho una evaluación en Davos denunciando los beneficios absolutamente obscenos que están sacando los ricos respecto a la crisis. Me preocupa. La gente lo está pasando muy mal, y eso es también porque el sistema está colapsando. El sistema no puede mantener esta desigualdad porque se va a quedar sin consumidores. 

P.- Hay quien habla de la obsolescencia del capitalismo. De su implosión. ¿Hasta aquí hemos llegao'?

R.- Sí. Yo creo que el capitalismo ha fracasado, igual que el socialismo, digamos, totalitario, fracasó. 

P.- También fuiste crítico con el comunismo soviético. 

P.- Desde luego. Fue pernicioso. Pero lo que no se puede es gobernar contra la mayoría, como hace el capitalismo. La mayoría es el peso específico que debe dictar las reglas. No quiero decir con esto que no haya ricos, por supuesto que sí: si un tío trabaja más y por eso tiene más, adelante. Lo que no puede es haber gente obscenamente rica. No es lógico. 

"Si estás en la lista de Forbes de los 100 más ricos del mundo y no te da vergüenza, retírate, eres obsceno" 

P.- ¿Cuándo empieza a ser obscena la riqueza? 

R.- Es difícil de señalar. No sé dónde está el punto… pero en la banca, en las petroleras. Si estás en la lista de Forbes de los 100 más ricos del mundo y no te da vergüenza, retírate, eres obsceno (ríe). 

P.- ¡El sonrojo!

R.- Qué falta hace. 

P.- A ti te gusta pagar impuestos. 

R.- Me gusta, sí. Me hace patriota pagar impuestos y me gusta. Además me gusta porque significa que estoy currando y lo que yo quiero es currar. Yo sé que las carreteras están hechas con parte de lo que contribuimos, y los hospitales, y las escuelas… mira, el tema de la escolarización universal. Existe porque la pagamos todos. El sistema tiene ese tipo de recursos pero luego quiere educar de forma más amplia, más extensa, y hace colegios privados o concertados. Bien. Las concertaciones son lo que me parece un poco un error. Si tú quieres educar a tus hijos en un colegio privado me parece estupendo, yo lo hice, para que mi hija estudiase también en inglés, y siempre ha sido bilingüe porque su madre, además, es inglesa. 

Ríos.

Ríos. Jesús Umbría.

P.- El otro día lo decía Almodóvar en los Feroz. Defendía la sanidad pública aunque él pudiese permitirse la privada, dijo textualmente. Siempre está ese pudor, ¿no? Agitado por la derecha. “Es que defendéis la pública pero estáis en la privada…”. 

R.- Claro, pero mira, mi hermano no va a la privada. Mis hermanos, en general, y yo quiero que puedan tener una buena sanidad pública. Y me gusta contribuir a que haya una carretera en Orense por la que no voy a pasar nunca. Eso es lo maravilloso: el hecho social. La contribución. Yo siempre traté de adivinar el futuro, como en la canción Año 2000. 

"Siempre creí que en el siglo XXI el ser humano, la humanidad, sería un todo y tendríamos unas reglas planetarias para regular la convivencia"

P.- ¡También adivino, por el mismo precio!

R.- (Ríe). Pues mira… siempre creí que en el siglo XXI el ser humano, la humanidad, sería un todo y tendríamos unas reglas planetarias para regular la convivencia. No me explico que aún existan los nacionalismos a ultranza, o al menos, no creía que fuesen a estar tan en boga. En muchas cosas no se evoluciona. En muchos aspectos estamos en una especie de conjunción de ‘ley de Murphy’, donde todo es factible de empeorar, pero bueno, a nivel de pensamiento colectivo, yo creo que estamos mejor que estábamos. Eso ya es un pequeño éxito. 

P.- ¿Cómo era ser rockero con Franco vivo, Miguel? 

R.- (Ríe). Yo empecé en el 62 y no tenía ni idea de nada. Era un chaval de 17 años en una España tutelada, en una vida tutelada, era difícil hacerse mayor, te vigilaban tanto… lo único que sabía es que las canciones tenían que pasar por censura. Sabía que yo hacía una música que no era deseable para la oficialidad. Era la cultura rock y su mensaje de libertad que venía de los países sajones. Una vez sí que recibí un impacto… estábamos en una inauguración en el Palacio de Congresos de Madrid, el que está enfrente del Bernabéu…

Miguel Ríos en su juventud.

Miguel Ríos en su juventud.

P.- Que ya sé que no quieres volver allí hasta que Florentino deje de ser presidente, porque no te dejó montar un concierto contra la guerra de Irak. 

R.- ¡Oye! ¿Y cómo sabes tú eso?

P.- Lo leí en tus memorias. 

R.- Pero yo he venido aquí a hablar de mi gira… (ríe). Bueno, debía ser el año 63. Tocaba mucha gente y luego cantaba la ínclita Lola Flores, una estrella absoluta al lado de nosotros. Pues cuando salimos nosotros a tocar, con Los Relámpagos, Fraga Iribarne se levantó y se fue. 

P.- ¡Hala…! 

R.- Bueno, este tío no se levantaba solo, te puedes imaginar. Le seguía su comitiva. Tampoco es que yo entonces tuviese especial idea de quién era Fraga, la verdad. Nuestro show no tenía canciones políticas como tal, pero era muy estridente comparado con lo que había. Después de una jota entrábamos nosotros con guitarras eléctricas y una batería, cosas raras entonces. Pero bueno, se quedó ahí, no recibí ningún mensajito después (ríe). 

"Una vez empecé a tocar y Fraga Iribarne se levantó de su asiento y se fue" 

P.- No hace falta que las letras fueran explícitas tampoco. Era el espíritu, la cultura rock, sus ideales…

R.- Total, total, eso sí que les jodía. En esa época ridiculizaban mucho a Elvis y a la gente que bailaba. 

P.- ¿Dirías que a la ultraderecha no le gusta que bailemos? Que nos divirtamos, en general. Disfrutar tiene una cosa de rebeldía. 

R.- (Ríe). Totalmente, totalmente. Yo escribí algo así, ¿sabes? Justo eso: decía que a los biempensantes no les gustaba bailar… (ríe). Pobres. En fin, que en el franquismo todo era peor. Era la cultura del no decir nada, el rollo del no significarse, de pasar desapercibido. Eso flotaba en los ambientes de las casas de mi infancia. Aquí en Madrid era distinto: ya todo era una búsqueda y te encontrabas a un tío que te hablaba de una cosa y a otro tío que te hablaba de otra. Hasta que caías en la cuenta de lo que estabas viviendo. 

Las manos de Miguel.

Las manos de Miguel. Jesús Umbría.

P.- Ojo, que el rey Juan Carlos te dio la Medalla de Oro al Mérito en el 66, y fuiste el primer rockero en recibirla. Has sido el primero en muchas cosas. Creo que te llevabas bien con el emérito. Algunas cenas, algunas reuniones. ¿Cómo ha envejecido su figura para ti? 

R.- Sí, mira… yo estuve estudiando la vida de Francisco Ayala por escrito, y con él tuve relación en los años finales de su vida a través de Luis García Montero, que estaba haciendo el comisariado de su centenario. Yo me asombraba y decía: “Joder, este tío… está a punto de cumplir cien años. La cantidad de ocasiones que ha tenido para meter la pata en la vida y no la ha metido”. Para mí, alguien que vive cien años y no se avergüenza de nada de lo que ha hecho… es absolutamente imprescindible para la historia. Para el ser humano. Pues en el otro lado está Juan Carlos, el rey, cn el que ya te digo, coincidía y me llevaba bien. Nos vimos sobre todo en Granada, en la sierra, y era un tío del que la leyenda contaba que había contribuido a parar el golpe de Estado de Tejero… eso fue agrandando su imagen. ¿En qué punto cayó? 

"El rey Juan Carlos no fue pulcro ni pensando en su legado" 

P.- Un tío simpático, ¿no? 

R.- Absolutamente. Un pedazo de Borbón, porque son así. 

P.- Como decimos en Málaga, una “pechá” de reír. 

R.- Sí, pero no sólo eso. Era coloquial, campechano, te hacía sentir confortable. ¿Por qué un tío que lo tiene todo piensa que le hace falta más? ¿En qué momento esa ambición horrible…? Fíjate que no ha sido pulcro ni pensando en su legado, ¿no? “Qué dirán de mí…”. Nada. Eso tampoco lo frenó. “Mira, que soy el rey de España, que he ayudado a traer la democracia a este país después de 40 años y una guerra horrible”… hubiera sido un detalle para nosotros, como país. Pero tomó el camino equivocado. 

P.- Se te cayó un mito. 

R.- Vamos, no se me pudo caer porque no era un mito tampoco (ríe). El verdadero rey para mí siempre fue Elvis. Hubiese estado bien que eligiese vivir una vida normalita e intentase ser ejemplar para la nación. Hubiese sido cojonudo. 

Ríos con las fechas de su gira 40 aniversario.

Ríos con las fechas de su gira 40 aniversario. Jesús Umbría.

P.- ¿Crees que es cierto eso que dicen de que el tiempo lo vuelve a uno de derechas? Mira Sabina, que dice que ya tampoco se identifica con la izquierda. Se cansó de esa izquierda constrictora… 

R.- Pues no estoy de acuerdo con él ahí, no lo veo bien. No sé quién dijo, se atribuye a mucha gente, a Churchill y a todo el mundo, eso de “si con 20 años no eres comunista es que no tienes corazón y si a los 40 lo eres es que no tienes cabeza”. Es que a los 40 antes se era viejo (ríe). Bueno, que no. Eso es un pensamiento muy burgués, de persona instalada. Tú dile a un tío que lleva toda la vida poniendo ladrillos en una obra, de los 20 a los 60, que se vuelva burgués. ¿Cómo va a dejar de ser comunista? 

Yo creo que hay que ser comunista siempre, hasta la vejez. Comunista hay que ser toda la vida. Comunista en el sentido de reparto de riqueza, en el sentido humano de la comunidad, no en el sentido de Stalin ni de la Unión Soviética, claro. Comunista en sentido filosófico de reparto de cosas. O sea, es que yo… veo a la gente sufrir y me conmuevo. Me da un vuelco.

Me da un pudor enorme pensar en no sufrir por eso. Hay algo que te dice “¿tú por qué no estás ahí?, pudiste estar”. No puedes no conmoverte con lo que está pasando. No puedes tener miles y miles de millones no acordarte de la gente que duerme al raso una noche de invierno. Es un actitud y me parece de sentido común, más allá de ideologías militantes. Todos esos miles de toneladas de comida que se desperdician al año… es una pena. 

"Yo soy crítico con todo, y primero conmigo mismo. No estoy deseologizado. No estoy desclasado" 

P.- ¿No estás desencantado tú con la izquierda? 

R.- Encanto, desencanto. Son términos filosóficos. Yo soy crítico con todo, y primero conmigo mismo. No estoy deseologizado. No estoy desclasado. 

P.- Tú no te retiras ni de coña, ¿no? 

R.- Yo no. Hombre, veo en los vídeos al Miguel jovencito, cómo corría en el escenario, y me jode, pero es que aún me veo bien. De energía, de aspecto, de voz. Y amo esto. Lo amo. 

P.- Estás como quieres. 

R.- Lo que quiero es seguir estando. 

Ríos.

Ríos. Jesús Umbría.