Ni Andrés Calamaro (Buenos Aires, 1961) escapa a ese funesto momento que persigue a los rockeros cuando la música ya no suena más alta que sus problemas: el de sentar la cabeza, convertidos los malditismos y las leyendas de cuarto de baño en emotivo menudeo de sobremesa. "Como persona humana celebro dormir de noche y disfrutar de una vida mundana y luminosa, familiar y cotidiana", capitula ante la vida y EL ESPAÑOL | Porfolio en esta entrevista, cuyas respuestas dan ganas de dosificar en columnas que publicar los domingos, y que expresamente dedica a su amigo y "mentor en los tendidos" Fernando Sánchez Dragó, fallecido este lunes.
Pero no se alarmen: Calamaro sigue siendo el fenotipo perfecto que presentar a los tripulantes de la nave de Orión cuando aterricen para explicarles qué es el rock. Aunque ya no duerma la mona en la parte de atrás de la furgoneta ni prenda fuego a la guitarra. Aunque la farlopa ya no suba por los agujerillos de la nariz hasta dotarlo de una "fluidez musical insólita" y se autoperciba ahora como una "simulación de rockero culto". Aunque ya no sea capaz de vivir en un lugar sin bar donde leer el diario mientras desayuna y Maradona no vaya a timbrar en su dacha.
Ni chivatos ni membrillos es el nombre de su nuevo pódcast, producido por Sonora, un proyecto personalísimo donde apunta a un "patio cultural ambicioso". Toros, Dios, Flamenco. Leña al fuego para "una sociedad puritana y todo lo contrario, las dos cosas al mismo tiempo".
P.- Su padre fue periodista, editor del suplemento Cultura y Nación del diario Clarín en los años sesenta y setenta. ¿Le acerca sentimentalmente el oficio paterno al periodismo?
R.- Mi padre no se consideraba un periodista profesional, más bien un cuadro activo en lo cultural y la política. Dirigió la revista Qué (Qué pasó en siete días) a finales de los años cincuenta y llevó el suplemento de culturas del diario Clarín mientras la dirección editorial del periódico coincidía con sus ideales políticos en el "desarrollismo". Luego soy lector de periódicos por propia voluntad, es más que un hábito. Leo editoriales y me apropio de análisis que luego regurgito.
P.- En Madrid alterna con algunas de las mejores firmas del país en las tertulias del Foro. ¿Es un rockero domado por la cultura?
R.- Ojalá pudiera decir que sí, soy una "simulación de rockero culto", luego le huyo al cliché y a la nostalgia pero sin presumir de lecturas ni de conocimientos importantes. Y soy porteño. En los años setenta y ochenta vivimos nuestra "movida" cultural y musical iconoclasta y cosmopolita, contra corrientes casi siempre adversas. Tengo querencia por la conversación tertuliana, vestir acorde con las circunstancias, comer bien, fui mucho al cine toda mi vida y soy un lector mediano. Un cantor apenas mundano.
P.- Hasta Ni chivatos ni membrillos, el pódcast que acaba de estrenar en Sonora, la única actividad periodística -admítame esa vertiente en sus tertulias radiofónicas, con cierto apego a la actualidad- que le conocíamos eran algunas Terceras en ABC que, creo, le enorgullecen.
R.- Las Terceras en el ABC patrocinadas por Luis Ventoso fueron mis ocho miles como periodista aficionado, particularmente el tríptico: Sumisión, El Reich Animalista y La Izquierda de los Papanatas.
P.- En la última de ellas decía que nuestra capital vive La Segunda Movida Madrileña. ¿Por qué?
R.- Madrid en mayo es un centro magnético universal como Sevilla en abril: Jerusalén y Roma. Escribí este artículo (que no es gran cosa) la tarde en que se presentaron Morante en San Isidro y Rolling Stones en el estadio Metropolitano. Es verdad que otros índices energéticos señalan a Madrid como ciudad referente en Europa y capital mundial de este idioma. Y si se mueve, pasan cosas. Cualquier día se tirotean venezolanos en Ives Saint Laurent.
P.- ¿Vivió la primera?
R.- Los primeros años de los noventa fueron años buenos para la -conocida como- "movida madrileña", entonces centralizada en el Malasaña de los centuriones y los rockeros alternativos. Turmix, el Bocho, El Palentino, Javier Corcobado, Julian Infante, Guille Martín, Los Agapo, el Alfil, Mil Dolores Pequeños, El Morocco, Los Enemigos y Mao & Katy. También estuve, aunque esporádicamente, visitando España en años anteriores en los ochentas, entre 1984 y 1986. Fueron años marcados por la heroína, hay que decirlo.
P.- ¿Es Madrid la mejor ciudad de Europa para ser artista?
R.- No. Lamento decirlo. España destrata a sus artistas con indiferencia e impuestos. Lo saben los toreros, los músicos y en el principado flamenco. Artistas sin subvenciones y pagando el diezmo, no parece un escenario ideal. Madrid es agridulce con sus artistas, se retrata en el tendido siete y en el Casa Patas cerrado.
P.- Y Buenos Aires: ¿qué es ahora para usted?
R.- Solo he vivido en Buenos Aires y en Madrid, en lo que a mí concierne sigo viviendo. Aquí tengo amigos y colegas, feedback cultural y un bar donde desayunar leyendo el periódico. En Madrid también.
La ciudad de Buenos Aires es un "mundo aparte". Siempre fue el puerto, la política exterior y la sede gubernamental e intelectual del país, así toda la historia. Tampoco por eso vivimos ajenos a las crisis sociales del resto del país, más bien lo contrario: entre Ciudad y provincia convivimos más de un tercio de la población de todo el país, más de quince millones de nosotros. Es una capital rockera y efervescente, marginal y distinguida al mismo tiempo. Cultivamos la amistad hospitalaria y espontánea. Hay que verla.
P.- ¿La diferencia entre el siglo XX y el XXI es la misma que entre Maradona y Messi?
R.- Ojalá. Seríamos el primer país hispano americano de la Unión Europea.
P.- ¿Lloró cuándo fueron campeones del mundo otra vez?
R.- No sé llorar.
P.- ¿Echa de menos al Diego? ¿Cuándo fue la última vez que estuvieron juntos?
R.- Sí, le echo de menos. Nos hablamos cuando estaba dirigiendo al Gimnasia y Esgrima de La Plata. Diego era un oráculo y un tesoro de persona. Generoso, contrastado, gracioso, memorioso, pícaro y cómplice. Sus compañeros le conocieron como compañero, no obstante era agradecido y cariñoso con los artistas musicales; nosotros dos compartimos muchos encuentros clandestinos y privados, sin fotografías ni cámaras de televisión. Sigo esperando que suene el timbre de mi dacha y sea él.
P.- La putada de escribir un disco tan bueno como Honestidad brutal (1999) debe ser la dificultad de empatarlo.
R.- Algo es algo. Un álbum "muy bueno" también existe para desafiarlo y es lo que hice, mayormente en privado y clandestino. Las siguientes grabaciones fueron insólitas y muchas. Consisten en mayor dominio vocal e instrumental, textos con mayor vuelo existencial y creativo, atrevimiento en el audio y el concepto. Honestidad Brutal es un buen disco para un siglo terminando pero creo que supe como desbordarlo en los años siguientes.
P.- El mejor recuerdo que guardo de un amigo/hermano muerto es escuchar en un descapotable blanco Estadio Azteca, un verano, al filo del Atlántico. Le quiero decir con esto que, quizás, justifica una biografía entera escribir una canción que acaba convertida en himno.
R.- Ángel, me honras tú y la memoria de tu amigo. La dimensión humana de las canciones nadie la merece, ningún cantante. Excede nuestros mejores pronósticos e ilusiones. Me dejas sin palabras. Estadio Azteca la hicimos en el año dos mil y la re-grabamos en El Cantante con el arreglo de Casa Limón. Por lo visto contiene algo heroico, una sustancia que da la impresión de detener el tiempo. Viva la música, dijo Andrés Caicedo en Cali.
P.- Me consta que usted rompió con las drogas hace tiempo. Supongo que la vida, ahora, le sabrá como al piloto que ha cambiado un coche de gasolina por uno eléctrico.
R.- No sé conducir coches, solo puedo imaginar la diferencia entre uno motorizado y uno silencioso, creo que preferiría la grasa y el ruido de los motores analógicos. La fluidez musical que tenía con la farlopa era insólita, incalculable. Como persona humana celebro dormir de noche y disfrutar de una vida mundana y luminosa, familiar y cotidiana.
P.- Volvamos al señuelo de la entrevista... ¿Por qué un pódcast ahora?
R.- Edu Galán y Toni Garrido acordaron que era buena idea hacerlos conmigo y mi compadre Alberto Vacas. Luego son cuarenta minutos de audio y un micrófono, como grabar un disco. Me tratan con exquisita amistad y confianza.
P.- ¿Cuáles son sus favoritos? ¿Hay alguno que escuche asiduamente? Leí en algún sitio que en los Estados Unidos el usuario promedio escucha nueve pódcast por semana.
R.- No sé cómo escuchar pódcast ni uso auriculares fuera de los viajes largos en avión. No escuché ninguno. Fatal con las aplicaciones y cualquier cosa que necesite una contraseña. Cuando una password se pierde jamás se vuelve a encontrar.
P.- Los tres primeros capítulos son muy personales, para calamaristas, incluso. ¿Era la mejor manera de explicarse en un mundo tan histriónico, capaz de desvirtuar cualquier opinión?
R.- En estos tres primeros episodios desnudo que me falta pulimentarme como "entrevistador" o disimulo estas carencias entre tres invitados de extrema categoría, líderes en su sector. Quizás apuntamos alto hacia un patio cultural ambicioso: renunciar al ateísmo, confirmar o dudar de la existencia de Dios, leer los toros, desmontar falacias como el "sufrimiento animal exclusivo" o la valentía como heroísmo poético excluyente. Y hablamos de música y flamenco en el nivel estratosférico de Paco de Elche. Eso en cuanto al contenido de las conversaciones, luego compartimos experiencias musicales y nos rodeamos de leyendas del radio-periodismo. No sé si sea la mejor manera de explicarse en un mundo histriónico (aquí estoy siendo literal a colación de tu pregunta) pero es una labor de amistad, pensamiento, buen humor y música. Un odioso Sanedrín.
P.- ¿Con qué anda obsesionado últimamente? ¿Le escucharemos otro gran disco?
R.- Lógicamente estoy obsesionado con la gira próxima, hace cinco meses que no actuamos y recomenzamos de mayo a diciembre. Despierto con pesadillas musicales. Ahora llevo meses escuchando el archivo sin fondo: cientos y miles de grabaciones fuera del radar industrial. El archivo es "ingrato" o poco funcional: el pop se nutre del presente, grabaciones de hace veinte años no importan a nadie ni mueven los amperímetros de industria alguna. Nadie se va a molestar en escuchar un tocho de música interesante pero rebelde.
Aquel que cantaba en los años noventa es un alter ego, mi verdadera persona artística hizo cumbre en los primeros años dos mil, como Ícaro. Tengo bastantes cosas escritas, un guión de cine, versos criollos, entradas y letras de canciones; luego otros registros de perfomatividad que no precisamente viene del escenario o de los discos, un aporte cultural distinto. Claro que no descarto grabar más discos, pero confieso que la grabación tradicional carece de un marco amplio que consolide una obra musical, asistimos a una dispersión inédita u a otro tipo de enfoques y actitudes que sospecho alteran en los consumos culturales.
P.- ¿Hay algún artista emergente, joven, que le guste especialmente?
R.- Dillom.
P.- ¿A dónde nos conduce la burbuja de los precios de los conciertos? ¿De verdad vale 1.000 euros ver a un artista internacional en la zona VIP?
R.- Caro ver el fútbol en el Santiago Bernabéu y toros en Las Ventas. Precios de productos de lujo en Ortega y Gasset o Serrano. Los tickets para los conciertos en el Botánico promedian cuarenta euros, menos que un pollo. Los precios para ver a Madonna parten de los cien euros, el precio de una cena con vino de la casa. Tampoco es una tragedia. Se elige conciertos como se elige ropa o un restaurante. Los precios de han acomodado al valor universal de las drogas duras, precios duros. Cualquier cosa vale como un gramo, un pollo. Un menú sale por medio, una cena con vino son dos, una platea para ver a Madonna, ocho.
P.- Hablemos de toros. ¿Es Morante de la Puebla el mejor torero que usted haya visto?
R.- Morante es torero artista de todos los tiempos, importa a los gallistas, los rafaelistas y los curristas. El siglo pasado hubiera sido portada de Time tres o cuatro veces.
P.- ¿Qué relación tienen?
R.- Somos amigos y es Morante. Tiene la inteligencia y la personalidad de un genio con sus virtudes y aristas, no obstante, es mi amigo dilecto. Me ha abierto las puertas de La Puebla, de la furgoneta, los burladeros y de sus cosas. No sé si existe torero capaz de torear a José Antonio. Es maradoniano y mágico, en términos balompédicos de arte.
P.- ¿Por qué son tan importantes los toros para usted?
R.- Los toros son importantes pero la falta de toros es imponente. Imagínese un artista que no tenga sensibilidad para los toros ni interés por cultivarla. Mis mentores en los tendidos fueron Antonio Corbacho, Sanchez Dragó y Jaime Urrutia. Ni un paso atrás. Es en la "ausencia de" cuando dimensionamos las cosas, ocurre con la libertad o con el alma. The Lack of…
Los toros son derechos humanos para el pueblo y en el campo, dentro y fuera de las ciudades. La cuestión taurina hay que verla y constatarse en las lecturas de El Cossío, Vicente Zabala de la Serna, Chaves Nogales, Corrochano, Bergamín. No soy un aficionado specialiste ni percibo todos los detalles litúrgicos y técnicos. Leo toros, he visto cien tardes, escucho a los que saben y tengo los mejores maestros. Es un conocimiento complejo, una apreciación experta... Explicar los toros es como es, como contar el arte abstracto o la poesía, no basta decir que es un lienzo pintado con óleos o papel impreso en tinta. Hay que envolverse, arrebujarse.
P.- Creo que el hecho de que se hayan convertido en contracultura nos seduce aún más a los irreverentes.
R.- Si bien la tauromaquia ha sido históricamente acorralada hace siglos es en este -siglo- cuando resulta un campo de pruebas de las cancelaciones y persecución publicada. La agenda empezó suprimiendo los toros en Catalunya donde solo funcionaba una plaza (la Monumental de Barcelona), luego instalaron una sinfonía de falacias una peor que la otra.
El toro necesita conservar sus espacios, no pretende que el mundo entienda nada de un día para el otro; reclama su personería cultural y jurídica, el status artístico y regional, el blindaje y el interés universal. Lo que le pertenece.
P.- ¿Nos hemos vuelto una sociedad puritana? En caso de que sí, ¿no es una terrible forma de censura?
R.- Una sociedad puritana y todo lo contrario, las dos cosas al mismo tiempo. Puritanos y degenerados en la virtud inversa, mentirosos pero llenos de razones. Un sesgo señalado con cinismo e ingenuidad, o una cierta censura que opera como una religión bastarda -y superficial- instalando una cierta esclavitud de apariencia amable.
P.- ¿Cómo se ve la vida desde la Cara B del disco? Aunque espero que viva 122 años.
R.- Esta edad es muy buena, los años sesenta. Estaba advertido del cool de esta década, quizás me costó un poco estrenar número redondo pero ahora estoy encantado mirando la vida desde este atalaya vigía.
P.- Recuerdo una entrevista suya en el programa de Andreu Buenafuente, hace más de 10 años, donde apostató solemnemente de la progresía con unos versos escritos en un taxi. Lo vi muchas veces, no me hace falta recordar que ese día le compró a su madre en el Fnac de Callao el libro Pastoral americana, de Philip Roth. Contaba que llegó a España siendo una persona de izquierdas, biempensante, pero que se había vuelto un hedonista ético, que "ya veremos el qué". ¿Lo sabe ya?
R.- Espero ser digno apóstol de Fernando Sanchez Dragó.
A la memoria de Fernando por tantas tardes de toros, aprendizaje, complicidad, picardía y confianza. Gracias por todo, querido amigo.