París se debe a su grandeur. Concebida para impresionar, la ciudad parece regirse por una ley no escrita que obliga a darle lustre e incrustar de cuando en cuando nuevas piedras preciosas en esta corona para que siga deslumbrando al mundo. La última pieza de este peculiar Monopoly es el lujoso Hotel Bulgari.
Tan solo dos meses después de su apertura, sus elegantes bares y restaurantes de sapore italiano se han convertido en esos lugares para ver y ser vistos de la gente guapa parisina. En cuanto cruzo el umbral de la entrada y piso la estrella de ocho puntas del suelo del lobby, marca de la casa, me sorprende la animación de sus salones en este París a medio gas.
En el hotel observo que hay pocos huéspedes alojados, pero estamos en temporada baja y es solo cuestión de tiempo que cuelguen el cartel de completo pese a unos precios que sobrepasan los 1.000 euros la noche. Hay ganas de lo mejor de París entre las elites viajeras, entre el famoso "1%", por utilizar una expresión anglosajona para designar a los ricos entre los ricos.
Uno de los miembros de este selecto club es al mismo tiempo uno de los dos propietarios del edificio, su músculo financiero ha hecho posible que el Hotel Bulgari París pueda competir sin complejos con los grandes nombres en la plaza más competitiva y exigente del lujo mundial. Se trata de Sandra Ortega, la discreta primogénita de los fundadores de Inditex y segunda fortuna de España.
Su primera incursión en la ciudad del Sena la hace en tándem con un inversor saudí, Osama Al Sayed. Distintas fuentes del sector apuntan a que la cantidad aportada conjuntamente por ambos para hacer realidad el flamante hotel rondaría los 300 millones de euros. Un portavoz de Ross Corunna, el holding inmobiliario de Ortega Mera, ha confirmado a EL ESPAÑOL | Porfolio su participación en el proyecto, pero declinan facilitar información adicional. La discreción es la norma no solo de Sandra Ortega, también de sus empresas.
En la calle de la Ensenada
La casualidad, o tal vez el destino, ha querido que la nueva joya de la hija de los fundadores de Inditex se encuentre precisamente en la misma calle que la Embajada de España en París. Desde el impresionante ático del hotel observo, abajo, en la acera de enfrente, la bandera rojigualda en el número 15 de la Avenue George V. A decir verdad, no ondea, de hecho, la encuentro de capa caída desde estas alturas. Lo interpreto como una metáfora de la situación patria. Desde el piso 11 del Hotel Bulgari, me parece ya no pequeña, sino empequeñecida en este siglo XXI tan global.
Cuanto me rodea y me fascina en la estancia más elevada y exclusiva del hotel, me ayuda a entender que Sandra Ortega juega en otras ligas, en la liga global y en la liga del 1%. La Bulgari Penthouse, donde me encuentro, es el nuevo rien ne va plus del que todo el sector hotelero del lujo habla con admiración. Llego con las expectativas muy altas y me vuelvo realmente impresionada. Se trata de un dúplex de 1.000 metros cuadrados que corona el antiguo edificio de oficinas del número 30 de la Avenue George V, convertido hoy tras una inversión multimillonaria y años de reforma con carta blanca en el exclusivo Hotel Bulgari.
De los 1.000 metros cuadrados de la suite, nada menos que 600 han sido destinados a un jardín panorámico privado en dos alturas enclavado en el corazón de la ciudad. Hay toda clase de plantas, árboles y arbustos que confieren una inesperada frondosidad y parecen tocar el cielo de París. No creo que haya otra estancia igual en la ciudad y menos en pleno triángulo de oro, entre los Campos Elíseos y el Sena, en el elegante distrito VIII.
De los 1.000 metros cuadrados de la suite, 600 han sido destinados a un jardín panorámico en dos alturas
Recorro la terraza ajardinada tras ver sus lujosos interiores y tengo esa sensación de que París está a mis pies y de que seguramente paseo por un lugar realmente único destinado a ese "1%".
Me acompaña en la visita Jêrome Chevalier, jefe de mayordomos del hotel. Hace honor a su apellido. Todo es tan elegante y exquisito, el trato es tan amable que no me atrevo a preguntar por el precio de la suite, parece que no viene al caso. Según leo más tarde en el Wall Street Journal, la estancia en esta suite cuesta unos 35.000 euros la noche. Calculo que mucho más en fechas señaladas.
Por asombroso que parezca, este exorbitante precio no le convierte necesariamente en la más cara de una ciudad que se prepara para recibir de nuevo a los ricos (aunque los chinos tengan que esperar), para acoger por tercera vez unos juegos olímpicos (en 2024) y hasta la final inesperada de la Champions, el próximo 28 de mayo, tras la decisión de la UEFA de descartar San Petersburgo por la invasión rusa de Ucrania.
Me saca de mis pensamientos Chevalier. "Tenemos un acompañante", me dice. Ha querido el destino que me encuentre en el Penthouse con un halcón y un experto en cetrería que acuden una vez cada tres meses. "Es el método más antiguo, natural y ecológico para mantener alejadas a las palomas", me explican. Se cuidan todos los detalles. Tampoco se usan insecticidas en este pequeño nuevo edén del cielo de París.
El halcón me mira. Creo que no voy a olvidar nunca esta curiosa imagen de este bosque en el que asoma la torre Eiffel como si fuera un árbol más y la estampa regia del ave rapaz. Napoleón adoptó las águilas del Imperio romano como enseña de sus ejércitos. Los imperios caen. París resiste. Ya lo dice la divisa de la ciudad: Fluctuat nec Mergitur (Batida por las olas pero nunca hundida).
Asombrar en París no es fácil con míticos como Ritz, Crillon, Bristol, Meurice, George V, Peninsula...
Lejos de hundirse, ni siquiera con el oleaje producido por la pandemia o la inestabilidad internacional, el imperio de la hospitalidad parisina de lujo está en plena forma y es extraordinariamente competitivo. Asombrar en París no es fácil con direcciones como los míticos Ritz, Crillon, Bristol, Meurice, George V y los más recientes Peninsula o Shangri La, entre otros. Los mejores están aquí y lo hacen con toda su artillería. Bulgari juega con inteligencia la baza italiana y el estilo contemporáneo, tan del gusto de estas elites que ahora van en zapatillas de deporte. De Balenciaga, eso sí.
Se diría que en París hay una nueva hornada de hoteles que se aleja del lujo clásico con una aproximación más siglo XXI. "Sí, ofrecemos un servicio y un producto muy diferente al lujo clásico", explica Sylvain Ercoli, el afable director del hotel. Sabe de lo que habla. Ercoli se convirtió con tan solo 30 años en el director más joven de la historia del Ritz de París y es toda una institución en el sector.
"Solo tenemos 75 habitaciones, el 85% suites, un spa espectacular y nuestro restaurante, asesorado por el chef Niko Romito, ya está entre los cinco mejores restaurantes italianos de la ciudad”, indica.
Pero en París nadie regala nada "y todavía tenemos que ganarnos los galones. Yo cuento con mi squadra un equipo de 220 profesionales, -75 de ellos italianos-, incluyéndome a mí, que tengo doble nacionalidad. Queremos ofrecer un servicio informal pero impecable con un fuerte acento italiano, solo tienes que hablar con Leonardo, al frente de nuestro bar, para transportarte a Italia".
Sigo sus recomendaciones y antes de irme me tomo un Bellini en la barra charlando con Leonardo, seguramente una de las barras más bonitas de hotel que he visto en mi vida. Leonardo se curtió en el mítico bar del Ritz de París, ese que quería liberar Hemingway. Han pasado 24 horas desde que entré en el hotel y recapitulo mentalmente antes de marcharme: el halcón, la bandera de España, las lámparas de Murano, el gran trabajo del estudio de Antonio Citterio Patricia Viel, los lacados, marqueterías, las mantas de cachemire.
La estrella de 8 puntas
Lámparas de Barovier y Toso, mármoles de Breccia, sedas, fotos en blanco y negro de la dolce vita, cuadros con los diseños de sus coloridas joyas, cachemires, gomalacas, piezas de Gio Ponti, sillones de Maxalto, cristalerías de Salviati, vajillas de Ginori 1735.
He aprendido que algunas de estas casas ya fueron proveedores de los dogos y de los Medici. Bulgari llega con su artillería y con esa cosa tan italiana de juntar lo de antes, lo de ahora y lo de siempre a su manera y con estilo y cierto brío, de juntar lo sofisticado con cierta calidez que se agradece en ciudades en cierto modo frías como París.
Antes de partir me hago una foto con quien ha sido mi mayordomo y me ha hecho probar las mieles de la vida entre algodones de los happy few. Hasta siempre Gerilas Delblond, mi particular Mary Poppins de este día inolvidable, parte de la squadra ganadora de Ercoli. En mi maleta me ha puesto una etiqueta de piel con el nombre del hotel y mis iniciales grabadas. Su último detalle.
Me hice la foto con Gerilas sobre la estrella de ocho puntas que preside el suelo de la entrada, es el símbolo de la casa de joyas romana, que se inspira en la pieza central de la Piazza del Campidoglio y que utilizó el fundador de la joyería, Sotirios Voulgaris en 1934 en su célebre establecimiento de Via Condotti.
Tan solo 7 hoteles en el mundo tienen esta estrella. La marca de hoteles Bulgari arrancó en Milán en 2004 con un socio hotelero de lujo: Ritz-Carlton. Ha ido creciendo poco a poco y se ha convertido en referente en algunos destinos especialmente competitivos como Milán, Bali o Dubái, cuyo hotel dirige el español Pep Lozano, uno de los hoteleros españoles mejor valorados en el mundo del lujo.
Sólo siete hoteles en el mundo tienen esta estrella de ocho puntas, símbolo de la casa de joyas romana
Bulgari prepara aperturas en Roma, Moscú, Tokio, Miami y Los Ángeles. Parte de sus desarrollos llevan implicadas branded residences, es decir, lujosos apartamentos con los servicios de hotel, uno de los sectores más atractivos para los fondos de inversores que han entrado en el sector.
Rosalía Mera empezó
La relación entre Bulgari y la familia Ortega Mera viene de atrás. Fue en realidad Rosalía Mera, primera mujer de Amancio Ortega y madre de Sandra, la que decidió invertir en los Hoteles Bulgari cuando la casa italiana (en manos de LVMH desde 2011) se plantea abrir su lujoso complejo en Londres en 2012.
Su venta en 2015, dos años después del fallecimiento de Rosalía Mera, proporcionó al holding heredado por su hija, 50 millones de euros en plusvalías. Un negocio absolutamente redondo.
Se desconoce si Sandra Ortega seguirá o no este modelo en París y con los años se deshará del inmueble. Por el momento, su apertura llega con un año de retraso y precisamente coincide con un momento de reorganización de sus intereses en el sector del ladrillo. El entramado inversor de Ortega se organiza a través de diferentes sociedades que tienen como matriz Ross Corunna, el holding creado con su madre con sede en La Coruña.
Su cartera de inversiones inmobiliarias se distribuye geográficamente entre Estados Unidos, España, Alemania, Austria, Francia y Portugal e incluye oficinas, residencial, comercial y hoteles, fundamentalmente. Estos últimos son los que parecen darle más quebraderos de cabeza últimamente. Ortega Mera puso en venta hace tiempo su participación de un 31% en Room Mate, el grupo hotelero del mediático Kike Sarasola, que no pasa precisamente por su mejor momento y ha pedido un rescate de 50 millones de euros.
Room Mate es además la primera causa de enfrentamiento con el que hasta hace poco era hombre de confianza de la primogénita de Amancio Ortega en materia de inversiones inmobiliarias, José Leyte, con quien mantiene una disputa que se dirime en los tribunales con acusaciones de apropiación indebida y falsedad documental.
Próxima joya
Su reajuste del negocio hotelero ha afectado por el momento a sus propiedades en Estados Unidos, donde hasta hace poco poseía cinco hoteles. Hace un par de meses se deshizo del Standard Hotel de Miami Beach, adquirido por 55 millones de dólares por Barry Sternlicht, legendario fundador de la hotelera Starwood. Mantiene la propiedad, entre otras, de El Prado, un lujoso hotel boutique ubicado en Palo Alto, en pleno Silicon Valley, que será gestionado por el Grupo Barceló, según se ha anunciado recientemente.
Con el Bulgari París ya funcionando, las miras están ahora puestas en el desarrollo de su futura joya residencial y hotelera en Troia, a una hora de Lisboa, un resort de lujo bautizado con el nombre de "Na Praia". El complejo financiado por Ross Corunna, albergará un hotel de cinco estrellas, tres núcleos turísticos, instalaciones deportivas y de ocio con un total de 123 unidades residenciales y 506 camas. Se trata de una de las zonas costeras más bellas de Portugal y con un alto valor paisajístico que el Gobierno luso quiere preservar. Será la futura joya de esta mujer discreta que tal vez ni siquiera disfrute de su nuevo ático parisino. O quizá sí.