Los tiradores de precisión de las Banderas 'Valenzuela' y 'Colón' de la Legión aguardan en silencio, derramados sobre el suelo. Golpea el sol y la brisa es suave entre las vaguadas que tejen las faldas de la Sierra de Alhamilla. "Poneos los cascos", susurra el cabo primero Velasco. "¡Barrett!", grita al equipo. El soldado Naharro aprieta el gatillo y la descarga se siente como un misil. Tiembla el suelo, el polvo se eleva varios metros y la onda expansiva vibra en los pechos y espolea la adrenalina. Uno o dos segundos después, llega el impacto del cobre sobre una plancha metálica situada a casi un kilómetro. Diana. Lo llaman el disparo de la muerte.
La bala del calibre .50 de este fusil, uno de los más poderosos del mundo, puede inutilizar carros de combate y algunas aeronaves. "Técnicamente está prohibido usarla contra objetivos humanos por el Convenio de Ginebra. Si da en una pierna, la revienta, y sin los cascos puestos, los oídos duelen", sonríe el militar, no exento de un halo de misterio, y se señala las orejas. Velasco enciende un cigarrillo, le pega una larga calada y saca de su bolsillo un puñado de proyectiles de diferente tamaño. Lo hace solemne, con la actitud de quien ha visto más de lo que debería. Kosovo. Bosnia. Congo. Irak.
Entre las balas de su mano destaca una gigantesca, la de la Barrett, de 12,70 x 99 mm y un alcance eficaz de 1.500 metros. "Si disparas esto contra el motor o el radiador de un VAMTAC, lo inutilizas. Cuando hablamos de carros de combate, como no siempre puedes atravesarlos, tiramos al periscopio. Así los cegamos". Mientras lo explica comienza otra ráfaga de tiros. Velasco, como el coronel Kilgore, ni parpadea ante las detonaciones. La veintena de hombres que hay a sus órdenes otean y agujerean las montañas almerienses a través de las miras telescópicas de sus rifles, regando la Cordillera Bética de pólvora y casquillos.
El sargento Piñar aprieta el gatillo de un fusil 338; el soldado Trozo hace silbar un proyectil de 7,6 x 55 milímetros desde un Accuracy AW F con supresor. La simulación bélica, un ejercicio rutinario de estos tiradores de élite pertenecientes a la Brigada 'Rey Alfonso XIII' II (BRILEG), se desarrolla en el campo de entrenamiento de la base Álvarez de Sotomayor, en Viator, Almería. Los tiradores –todos hombres, la mujer aún no ha llegado a estos equipos a pesar de que empieza a integrarse en las banderas– ejecutan su rutinario ejercicio de tiro matutino, y EL ESPAÑOL | Porfolio los acompaña en primera persona durante el adiestramiento.
El secreto de un buen disparo, instruye Velasco, está en calibrar bien las armas, en tener un profundo conocimiento balístico. Hay algo de matemático en el espíritu de los legionarios. "Lo primero que hacemos cuando estamos apostados es preparar un dibujo para saber dónde están los objetivos. Para sacar las distancias, realizamos varias fórmulas. Medimos el ancho y el alto del objetivo, lo multiplicamos por mil y lo dividimos por las milésimas que hay en los visores. Eso nos da la distancia en metros. Si no, también tenemos telémetros láser. Hay mucha física en nuestro trabajo".
Los tiradores selectos, antes de ejecutar un disparo para neutralizar a su objetivo, deben tener en cuenta las características geográficas del terreno y la velocidad del viento. Por eso, en el frente, siempre van en pareja. Uno calibra el fusil y el segundo hace tareas de observación con binoculares, con anemómetros, con telémetros, con cámaras térmicas. "Lo más importante es saber calcular la velocidad del viento. No sólo el que corre aquí, sino lejos", añade el sargento primero Pita de la VIII Bandera 'Colón', quien guía a este diario por el campo de entrenamiento mientras sostiene un fusil HK G36E.
"Al llegar a la zona en la que se encuentran los objetivos, hacemos un estudio del terreno. Aquí podemos tener en cuenta cómo sopla el viento del sur, pero, por ejemplo, delante nuestro tenemos una vaguada que va de derecha a izquierda, mientras que a lo lejos encauza de izquierda a derecha, lo que supone que hay viento cruzado. Todo eso se debe tener en cuenta para no fallar". Señala con la mano el horizonte de la sierra almeriense mientras los tiradores empiezan un ejercicio de tiro rápido llamado hold off, que consiste en derribar objetivos en pocos segundos sin calibrar la mira entre tiro y tiro.
Cuando un grupo de tiradores llega al frente, lo primero que hace es analizar la geografía sobre el plano; después, estudia la climatología mediante unos dispositivos llamados estaciones meteorológicas, que miden la temperatura, la presión barométrica, la humedad y la velocidad y dirección del viento. Con el dominio de todas esas condiciones, explica el sargento primero, una bala puede llegar a hacer diana 'fácilmente' a casi dos kilómetros de distancia.
"Depende de las miras ópticas, pero con el Barrett acertamos a unos 1.700 metros. Con el 338 rondamos la misma distancia. El Accuracy AW roza los 1.000 metros, y el HK, los 600. Por ejemplo, este año, en Ucrania, se batió un récord mundial que superó por primera vez a los canadienses: más de 3.000 metros de distancia con un 12,70 del calibre del Barrett, realizado por tiradores ucranianos. Pero eso es un disparo entre un millón. La dispersión de una bala son seis centímetros a los 100 metros; a los 1.000 hablamos de 60 centímetros, y a los 2.000, de 120. Hay disparos que son pura suerte, y tenemos la teoría de que ese fue el caso. La dispersión del arma era mayor que el objetivo".
Los ojos del Ejército en el frente
Avanza la mañana y los soldados continúan su adiestramiento. Llevan desde las 8:00 en pie y hora y media tostándose al sol. Velasco enciende un segundo cigarrillo e instruye a algunos de los compañeros con menos tiempo en la unidad, que garabatean coordenadas y cifras sobre un papel. Sorprende la juventud del equipo, cuya edad media ronda los 30 o 35 años. Casi un cuarto de la longevidad real de la unidad, ya que la VII Bandera 'Valenzuela' se fundó en enero de 1925 en plena Guerra de Marruecos y adoptó su nombre en honor al teniente coronel Rafael de Valenzuela y Urzaiz, segundo Jefe de la Legión; por su parte, la VIII Bandera, la 'Colón' se creó en 1926, y rinde homenaje al conquistador español.
"Todas las banderas de infantería de la Legión cuentan con sus tiradores. En el caso de la nuestra [la Brigada 'Rey Alfonso XIII' II] tenemos tres equipos por compañía, una veintena aproximadamente. Sólo hay dos banderas con tiradores. Luego hay algunos en Ronda, en Melilla y en Ceuta. Seremos poco más de 100 en total", incide el cabo primero, y recuerda: "Los tiradores de la compañía damos protección a la bandera. Siempre vamos por delante". Efectivamente, en el parche que lleva cosido en su macuto se puede leer la letanía: 'Tiradores Valenzuela: primeros en llegar, últimos en irse'.
Los francotiradores son los ojos de la bandera. Sobre el terreno, siempre llegan los primeros para emprender tareas de reconocimiento. El disparo es sólo un 30% de su trabajo. El resto es observación, fotografiado, envío de coordenadas. "Tenemos una gran capacidad de infiltración sin ser vistos. A los escalones superiores les interesa que podamos abatir a un tío a 600 metros, pero muchas veces es más relevante que seamos capaces de identificar un medio contra carro, o corregir las coordenadas de un objetivo si está siendo batido por fuegos indirectos, tanto de mortero como de artillería. Lo más visible es el disparo, pero no necesariamente lo más importante", reconoce el sargento primero Pita.
Actualmente, los legionarios de la BRILEG no participan en ninguna misión de combate directo en el frente. Por ejemplo, varios hombres acaban de volver de Mali –la Brigada constituyó el continente desplegado en zona de operaciones EUTM MALI XXII–, mientras que un grupo de legionarios sigue aún en Irak y en Líbano, en la frontera con Israel.
Siempre están preparados para lo que denominan 'combate generalizado de alta intensidad'. Sin embargo, cuando son enviados a una zona caliente, lo hacen en operaciones de paz o de defensa de autoridades políticas y militares. Miembros de la BRILEG, por ejemplo, han estado en Kosovo, en el Congo, en Bosnia y en Macedonia, aunque las misiones más complicadas en las que han participado han sido Afganistán e Irak, donde sí tuvieron que abrir fuego contra enemigos.
"Las unidades que han pasado por Afganistán han recibido hostigamientos constantes", continúa Pita. "En el Líbano, por ejemplo, no nos han atacado, pero estamos preparados para el combate. Nosotros no hacemos misiones de ataque, pero nos entrenan para defendernos. No vamos a las misiones a matar gente". Preguntado por si alguna de las unidades ha perdido tiradores en el frente, la respuesta es negativa. "El tirador, si está bien instruido, tiene un nivel de supervivencia más elevado que un fusilero. Hacemos infiltraciones en grupos reducidos y somos prácticamente indetectables".
El código samurái
Con la finalidad de adaptar al Ejército de Tierra español a los nuevos entornos operacionales que derivan de la guerra contemporánea, el jefe de Estado Mayor del Ejército designó en 2018 a la BRILEG como Brigada Experimental (BRIEX). La idea, de cara al futuro, es crear la 'Brigada 2035', cuya característica principal será estar especializada en el manejo de tecnología de última generación y disponer de una mayor potencia de combate a pesar de contar con un reducido número de personal (alrededor de 2.800 militares).
"Aunque nos entendemos con todos y los protocolos son parecidos, a nosotros nos gusta decir siempre que nos diferenciamos de otros militares por las costumbres y las tradiciones", añade el cabo primero Velasco. "El espíritu de los legionarios viene del código Bushido. Nos basamos en los doce espíritus, como el de la disciplina, es decir, cumplir la misión hasta morir, o el de honrar la bandera de la Legión como la más gloriosa. Millán Astray lo creó en base a esta filosofía samurái japonesa y estableció la idiosincrasia del cuerpo, su forma de trabajar, sus pilares".
Los legionarios que lo acompañan consideran que la verdadera razón por la que están en esta rama de élite del Ejército no lo hacen por disfrutar de la acción ni de la adrenalina. La verdadera razón que los motiva a unirse bajo el paraguas de la Legión es el vínculo qu se urde en los cuarteles. La Legión es una hermandad. "Nadie está aquí por dinero, sino porque somos familia. El problema de uno es el problema de todos. Ser legionario, en fin, es una forma de vida", concluye Velasco.