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“Siempre lo veíamos montado en su bici y con dos o tres niños alrededor, pero quién iba a pensar que era un monstruo capaz de eso”, comentan entre sí dos vecinas de Pilas, un pueblo de 14.000 habitantes enclavado en el Aljarafe sevillano.
Son las 12 de la mañana de este pasado jueves cuando el reportero es testigo de la conversación entre las dos mujeres, que viven en la calle Felipe II. Se refieren a Leonardo Francisco Moreno García, el hombre de 34 años que la Audiencia Provincial de Sevilla acaba de condenar a más de medio siglo de cárcel por violar a cuatro hermanos y abusar sexualmente de una quinta. Ninguno superaba los 11 años.
“Fíjate, con lo buen niño que parecía… Se ha criado aquí al lado y nunca dio un disgusto”, dice una de las señoras. “Una ya no se puede fiar de nadie”, le responde la otra desde el quicio del portón de entrada a su casa, con las bolsas de la compra todavía en las manos.
Las cinco víctimas de Leonardo Moreno formaban parte de una misma familia de origen rumano. La de menor edad tenía cinco años. La de mayor, 11. Las engatusaba regalándole golosinas. Luego, llevaba a los hermanos a una caseta a las afueras del pueblo y allí, a solas, los obligaba a mantener sexo con él. Sólo la niña, en una ocasión, fue capaz de huir cuando Leonardo le estampó un beso en la boca. Ahora, el agresor tendrá que cumplir una pena de 54 años y 3 meses de prisión. Lo sabe desde el pasado 5 de febrero, fecha de la sentencia.
Los conoció en una fiesta de cumpleaños
Principios de 2012. Fiesta de cumpleados de la hermana pequeña de Leonardo -tiene otra mayor que él-. Entre los invitados están cinco hermanos de una familia de origen rumano. Uno de ellos va a la misma clase que la cumpleañera. Los niños tienen entre cinco y 11 años.
Los padres, que a principios de siglo emigraron a España en busca de empleo y una mejor vida, pasan por notables dificultades económicas. Ese día, Leonardo se muestra simpático con los críos. Juega con ellos, bromea y también les pide que, de ahora en adelante, lo llamen Leo.
Con el paso del tiempo, ese primer contacto se tornó en encuentros casi a diario por las calles de Pilas. La casa del joven, por aquel entonces de 27 años, se encuentra en la calle Felipe II. Los niños residían unas calles más allá, a la espalda del hogar de su nuevo amigo.
Por ese tiempo, Leo aún vive con su hermana pequeña, con su madre, que sufre obesidad y que apenas se mueve ni sale de casa, y su padre, que se dedica a vender coquinas entre los vecinos del pueblo.
Poco a poco, Leonardo fue ganándose la confianza de los cinco niños, que ya le llamaban Leo. Los solía pasear en su bici por las callejuelas de Pilas y de vez en cuando les regalaba unas cuantas monedas para que se comprasen golosinas en los quioscos del pueblo. Sus padres no lo podían hacer ya que la familia sufría de “pobreza severa”, como recoge la sentencia, a la que ha tenido acceso EL ESPAÑOL.
Las violaciones, durante la Semana Santa
Pasaron los meses, llegó la primavera de 2012 y Leo aprovechó las vacaciones escolares de Semana Santa para desatarse. Como no tenía empleo, gozaba de todo el tiempo del mundo. Decidió no esperar más y dio un paso más. Quería ese sexo que tantas veces había imaginado en su cabeza.
(Los nombres usados para referirnos a los niños a partir de ahora son falsos).
A Marco, de siete años, Leonardo Moreno lo llevó hasta en seis ocasiones a una casa abandonada a las afueras de Pilas. Allí, bajó los pantalones del menor, lo besó en los labios, le masturbó y lo obligó a hacerle lo mismo a él. También lo forzó a que le chupase el pene mientras lo amenazaba con pegarle si se negaba. En esos encuentros, Leo se tumbaba, sentaba encima al niño y lo rozaba y penetraba analmente. Si el chiquillo se resistía, le pegaba puñetazos en los muslos.
A Ricardo, de 10 años, lo llevó a distintos sitios: a la caseta abandonada, a una zona de campo próxima al polideportivo del pueblo y a un descampado. Leo besos los labios de Ricardo y le chupó el pene. Luego, el niño le practicó felaciones a él. También, Leo lo penetró analmente y obligó al chiquillo a que le hiciera lo mismo a él. Cuando el pequeño se negaba y amenazaba con chillar, Leonardo Moreno le decía que le haría daño a él y a su familia. En una ocasión, Ricardo trató de huir corriendo, pero Leo le dio caza con su bici. En al menos uno de esos encuentros el adulto eyaculó.
A Enrique, gemelo de Ricardo, lo llevó una vez a la caseta de los horrores. Allí, le quitó los pantalones, lo penetró analmente, le pegó y eyaculó. También lo obligó a practicarle una felación mientras lo sujetaba “fuertemente” de la cabeza. A su hermano Carlos, de seis años, en una ocasión Leo lo subió en su bici, lo llevó a un campo a las afueras de Pilas, lo besó en la boca, le tocó los genitales, le chupó el pene y obligó al menor a que le hiciera lo mismo a él. Además, le pegó en los muslos cuando el pequeño se negaba.
Marina, de 11 años, fue la última víctima de Leo. Pese a que la niña se negó a montarse con él en su bici, el “monstruo” se la llevó a la fuerza a un campo a las afueras del pueblo. Allí, la besó en los labios sin que la chiquilla pudiera evitarlo. “Si cuentas algo, te mato. A ti y a tu familia”, amenazó Leo a la menor, que logró salir corriendo. Leo le dio caza en la Plaza de España de Pilas, donde le recordó que si contaba algo, la mataría.
Vídeos de contenido sexual
En aquellos encuentros, Leonardo sacó su teléfono móvil en varias ocasiones y mostró vídeos de índole sexual a dos de los hermanos. El contenido: felaciones y coitos anales enre hombres. Mientras, sus víctimas sufrían, y siguieron haciéndolo durante meses, alteraciones del sueño, pesadillas y se orinaban encima durante algunas noches. El 5 de mayo de 2012, los padres de los cinco hermanos presentaron una denuncia en el cuartel de la Guardia Civil de Pilas. Posteriormente, los chiquillos acudieron a terapia psicológica durante varios años.
Los padres de los cinco hermanos también quisieron tomarse la Justicia por su mano. Como recuerdan las vecinas de Leonardo con las que habla EL ESPAÑOL, el papá de los niños y varios familiares se presentaron en el número 20 de la calle Felipe II para tratar de agredir a Leonardo Francisco Moreno García, que hoy tiene 34 años. Al final, todo quedó en nada.
A Leo se le detuvo a las pocas horas de la denuncia. Ingresó durante unos meses en la prisión de Sevilla I, de donde salió en libertad provisional a finales de 2012. Durante el juicio admitió los encuentros y las agresiones con dos de los menores, pero no con el resto.
Seis años después, y tras una instrucción que ha tenido parones “incomprensibles”, según recoge la propia sentencia del tribunal que le ha juzgado, la Sección Cuarta de la Audiencia de Sevilla lo condena a 54 años y tres meses de cárcel por dos delitos continuados de agresión sexual con acceso carnal, dos delitos de agresión sexual con acceso carnal y otro de abuso sexual, todos ellos a menores de 13 años.
En su fallo, los magistrados Paúl Velasco, Gutiérrez López y Barrero Rodríguez fijan “el límite de cumplimiento de todas las penas privativas de libertad en veinte años de prisión”.
El tribunal también impone a Leonardo Francisco Moreno García la prohibición de mantener cualquier tipo de contacto con sus víctimas durante los próximos 25 años y lo obligan a abonarles un total de 88.000 euros. Por el momento, él ya se ha declarado insolvente.
Perdió a su padre hace dos semanas
En su perfil de una red social, Leonardo Francisco Moreno García se describe como una persona “amable”, “cariñosa” y “a veces temperamental”. En la actualidad, mientras espera su ingreso en prisión, el violador Leo se encuentra en paro. Su último empleo lo tuvo el verano pasado, cuando trabajó como camarero en un chiringuito de Matalascañas (Huelva).
Ahora no era raro verlo de noche rebuscando chatarra en los cubos de basura. Tampoco nadie se extrañaba ya en su pueblo cuando lo veía agacharse al suelo a recoger una colilla de tabaco. Ni sorprendía tampoco que se fuera a la puerta de un taller que hay a 30 metros de su casa para conectarse a la señal de internet del negocio de reparación de coches.
“Siempre han sufrido problemas de dinero. Su madre, las pocas veces que sale a la casa, va diciendo que a su hijo lo han condenado por pobre, por tener un abogado de oficio y no uno de pago”, cuenta otra vecina de unas puertas más allá de donde reside el condenado junto a su progenitora y su hermana pequeña.
El padre de Leonardo, al que le conocían en Pilas como Pepe El Coquinero, murió hace dos semanas. Fue a finales de enero. Dicen que ha sido un golpe muy duro para su único hijo varón, su “ojito derecho”.
El 5 de febrero, sólo unos días después del entierro, la Audiencia Provincial de Sevilla condenó a Leo, el “monstruo” de Pilas. “Menos mal que se marchó sin saber la pena que le caía a su niño -cuenta ahora un hombre cercano a la familia Moreno García-. Si El Coquinero llega a estar vivo, la palma ese mismo día”.