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Una pipa, otra pipa y una más. Dos operarios contemplan la reforma del lujoso hotel Ritz sentados en el césped de la madrileña plaza de Neptuno. Acaban de perder a un compañero en un derrumbe. Sus ojos inexpresivos, invadidos por el shock, no se mueven de la fachada cubierta del edificio. Delante de ellos se agolpan multitud de coches de bomberos y ambulancias. Los flashes de las cámaras les golpean en la cara. Pero ellos continúan comiendo pipas. No se han quitado los cascos. Acaban de perder a uno de los suyos.
Rómulo ha sido el único fallecido en este trágico accidente. Tenía 42 años y había nacido en Costa de Marfil, pero había emigrado a España, como tantos otros, en busca de trabajo y una situación mejor. Hacía casi un trimestre que trabajaba como obrero en las labores de remodelación de uno de los rincones más exclusivos de España: el hotel Ritz. Este ya es el cuarto suceso de este tipo en Madrid en lo que va de año.
“Hemos perdido a un compañero”, se lamentaba uno de los operarios ante EL ESPAÑOL, aún con el rostro contraído en una mueca de horror. Se aferra con fuerza a la mochila que acaba de recoger en el interior del hotel con sus enseres. Es consciente de la suerte que ha tenido de haber salido ileso. También tiene claro que la trágica experiencia le marcará de por vida: “Ha sido terrorífico”.
La alarma saltó a las cuatro de la tarde del martes. Un fuerte estallido y un temblor sacudieron el corazón de la capital. Después una inmensa polvareda lo invadió todo y la plaza fetiche de los ‘colchoneros’ se llenó de operarios que habían huido del edificio. Los empleados de las oficinas colindantes sucumbieron al pánico: “Creíamos que era un terremoto”, comenta una mujer.
Cinco plantas del hotel -de la sexta a la primera- se derrumbaron tras un “colapso que arrastró el andamio perimetral” de la construcción, en palabras del jefe de Bomberos del Ayuntamiento de Madrid, Eugenio Amores. La zona afectada, según cuentan varios trabajadores de la obra a este periódico, ha sido la más próxima al ascensor.
A pesar de que aún no existe una versión oficial acerca de las causas del desplome, algunos de los operarios ya tienen sus hipótesis sobre ello. “Hay un espacio cerca del elevador en el que la grúa va dejando los escombros”, explica uno de ellos. El hombre, que prefiere mantenerse anónimo, atribuye el derrumbe a un “debilitamiento” en las paredes de las plantas superiores, que cedieron ante el peso.
“De repente, todo el edificio empezó a rechinar y Rómulo se asomó para ver qué ocurría”, relata este trabajador. Para él, este es el motivo por el que el marfileño -que se encargaba de los revestimientos de pladur- perdió la vida. “Quizá al caerse todo se precipitó al vacío”, suspira apenado.
En total ha habido 11 víctimas además del fallecido: cinco de ellas recibieron el alta in situ, cuatro sufrieron lesiones leves y otros dos resultaron heridos graves. La Policía Municipal ha abierto una investigación al respecto para esclarecer las causas del derrumbe.
Origen y adjudicación de las obras
El emblemático hotel, tras pasar por múltiples dueños, fue adquirido por 148 millones de dólares por Meridian Oriental en una operación conjunta con el grupo financiero The Olayan Group. Estos fueron los que decidieron cerrarlo durante dos años e invertir 99 millones de euros para reformarlo por completo. El nuevo Ritz, si todo sigue conforme a lo previsto, tendrá 106 habitaciones y 47 suites, además de una lujosa Suite Real de 188 metros cuadrados. El restaurante, a su vez, se trasladará al espacio original –con acceso directo a la terraza– y se volverá a instalar la cubierta de cristal que permitirá que la luz entre en el salón, tal y como cuando se inauguró.
Las obras para la remodelación del hotel se le adjudicaron al grupo San José, que no quiso hacer declaraciones tras el accidente, y están siendo dirigidas por el estudio del arquitecto Rafael de La-Hoz y los interioristas franceses Giles & Boissier. Está previsto que acaben a finales de 2019, aunque se desconoce todavía con qué nombre será. La idea del grupo Meridian, en cualquier caso, era recuperar el espíritu del viejo hotel y convertir el nuevo en un lugar de peregrinación para los turistas y para los propios madrileños.
El Ritz ha mantenido hasta ahora ese aura de lugar histórico que sólo atribuyen los años y las batallas vividas en su interior. Antes de la adquisición por parte de Meridian, pasó por otras muchas manos. Fue inaugurado el 2 de octubre de 1910 con la asistencia de la reina Victoria Eugenia y el Rey Alfonso XIII, que quiso crear el primer hotel de lujo de la ciudad. Entonces, empezó el baile de dueños. En 1932, fue adquirido por el empresario belga George Marquet, que impuso un estricto código de etiqueta –se obligaba a los hombres a llevar corbata y se vetaba a las mujeres que llevaban pantalón–.
Marquet vendió el hotel en 1978 al exalcalde de Barcelona Enrique Masó. Tres años más tarde, pasó a manos del grupo británico Trusthouse Forte. Después vinieron Le Meridien, Orient-Express y Belmond hasta que en 2015 lo adquirió Meridian Oriental, que fue la encargada de cerrarlo. “Va a ser el hotel más lujoso de de España. Queremos que los madrileños y los españoles sigan sintiendo orgullo ante este icono de la capital que seguirá siendo un punto de encuentro clave en la ciudad”, agregó en su momento Christian Tavelli, director general del Ritz.
Ahora, tras el accidente –y a la espera de conocer qué ha ocurrido–, la obra magnánima del quedará en suspenso hasta nueva orden. Su leyenda se engrandece. Pero, esta vez, no por un buen motivo.