Conchi y Azucena, las 'yayaokupas' del piso de un político en Fuengirola: "Como te suelte al perro..."
Las dos ancianas residían en el piso que había okupado su nieto cuando él tenía que marcharse para que nadie pudiese echarlo.
23 marzo, 2021 02:18Noticias relacionadas
Barrio de los Boliches, Fuengirola (Málaga). Es viernes, 19 de marzo. El equipo de Rekupera, una empresa de desalojos, viaja a esta localidad de la Costa del Sol para intentar desalojar a Adrián, un joven andaluz de 20 años que supuestamente ha okupado la vivienda de un diplomático de Baréin (Asia). Lleva un mes aproximadamente viviendo allí.
Cuando llegan a la zona residencial, sin embargo, algo no encaja. Tras llamar a la puerta, los desokupas se encuentran con Conchi y Azucena, dos ancianas de unos 80 años que, en un principio, aseguran no saber nada de lo que está ocurriendo con el inmueble. Después, claro está, la cosa cambiará.
— Yo no me puedo ir hasta que venga mi nieto, tiene el perro aquí.
— Señoras, salgan de la vivienda. Están okupando un inmueble que no es suyo.
— Lo tengo aquí. ¿Quieres verlo? Verás como lo suelte...
Hablan con Víctor Mainer, el fundador de la compañía, que intenta convencerlas de que se marchen.
Tras ese breve contacto, es cuando la compañía de desalojos empieza a observar cada movimiento en el edificio. Incluido el visionado de las cámaras de seguridad, previa autorización de la comunidad de vecinos. Bastarán un par de horas para comprender lo que realmente está ocurriendo. Conchi y Azucena se encargan de estar en el piso, una vez que su nieto Adrián tiene que salir de él para que nadie pueda echarlos. Siempre hay alguien dentro. En otras palabras, toda la familia está compinchada en la okupación de la vivienda.
La prueba está en las propias imágenes. En la mañana del viernes, se ve cómo Adrián abandona el inmueble con su madre; y sus abuelas, acto seguido, entran a la vivienda para hacer el relevo. "Decidimos volver a hablar con las ancianas. Estábamos un poco asustados, no sabíamos cómo actuar. Al tratarse de personas tan mayores, no queríamos que sucediese ningún altercado. Pero al final las que se pusieron farrucas fueron ellas", explica Mainer a EL ESPAÑOL.
El vídeo
Cuando Víctor volvió a tocar la puerta de la vivienda, Conchi y Azucena ya no eran tan amigables. De hecho, no dudan en amenazar con soltar al perro, un american stanford, o llamar a la Policía para intentar amedrentar al equipo de desalojos. Así se muestra en el vídeo.
— Llama a la Policía porque yo no he hecho nada (le dice Azucena a Conchi)
— Está encubriendo usted a un delicuente, le va a denunciar el propietario.
— ¿A mí? ¿A mí? (responde con sarcasmo Azucena)
Tras esa última respuesta, las dos ancianas aprovechan para dar un portazo a la puerta. Es entonces cuando Rekupera decide llamar a la Policía Nacional para que sean ellos los que desalojen a las ancianas. "Llevábamos varias horas de tensión, decidimos llamarles, pero no hicieron nada. Se trataba de una okupación inminente, acababan de entrar al piso, podían hacerlo. Intentaron identificarlas, pero no iban documentadas. Dijeron sus nombres al azar", detalla Mainer.
Desalojo
Aun así, no se dan por vencidos. A última hora, Adrián y su madre regresan al inmueble. Y Conchi y Azucena abandonan el piso por motu proprio. Eso sí, sin olvidar despedirse de la compañía de desalojos. "Como sabían que estábamos viendo las cámaras, cuando salieron por la puerta, miraron hacia ellas y nos hicieron un corte de mangas. Primero, no saben lo que pasa, pero después se jactan de nosotros", critica Víctor.
El sábado, no obstante, el equipo correrá más suerte. Logran desalojar la vivienda. Aprovechan un despiste del okupa para establecer un control de acceso en todas las entradas a la comunidad de vecinos y convencer a Adrián de que abandone el piso, compuesto por cinco habitaciones y terraza, todo completamente amueblado. "Cuando hablamos con él, nos dijo que llevaba un mes y que le habían vendido la llave del piso por 1.000 euros".
Un modus operandi, no obstante, que no sorprendió a la empresa. "Lo cierto es que advertimos que podría estar pasando algo así. Avisamos a la comunidad de vecinos de que los balcones de varias casas estaban marcados. No me sorprendería que en el mismo edificio hubiese personas que diesen el chivatazo cuando algunos pisos se quedan vacíos", sentencia el fundador.