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En las últimas semanas, la base naval de Guantánamo ha vuelto a copar los titulares. Ha sido escenario de una de las operaciones migratorias más controvertidas de los últimos años, tanto dentro como fuera de Estados Unidos. A principios de febrero, la administración Trump trasladó a casi 180 inmigrantes venezolanos a la base, argumentando presuntos vínculos con el Tren de Aragua, una organización criminal con un fuerte peso en el país. 127 fueron recluidos en el Campamento 6, una prisión de alta seguridad previamente destinada a sospechosos de Al Qaeda, y los otros 51 fueron ubicados en el Centro de Operaciones de Migrantes.

La decisión provocó fuertes críticas por parte de organizaciones como la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles (ACLU por sus siglas en inglés), que denunciaron la falta de acceso a representación legal y las condiciones de reclusión inhumanas del centro. Yonier José Purroy Roldán, un joven venezolano de 21 años, es uno de los indocumentados que vivió lo que define como “un infierno” durante 15 días. "Nos trataron como delincuentes, pero lo único que queríamos era una oportunidad para trabajar y ayudar a nuestras familias", dice desde Caracas, donde intenta reconstruir su vida después de un año de pesadilla.

Yonier llegó a Estados Unidos a finales de 2023, después de un largo trayecto por Centroamérica. "Yo quería pedir asilo, pero nunca me dieron la oportunidad", explica. Pese a tener trabajo en Caracas, reconoce que la situación política iba a peor y la económica tampoco pintaba bien. En busca de un futuro mejor para su hija de un año, pensó que cruzar la frontera era el camino hacia una nueva vida. "Me hicieron el 'miedo creíble' y lo perdí. Luego me dijeron que podía apelar, pero nunca tuve acceso real a un abogado", cuenta.

Fotografía del 14 de febrero cedida por el Ejército de los Estados Unidos donde aparecen miembros del servicio militar estadounidense transportando elementos para los inmigrantes indocumentados como parte de la Operación Guardia Sur en la Estación Naval de la Bahía de Guantánamo (Cuba).

Fotografía del 14 de febrero cedida por el Ejército de los Estados Unidos donde aparecen miembros del servicio militar estadounidense transportando elementos para los inmigrantes indocumentados como parte de la Operación Guardia Sur en la Estación Naval de la Bahía de Guantánamo (Cuba). EFE

El ‘miedo creíble’ es una evaluación inicial que realizan los funcionarios de inmigración de Estados Unidos para determinar si un solicitante de asilo tiene razones fundamentadas para temer persecución o tortura en su país de origen. Si un migrante no logra superar esta entrevista, se enfrenta a la deportación acelerada sin posibilidad de presentar su caso ante un juez, salvo contadas excepciones.

"Pasé por ocho cárceles"

A partir de ese momento, la vida de Yonier quedó atrapada en un laberinto carcelario que lo llevó a más de ocho centros de detención en Florida, Texas y Georgia. "Nunca estuve libre, siempre encerrado, esperando algo que nunca llegó", lamenta.

Varios conocidos venezolanos le habían contado que, si no pasaba el ‘miedo creíble’, después de seis meses en centros, saldría en libertad. Con esa esperanza, Yonier veía pasar los días, aunque la realidad era muy diferente. El servicio de inmigración estadunidense (ICE) no establece un tiempo máximo en estos centros. “Después de seis meses, me trasladaron y cuando les pregunté por mi libertad, solo me mandaron callar”, recuerda.

Casi 14 meses después de ser detenido, en febrero de 2025, sin previo aviso, Yonier fue trasladado en un avión militar rumbo a Guantánamo. "Nos llevaron esposados de manos y pies, como si fuéramos terroristas", denuncia. "Cuando llegamos, nos metieron en unas celdas de 2x2, con una cama de metal y un colchón que era un pedazo de espuma". El inodoro estaba junto a la cama, "lleno de telarañas y moho". La comida era "una pasta pegajosa, como para perros" y el agua "sabía horrible, como si estuviera contaminada".

"Nos esposaban de pies y manos"

El trato que recibieron Yonier y los otros inmigrantes en Guantánamo lo denomina como “inhumano”. "Nos sacaban esposados para la supuesta 'hora de recreo', que en realidad era estar en una jaula como gallinas", cuenta. "Nos hablaban en inglés, aunque sabían que no entendíamos nada. Cuando pedíamos un traductor, nos decían que dejáramos de hacer ruido".

La estancia en Guantánamo fue aún más impactante debido a las pésimas condiciones del lugar. "Era un sitio diseñado para terroristas, no para migrantes", insiste Yonier. "Nos tenían en aislamiento casi todo el tiempo. No teníamos ni acceso a la luz del sol". Durante los días que pasó allí, recuerda la desesperación de sus compañeros: "Algunos lloraban, otros gritaban pidiendo ayuda. Pero nadie nos escuchaba. No nos dejaron llamar a nuestras familias hasta el último día".

El gobierno de Estados Unidos justificó estas detenciones argumentando que muchos de los migrantes venezolanos tenían vínculos con organizaciones criminales, pero Yonier lo niega tajantemente. "A mí me metieron en Guantánamo por mis tatuajes", afirma. "Me dijeron que parecía un delincuente y me catalogaron como parte de una banda. Pero mi tatuaje es un homenaje a mi papá, que falleció. Eso no lo quisieron escuchar. Soy buena gente, tenía apenas 19 años y una familia a la que mantener. No he formado nunca parte de un grupo armado, solo buscaba un futuro mejor".

El 20 de febrero de 2025, Estados Unidos, en colaboración con Honduras, ejecutó la deportación de 177 de estos migrantes a Venezuela. Yonier fue uno de ellos. "Nos mintieron hasta el último momento", denuncia. "Nos dijeron que nos tenían una sorpresa, que todo se iba a arreglar. Pero la sorpresa era que nos estaban sacando en un avión hacia Honduras, y de ahí directo a Caracas”.

Migrantes llevados a la base de Guantánamo.

Migrantes llevados a la base de Guantánamo.

Ahora, desde su ciudad natal, Yonier intenta seguir adelante. "Regresé con mi familia, con mi madre, mi mujer y con mi hija. Y eso me hace feliz. Pero todo lo que pasé me ha dejado marcado", dice. "Todavía hay gente en esas cárceles disfrazadas de centros de inmigrantes, y no hablo solo de Guantánamo. Yo quiero que sepan que no están solos. Dios hará justicia".

El caso de Yonier es solo uno entre cientos de migrantes que han sido detenidos y deportados en los últimos meses. Hace unos días, la UCLA y un grupo de abogados defensores de los derechos civiles presentaron una demanda alegando que no hay razón alguna para mandar a Guantánamo a los inmigrantes, cuando hay centros más que suficientes dentro del país. Tachan la decisión de Trump de un simple golpe de efecto de su administración.

Para Yonier, el sueño americano se vio truncado al poner un pie en Estados Unidos, ahora es solo una pesadilla que prefiere olvidar. "No quiero volver a hablar de esto, pero tampoco quiero que se repita", concluye. "Solo espero que nadie más tenga que vivir lo que yo pasé".