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Ali aparca el coche en el que vive frente a un hotel de apartamentos turísticos. Es jueves y toca hacer la colada y ducharse. Deja su 'casa' al sol, en un descampado en la bahía de San Antonio de Portmany (Ibiza). Este marroquí de 38 años emigró a España hace dos décadas, vivió en Tenerife y Málaga y hace dos meses aterrizó en la isla balear para trabajar en un taller de mecánica industrial. Cobra 1.400 euros netos trabajando ocho horas al día con jornada partida, el doble del salario mínimo interprofesional en España este año (707 euros).
Su plan al llegar a Ibiza era el mismo que había seguido en las dos ciudades anteriores: buscar un piso, trabajar, mandar todo el dinero posible a su mujer y sus dos hijos —que siguen viviendo en Marruecos— y ahorrar un poco para ir a verles al menos una vez al mes. Pero Ali se vio viviendo en su automóvil cuando se dio cuenta de que era imposible encontrar piso. "Me piden más de la mitad de lo que cobro por una habitación. Yo puedo sobrevivir, pero ¿y mi familia, qué? No queda nada para ellos", explica.
Su rutina es desayunar en algún bar, tomarse un ibuprofeno con el café —"para los dolores de espalda", dice—, trabajar, comer en algún bar con menú diario y volver al coche. Acude a Cáritas San Antonio tres veces por semana para ducharse y poner una lavadora. El suyo es el nuevo perfil del trabajador sin techo que acude a organizaciones sin ánimo de lucro buscando un lugar en el que asearse, lavar la ropa y comer.
Ali guarda las pocas pertenencias que tiene en el coche: unas deportivas, unas chanclas, un par de pantalones, camisetas, ropa interior... Todo forma una maraña entre la que cada noche se hace hueco para dormir. "Mi ropa a veces me sirve de colchón o de almohada", cuenta. No quiere salir en las fotos porque siente "vergüenza": "Si en el trabajo viesen cómo vivo, qué pensarían. La ropa la tengo arrugada, limpia pero arrugada. Al menos en el mono de trabajo no se nota tanto. No quiero que nadie sepa que vivo en el coche, ni mi familia lo sabe. Solo espero que pase el verano; me han dicho que en octubre podré encontrar un piso".
Trabajadores 'sin techo'
En la mesa de al lado en la que Ali toma café y aprovecha para cargar el móvil, Sarah, una londinense de 42 años, espera su turno para ducharse y poner una lavadora. Pide, por favor, que no le hagamos fotos. "Vine huyendo de mi exmarido hace dos meses... Ya te puedes imaginar por qué. Solo mi familia más cercana sabe que estoy aquí". Sarah se trajo su coche, algo de ropa y comenzó a buscar trabajo nada más llegar a Ibiza. Rápidamente encontró un puesto como cocinera en un restaurante. Ni siquiera buscó piso porque no tenía dinero para pagar una fianza. Se metió a vivir en su coche y esperó a cobrar el primer sueldo para alquilar una vivienda: "No he podido todavía. Con lo que me pagan y lo que piden por un piso, no me lo puedo permitir; podría mirar habitaciones pero preferiría vivir sola dadas mis circunstancias personales". Cada noche aparca en un sitio diferente. "Los primeros días tenía miedo: dormir en un coche no es nada seguro, pero para una mujer menos. Pero luego te haces a la idea".
Sarah y Ali son solo dos ejemplos del nuevo perfil de persona sin hogar. Así lo explica la ibicenca Silvia Iglesias, de 31 años, voluntaria en la sede de Cáritas San Antonio: "La tipología ha cambiado. Aquí venía el perfil clásico de persona sin hogar, es decir, alguien que por una serie de hechos traumáticos se ha visto abocado a vivir en la calle y resulta muy difícil reinsertarle en el mercado de trabajo y en la sociedad. Ahora vienen personas que tienen trabajo pero que carecen de vivienda. Al principio les damos comida, ducha y lavadora. Cuando ya cobran su primer sueldo y pueden pagarse la comida en algún bar de menú, les mantenemos el derecho a ducha y lavadora porque si no no tienen otro sitio donde hacerlo. También ha venido gente que había alquilado una habitación en una casa familiar pero no le daban derecho a usar la cocina. A esas personas, hasta que tuviesen algo más de dinero, les dábamos comida".
Con su discurso, Silvia no pretende poner el foco solamente en quienes tienen empleo pero no vivienda de alquiler: "Los pisos de emergencia social, por ejemplo, o la ayuda como la que ofrece Cáritas deberían ser para personas que realmente lo necesitan. Lo que no es lógico ni se entiende es que de dos años para acá tengamos que prestar ayuda a gente que tiene una nómina. No porque no queramos, sino porque no disponemos de tantos recursos".
¿Qué ocurre con la vivienda en Ibiza?
En Ibiza, como diría Sílvia Pérez Cruz, hay "casas sin gente y gente sin casas". La frase simplifica una realidad compleja, pero no deja de ser acertada. ¿Qué ocurre realmente para que sea tan difícil encontrar piso? ¿Quiénes salen perjudicados? ¿Por qué ha aumentado el precio del alquiler?
El 9 de agosto de 2016 Ibiza registró el mayor índice de presión humana en los últimos 20 años, un récord de carga demográfica: 374.000 personas en una isla con 132.000 empadronados, casi el triple. No es solo una cuestión de ocupación física en la que hay que hacer hueco al que viene de visita, sino que los recursos (sanitarios, administrativos, de transporte) se reparten. Esto incluye la vivienda. Ibiza es un destino turístico muy demandado y los propietarios han sabido aprovecharse de una ley que aunque penaliza los alquileres turísticos es laxa. Sergio Carrasco es un abogado ibicenco especialista en Derecho Civil que ha prestado sus servicios a la Plataforma de afectados por los alquileres en Ibiza. Apunta que la actual Ley de Turismo (8/2012) prohíbe el arrendamiento turístico en una serie de inmuebles. Según Viviana de Sans i Trotta, vicepresidenta y portavoz de Vivienda del Consell d'Eivissa, esto significa que "los propietarios no pueden alquilar a turistas pisos o apartamentos residenciales, lo que incluye todo excepto casas de campo".
"La demanda ha subido tanto en los últimos años que los propietarios saben que van a sacar más dinero alquilándolo solo cinco meses que el año entero. ¿Qué pasa? Que para poder alquilarlo esos meses no pueden hacer contratos de un año", explica el abogado Sergio Carrasco. Esto ya deja fuera a los residentes: jóvenes que quieren independizarse, médicos y policías destinados a la isla, trabajadores no estacionales, e incluso afecta a colectivos como el de las mujeres maltratadas.
En mayo del año pasado, el Consell informaba de que la estancia en los pisos de acogida había pasado de 31 días en 2014 a 61 en 2015. Las mujeres maltratadas que conseguían salir del ciclo de violencia machista gracias a redes de apoyo pasaban un tiempo en los pisos de acogida, conseguían trabajo y cuando trataban de rehacer su vida alquilando un piso se daban contra la pared. ¿El motivo? O no había pisos disponibles o no podían pagarlos. "Como decía, ya de por sí cuesta encontrar un piso para alquilar un año entero, pero es posible hacerlo. El segundo problema viene ahora: cuando lo encuentras, aunque estés trabajando, no puedes pagarlo", explica Carrasco. Los precios han aumentado, Ibiza es uno de los primeros cinco lugares más caros para vivir en España, y ahora quienes quieren alquilar uno tienen que invertir en torno al 50% de su salario. "La mayoría de los sueldos están entre los 1.100 y los 1.500 euros netos, y la media de los pisos está en los 800 y 1.000 euros. Hablo de pisos de entre 40 y 50 metros cuadrados", señala el abogado.
"Ibiza es una isla pequeña y cada nuevo contrato de alquiler que finaliza es una familia que se ve abocada a irse de la isla o a alquilar una infravivienda", añade Viviana de Sans i Trotta. Y reconoce que el problema ha pillado al Consell (gobernado por PSOE y Podemos desde mayo de 2015) completamente desprevenido. Y así lo ratifica Sergio Carrasco, quien en numerosas ocasiones ha pedido formalmente el número de sanciones y la cuantía de las multas interpuestas por el Consell a los propietarios que destinan sus viviendas a alquiler turístico. Nunca ha obtenido respuesta. Tampoco De Sants i Trotta sabe darme una cifra exacta. "Como estos datos no se conocen, hay una sensación total de impunidad", añade Carrasco.
Así funciona la mafia del sur de Italia
Tanto la portavoz de Vivienda del Consell como el abogado de la Plataforma de afectados por el alquiler opinan que detrás de esta subida inesperada de los alquileres hay "una mafia". En realidad, según la Policía Nacional y la Guardia Civil, hay al menos dos, una de ellas del sur de Italia. ¿Cómo operan? Según se sabe, alquilan muchos pisos y apartamentos y después los subalquilan. Gracias a ello blanquean dinero. Las agencias conocen el negocio y aseguran a los propietarios que si lo dejan en sus manos podrán alquilar sus viviendas cinco o seis meses y obtener más rendimiento económico que si lo alquilasen todo el año.
Así, a través de diferentes plataformas las agencias ofertan estos inmuebles y exigen que el alquiler sea de mayo a octubre y que se pague por adelantado, incluyendo el mes de fianza y el de agencia. En residencias como la de Cala de Bou, en la avenida San Agustín, se ofertan adosados de 150 metros cuadrados por 3.000 euros al mes, obligatorio alquilar los meses citados y pagar por adelantado. Es decir, 24.000 euros a tocateja. Por seguir con este ejemplo, el arrendatario subalquilaría ese mismo adosado por días o semanas, aumentando el precio. Así, puede pedir a los turistas que por una estancia de una semana paguen 2.000 euros. "Tiene que haber una mafia porque ¿quién puede abonar esas cantidades por adelantado y en muchos casos en efectivo? Que además esto último violaría la normativa de blanqueo, que los propietarios a veces ignoran. Imagínate que tienes de inquilino a un delincuente perseguido. Luego esto llega a la Fiscalía y resulta que podrías acabar dentro del proceso penal. Está claro que hay una persona por detrás que es quien aporta el dinero para realizar estos arrendamientos. Los propietarios están pensando en los beneficios y no están calibrando bien las consecuencias, que van más allá de la enorme subida del precio del alquiler", señala Sergio Carrasco.
Es en este punto cuando los propietarios deciden que si alguien quiere residir en la isla todo el año tendrá que compensarles económicamente por los meses de verano en los que no podrá cobrarles como a un turista. "Encontrar un piso por 800 euros es un lujo", dice Viviana de Sans i Trotta. "Si un arrendador hace un contrato por un año, sabe que no podrá aprovecharse de esos meses de verano en los que puede conseguir el triple de dinero. ¿Qué pasa? Que les dicen a sus inquilinos que les paguen 1.200 euros por un piso que hace unos años valía 600 o 700 euros. Ni siquiera la gente que tiene sueldos aceptables puede pagar esas cantidades", añade.
¿Y qué propone un órgano regulador como el Consell d'Eivissa, del que depende controlar si la ley que prohíbe los alquileres turísticos se cumple? "Queremos hacer una inversión potente de siete millones de euros en vivienda ya construida. Con ello incrementaríamos la bolsa de alquiler social que tiene el Instituto Balear de la Vivienda. Ahora solo hay 71 viviendas sociales. También queremos poner pisos de emergencia social a disposición de los ayuntamientos: serían para dar atención primaria a personas que de un día para otro se ven en la calle. En las próximas semanas, además, pondremos un servicio de asesoría jurídica gratuita en materia de vivienda". Respecto a las sanciones y multas, reconoce que apenas tienen celadores que puedan realizar ese trabajo y que "a pesar de llevar dos años en el Consell" este tema les ha "pillado a traspiés".
Vivir con tu exmarido porque no encuentras piso
Beatriz mira los periódicos del bar en el que trabaja cada día. Cuando tiene un rato echa un ojo a las páginas de anuncios clasificados. El día que quedamos para la entrevista, el jueves, en Diario de Ibiza hay cinco columnas en las que se requieren trabajadores, sobre todo, para hostelería; apenas hay una y media en la que se ofrecen pisos para alquilar. Uno de ellos pide 1.000 euros para una vivienda de 30 metros cuadrados en Cala de Bou (Sant Josep de Sa Talaia), con alquiler obligatorio de mayo a octubre, mes de fianza y mes de agencia. Otro pide 1.400 euros por un estudio en Cala Vadella, también en Sant Josep y también de mayo a octubre. También hay un anuncio de alquiler de una habitación cerca del puerto de Ibiza: 800 euros al mes. "Mira, yo cobro 1.200 netos trabajando 40 horas a la semana de lunes a sábado. No puedo pagar 1.000 euros por un piso ni puedo trabajar más horas para ganar más porque soy madre. Si además ya la guardería me cuesta 300 euros. Pero es que aunque pudiera, ¡me lo alquilan solo de mayo a octubre! ¿Y después que hago? También he buscado habitaciones, pero no me voy a meter en cualquier sitio, tengo un niño de dos años", dice.
Era 2009, la crisis ya era una palabra integrada en el lenguaje colectivo y Beatriz llevaba un tiempo en paro. Decidió dejar su pueblo, Alberique (Valencia), y mudarse a Ibiza. Al poco tiempo encontró un trabajo como camarera, se enamoró y se casó. Ahora tiene 34 años y un hijo de dos años, Adrián. En septiembre de 2016 decidió poner fin a su matrimonio. Se divorció y quiso marcharse del piso y buscar otro en el que vivir con Adrián, pero no ha encontrado nada. Desde entonces está atrapada en una casa en el centro de Ibiza por la que su exmarido y ella pagan 700 euros al mes. "El precio es razonable, pero yo quiero vivir sola con mi hijo. Debería poder irme a otro piso. Además, en este bloque hay un montón de pisos que los dueños alquilan a los turistas. Es insufrible. En verano es una pesadilla. A las tantas de la mañana ponen música, hacen ruido, están borrachos... El año pasado ya bajé varias veces para decirles que parasen, que mi hijo dormía, pero les dio igual. Llamé a la policía, pero a la semana siguiente los inquilinos eran otros turistas".
Dice que si en unos meses no encuentra una vivienda asequible, se verá obligada a volver a casa. "No me apetece nada. Allí tendría que vivir con mis padres hasta que encontrase trabajo. Que esa es otra: tendría que dejar mi trabajo aquí, que estoy fija, y como sería baja voluntaria, no tendría derecho a paro. Yo solo quiero un piso normal, pagar todos los meses y tener un contrato anual".
El enfermero que 'vivió' en un sofá
El problema del alquiler en Ibiza afecta a los residentes y también a quienes en verano vienen a la isla para trabajar en hostelería —imprescindibles para que el sector servicios funcione—. Pero un colectivo que también se ha visto perjudicado es el de los médicos. El doctor Carlos Rodríguez, portavoz del Sindicato Médico de Baleares (Simebal), es tajante en su explicación: "No vienen porque no tienen dónde vivir. Esto puede resultar dramático, y da miedo decirlo así porque quizá más médicos se echen para atrás, pero es así. Algunos encuentran piso pero tienen que invertir más del 50% de su sueldo... Los médicos ganan algo más que otros trabajadores, pero te dediques a lo que te dediques, no deberías invertir más del 30% de tu sueldo en pagar un alquiler".
El doctor Rodríguez argumenta con datos: al único hospital que da cobertura sanitaria tanto a Ibiza como a Formentera, el de Can Misses, le faltan anestesiólogos, radiólogos, médicos de familia y urgenciólogos. "Tenemos 18 plazas para anestesiólogos y no conseguimos cubrir más de 13. Y de radiólogos tenemos 10 y solo hemos ocupado 3. Te hablo de estas dos especialidades porque son servicios centrales. Oftalmología, urología o traumatología son especialidades donde puede haber una intervención quirúrgica, y entonces se necesitará sí o sí un quirófano. Para usarlo necesitan un anestesiólogo, si no no pueden operar. O para hacer un diagnóstico necesitas al radiólogo, que es al que le pides una resonancia, un TAC, una ecografía... Cuando hablas con otros especialistas, te dicen: 'Hombre, nosotros trabajaríamos más, pero nos dan un día de quirófano a la semana y punto'. Así aumenta la lista de espera. Se operan los casos muy graves, eso por suerte está controlado más o menos. Pero eso no quita que si tienes una catarata tengas que esperar un año o dos para ser operado. No es justo".
En Can Misses han tomado la iniciativa de usar la antigua planta de pediatría como zona residencial para médicos. En total se están habilitando ocho habitaciones cuyo régimen de alquiler aún no se ha discutido. Tienen cama y baño (dentro de la habitación o fuera) y una cocina común. La medida no ha gustado a todos. "Es un parche. ¿Cómo van a considerar eso una vivienda? Ahí puedes estar unos días mientras encuentras un piso de verdad, pero más no aguantas", apunta Sergio Navarro, un enfermero de 34 años e integrante de la Central Sindical Independiente y de Funcionarios (CSIF). "Aún estamos negociando con la gerencia a ver cuánto cobran por la estancia y cuál va a ser la capacidad, si habrá habitaciones compartidas o no. Estamos a mayo y todavía no sabemos nada. No creemos que sea una gran solución", añade.
Tras las puertas, un pasillo azul como un afluente vertebra la antigua sala de pediatría. Enfrente de uno de los cubículos hay un baño con una bañera de bebé. En otro hay literas. Las ventanas tienen rejas. Y la antigua sala de espera ahora tiene taquillas y unas sillas de plástico. En una de las habitaciones hay dos pintores dándole una mano a las paredes. Uno de ellos, Vicente, asegura que en esa planta no solo residirán médicos sino también familiares de pacientes de Formentera que sean ingresados.
Antonio Serrano es de Callosa del Segura (Alicante) y tiene 25 años. Llegó a Ibiza hace tres, cuando le contrataron como celador en Cas Serres, una residencia pública para personas con dependencia. Él es un ejemplo de alguien que tendría que dejar su trabajo y regresar a su pueblo si no encuentra casa.
"Cuando llegué, en febrero de 2014, alquilé una habitación para mí solo pero luego resultó ser compartida. Me fui de ahí y el verano lo pasé en un sofá de una casa en la que vivían tres personas más. Pagaba 350. Tenía la espalda destrozada de dormir ahí. Pasé por unos cuantos alquileres más hasta que en febrero de 2015 encontré un estudio de 35 metros cuadrados en San Antonio, por 450 euros", explica. Un año después, ya en primavera de 2016 y viendo que se acercaba el verano, su casero le llamó para darle un ultimátum: "O pagas 750 euros por el piso o te vas". "No paraba de llamarme, me decía: '¿Es que no sabes que los alquileres han subido muchísimo? Tienes que pagar más, si no no puedes quedarte'. Yo estaba muy agobiado así que fui a asesorarme y me dijeron que mi contrato se prorrogaba hasta los tres años. Y que solo podía subirme el precio según el IPC. Se lo dije así al casero y ya me dejó en paz. Se dio cuenta de que no podía echarme".
En febrero de 2018 su contrato acaba. Su temor ahora es que si quiere quedarse en la isla y conservar su trabajo —ahora como auxiliar de fisioterapia—, tendrá que buscar una nueva vivienda. "Sé que me va a decir que o pago más o me voy. O sabrá que puede alquilarlo solo en verano y ganar mucho más, así que ni me dará la opción de quedarme por un precio más alto. Yo cobro unos 1.500 netos, pero cuando te pones a mirar en internet, los pisos decentes no bajan de 1.000 o 1.200 euros. Si la cosa sigue así, me volveré a mi pueblo".
La prostituta que paga 500 euros a la semana
Ana (nombre falso para preservar su identidad) tiene 37 años y una doble vida. Su familia cree que vive en Berlín y que allí trabaja como asesora en una inmobiliaria, pero en realidad ejerce como prostituta en la isla. Se vino de Madrid a Formentera hace dos años, y hace uno se instaló en Ibiza. Su objetivo es conseguir todo el dinero posible para mantener a su hijo, que vive en la capital junto a la madre de Ana.
Su caso es diferente al de los anteriores, pero es relevante para analizar el caso de la vivienda en Ibiza. El precio que paga por su actual habitación, en el centro de Ibiza, es desorbitado: 500 euros a la semana (2.000 al mes) por 15 metros cuadrados en temporada baja. "Este piso de tres habitaciones lo alquiló una chica que también se dedica a esto [al negocio del sexo]. Ella nos subalquila a mi compañera y a mí las habitaciones. Entre las dos pagamos 4.000 euros al mes, todo incluido. Ella tiene la habitación pequeña, solo viene cuando trae a algún cliente. Le saca mucho dinero al piso porque yo creo que no le paga al propietario más de 1.500 euros mensuales".
Ana se queja de que si ya es difícil encontrar piso en Ibiza para un trabajador en regla, para alguien que ejerce una actividad ilegal como la suya lo es aún más: "Estamos más desprotegidas porque ni siquiera podemos denunciar los precios abusivos. Yo sé que no voy a poder alquilar cualquier habitación, y no voy a engañar a un casero y decirle que es para vivir yo y ya está. Hay pisos alquilados por y para scorts. Pero como los que alquilan para scorts saben que esto escasea, les suben aún más el precio. Ahora en verano, yo como prostituta sé que no voy a pagar menos de 600 a la semana". Reconoce que de junio a septiembre puede llegar a ganar 35.000 euros, la mayoría en negro. "Estoy dada de alta como autónoma pero como masajista".
El propietario de la vivienda en la que reside avisó a la arrendataria de que a mediados de mayo necesitaba el piso y que, por tanto, tendría que desalojarlo. En octubre, le dijo, podría volver a alquilarlo. "¿A dónde vamos mi compañera y yo? Si esos meses son los más difíciles para encontrar un sitio. Para las prostitutas, tener una habitación es un plus de cara a los clientes. Yo vivo de los clientes de verdad, los que se quedan en la isla en invierno y que son los que tienen dinero a saco, pero ahora en verano también puedo ganar mucho y rápido", explica. A sus clientes asiduos también les ha pedido ayuda para encontrar casa: "Muchos de mis habituales tienen tres, cuatro, cinco pisos para alquilar, pero suelen estar casados y no pueden alquilarme uno porque qué dirían sus esposas".
Ana ha comprado su billete de vuelta a Madrid para el 15 de mayo. "Aprovecharé para ver a mi hijo, que suelo ir una vez al mes, y si he conseguido una habitación volveré unos días después. Si no, seguramente me vaya a Marbella o Mallorca".