La estrella tiene que ser recogida a las siete de la mañana. Un taxi pasará a buscarla para llevarla al aeropuerto directa al rodaje en Bulgaria. Parece algo sencillo, pero las cosas se tuercen. La actriz vive en Japón y la compañía de transportes no confirma que todo vaya en orden. La película no puede permitirse que la protagonista pierda el vuelo, eso supondría tirar a la basura un día de rodaje y miles de euros. Todo por culpa de un maldito taxi.
Los encargados de solucionar esto y asegurar que el presupuesto no suba por las nubes son los directores de producción, que junto a su equipo se encargan de manejar el dinero para que todo vaya según lo previsto. En el caso anterior tuvieron que llamar desde Bulgaria a decenas de taxis que sólo hablaban japonés y a todos los hoteles cercanos hasta encontrar a alguien que chapurreara inglés. Cuando dieron con él sudaron tinta china para convencerle de que no era ninguna broma y que pagarían el servicio. Finalmente se presentaron dos coches en la puerta de Rinko Kikuchi, que un día después comenzó a rodar Nadie quiere la noche, la película de Isabel Coixet.
Los directores de producción son los grandes desconocidos del cine español. Para la gente una película depende del productor, que consigue el dinero, y del director, que se lo gasta. Pero entre medias existe esta figura esencial, que no sólo diseña el presupuesto, sino que se encarga de que se cumpla a rajatabla. Son los que solucionan cada problema que surge de la forma más efectiva posible. Una tarea difícil que en la mayoría de los premios nadie reconoce.
No existe un Oscar al Mejor director de producción, tampoco un BAFTA, ni un César. Sólo hay unos académicos que se acuerden de ellos: los españoles. Sí que hay un Goya a la Mejor dirección de producción, que podría ser rebautizado como 'Goya al que mejor aguanta las quejas de todos los departamentos' o 'Goya a los Mejores apagafuegos durante el rodaje'.
Los malos de la película
Marta Miró es una de las responsables de que Nadie quiere la noche luzca como una película con mucho más presupuesto del que tiene. Ella define su trabajo como alguien que “maximiza el dinero que tiene para conseguir un buen producto final”. Su labor comienza desde antes de la primera claqueta. Cogen el guión y estudian las necesidades de cada escena. Efectos especiales, figuración, atrezo, una grúa, la iluminación, tiempo de rodaje, calendario de preproducción, rodaje, posproducción y lanzamiento. Con todo esto establecen el coste estimado de la película. Un coste que una vez aprobado (y conseguido) se tienen que comprometer a cumplir.
Nosotros somos los coordinadores y asumimos esa responsabilidad durante el rodaje, así que es lógico que nos lleguen las quejas de la gente
Muchas veces son vistos como los malos de la película, porque tienen siempre el 'no' en la boca. Manejan la pasta y tienen que ser inflexibles y hacer frente a las peticiones de todos los departamentos. “Nosotros somos los coordinadores y asumimos esa responsabilidad durante el rodaje, así que es lógico que nos lleguen las quejas de la gente”, cuenta a este periódico Andrés Santana, también nominado por la película de Coixet. El caso de este canario que ya ganó el premio por Blackthorn es especial, ya que tras años al pie del cañón decidió producir sus propias películas.
Para él esto agiliza mucho las gestiones y los imprevistos que pueden surgir durante un rodaje. “Si de repente se me ocurre poner una grúa que no estaba planificada y puedo, la pongo, porque como también soy el productor no tengo que consultarle a nadie. Claro, si estás en la oficina, te llaman y te piden la grúa pues lo primero que preguntas es cuánto puede costar”, explica riendo.
Para su compañera la clave es poner en una balanza lo que has presupuestado y las peticiones del equipo, aunque también confiesa que muchas veces tiene que decir que no.
Recortes de presupuesto… y de sueldos
Desde el comienzo de la crisis los presupuestos de las películas han ido bajando y bajando. Sin ayudas ni incentivos fiscales es cada vez más difícil financiar presupuestos que superen los tres millones. Los directores de producción son los que viven en sus carnes los recortes. Tienen que prescindir de cualquier lujo innecesario, y también de unos cuantos necesarios para poder levantar los proyectos.
Esto no sólo afecta a cómo luce técnicamente el filme, sino también a los sueldos de todo el equipo, como denuncia Marta Miró. “La primera vez que me pasó algo así fue con una productora y un director nuevo, así que pusimos entusiasmo, imaginación y esfuerzo, contratando al equipo técnico y artístico con salarios mínimos e implicando a todos los proveedores en el proyecto, casi una dinámica de un corto. Cuando esto se convierte en una norma te da pena que se dé un paso atrás y que esto haga peligrar la industria. Ahora se hacen películas con grandes presupuestos o con muy poquito, no hay término medio”, censura la directora de producción.
Ahora se hacen películas con grandes presupuestos o con muy poquito, no hay término medio
La misma opinión comparte su compañero de nominación, que confiesa con tristeza que le ha tocado lidiar con bajadas de sueldo a “técnicos que están acostumbrados a cobrar una cantidad determinada”. “Tú les intentas explicar que la gente va menos al cine, porque no es que se vea menos, se ve más que nunca”, zanja Andrés Santana. Para él uno de los principales culpables de esta situación es la piratería, un problema que “mientras no se regule” les seguirá afectando y que considera “una de las cosas pendientes que tiene la industria”.
Ambos consideran su trabajo en Nadie quiere la noche como el más difícil al que se han enfrentado, con temperaturas bajo cero, nieve e incluso terremotos en la parte de rodaje que tuvo lugar en Bulgaria. Los directores de producción tienen que enfrentarse a todos, incluso a los fenómenos naturales que amenazan con fastidiarles su presupuesto.