Era la noche de los Goya, la del cine español, la noche de La novia, la de Tim Robbins y Juliette Binoche. Pero el protagonismo fue para el cónclave político a la entrada de la gala. El pacto continuaba en la alfombra roja. Ni siquiera el primer posado de Penélope Cruz y Javier Bardem juntos desvió la atención de los verdaderos actores protagonistas de la noche. No se llevaron ningún cabezón, pero Pablo Iglesias, Pedro Sánchez, Albert Rivera y Alberto Garzón fueron las estrellas de una gala que coronó a Truman como la Mejor película española del año y dejó a La novia compuesta y sin...
El filme de Cesc Gay se llevó a casa todos los premios importantes: película, dirección, guion original, actor principal y secundario para el tándem infalible de Ricardo Darín y Javier Cámara. La película de Cesc Gay se sustenta en el inteligente trabajo de guion y en el rostro y los ojos de estos dos portentos. Eran los favoritos, aunque no los que más nominaciones tenían, e hicieron buenos los pronósticos.
El momento culminante de la noche fue la gran tamborrada, en homenaje a Buñuel, y la canción de Serrat
Darín volvió a reivindicar su poco gusto por los premios y subrayó que las películas no compiten y los actores tampoco. Fue el único actor que se atrevió a plantarle cara a los políticos: “Hagan algo”. Pero se habló más del esmoquin de Pablo Iglesias que del filme ganador o que incluso de la Preysler, acompañada en la cima del espectáculo por su pareja Mario Vargas Llosa.
La fiesta del IVA cultural
Todos aprovecharon para prometer bajadas de IVA, ministerios propios y hasta “autocrítica”, como dijo Albert Rivera. Todos menos Mariano Rajoy. Sí estuvo su representación en el sector, el Ministro de Educación, Cultura y Deportes en funciones, Íñigo Méndez de Vigo que pasó como una exhalación sin atender a nadie ni aceptar preguntas. Tampoco lo hizo la alcaldesa Manuela Carmena, que tras la polémica de los titiriteros no tenía ganas de teatrillos.
Entre los monólogos interminables de Dani Rovira hubo un buen tirón de orejas al ministro de Hacienda. “A mí si no bajan el IVA para comprarme un yate me da igual, porque no tengo yate, pues a Montoro le pasa lo mismo con la cultura”, comenzó diciendo el presentador que perdió la frescura del primer año y que solo brilló en sus dardos políticos. También se dirigió a Pablo Iglesias, Albert Rivera, Alberto Garzón y Pedro Sánchez a los que pidió que hablaran y dieran lugar a los “pactos de los Goya”.
Antonio Resines evitó cualquier enfrentamiento. Habló por encima del IVA cultural y de la piratería, ni rastro del fraude del taquillazo
Por lo demás repetición de bromas y clichés en sus monólogos. La gala tiró de lugares comunes hasta el punto de que comenzó con un número musical y otro de magia. El momento culminante de la noche fue la gran tamborrada, en homenaje a Buñuel, y la canción de Serrat. Una gala que cumplía 30 años, como si estuviera hecha hace 30 años. La gala arrancó como un programa de variedades de José Luis Moreno.
Y si Dani Rovira se atrevió algo con la política, Antonio Resines evitó cualquier enfrentamiento. Habló por encima del IVA cultural y de la piratería, ni rastro del fraude del taquillazo en los cines españoles, de la paupérrima reforma de la Ley del Cine o de los nulos incentivos fiscales. Resines tiró de campechanía y se acordó de su rap, pero su memoria no le hizo recordar todas las reivindicaciones de una industria que también estaba fuera del Hotel Madrid Auditorium quejándose: los figurantes siguen pidiendo condiciones de trabajo dignas y un convenio al que agarrarse.
Los académicos no se casan con La novia
El éxito de Truman dejó en pañales a la otra favorita, La novia. La película de Paula Ortiz era la más nominada, pero poco a poco veía cómo se iba a convertir en la gran derrotada de la noche. Los apartados técnicos, su feudo donde todo el mundo daba por hecho que amasaría unos cuantos premios, fueron cayendo del lado de Nadie quiere la noche y demostrando que el gusto de la crítica (que la auparon desde San Sebastián y en los Premios Feroz) no coincide con el de la Academia.
La adaptación de Bodas de sangre se tuvo que confirmar con los galardones a la mejor fotografía (Miguel Ángel Amoedo) y actriz secundaria para Luisa Gavasa por esa madre del novio que arrasa en cada plano. No pudo Ortiz sumarse a la lista de mujeres ganadoras de un Goya a la mejor dirección, ni tampoco alzar el de guion adaptado por esa misión suicida que es adaptar a Lorca.
En su lugar subió al escenario Fernando León para recoger el único premio de Un día perfecto. Fue el otro gran derrotado de la noche. A pesar de todo, La novia es una de las películas del año, pero ni siquiera Inma Cuesta se llevó el premio. Fue para la madre coraje de Natalia de Molina en Techo y comida, que no se creía acabar de ganar su segundo galardón.
Esta edición de los Goya confirma a Cesc Gay como uno de los grandes narradores de nuestro cine
En las categorías de interpretación revelación triunfaron los más jóvenes, Miguel Herrán e Irene Escolar, que dejó sin subir al escenario a la veterana Antonia Guzmán. La abuela de Daniel Guzmán, director de A cambio de nada, que sí que ganó el de dirección novel y le dedicó el discurso más emotivo de una gala que se hizo eterna.
Ninguna de las cinco nominadas se fue de vacío, todas recogieron algo en la pedrea en esta 30 edición de los Goya que confirmó a Cesc Gay como uno de los grandes narradores de nuestro cine, y a nuestros políticos como las grandes estrellas que giran alrededor.