La gente del mar
Una nueva tragedia marítima ha sumido a Galicia en un profundo dolor. Una breve reflexión para alabar a los héroes de una dura (y en casiones poco reconocida) profesión en la que muchos se dejan la piel… y hasta la vida
Hay noticias que nadie quiere escribir, que nadie quiere tener que dar. Los periodistas, en la mayoría de las ocasiones desde la comodidad de la barrera, tratamos de aportar claridad sobre las cosas que ocurren, sobre lo que pasa a nuestro alrededor. Siempre con la responsabilidad de sabernos de una profesión relevante en la que el buen hacer y el rigor cobran un profundo sentido.
En días trágicos como los de esta semana, en los que parte de nuestro trabajo consiste en facilitar la última hora de un terrible suceso como el naufragio del Villa de Pitanxo, donde las cifras de víctimas mortales se van incrementando hora tras hora, se aportan cifras pero se sienten personas.
Escribimos las últimas informaciones de Salvamento Marítimo o de la fuente institucional y oficial que corresponda, pero nuestros corazones se rompen como el de tantos otros gallegos porque, otra vez, el mar se ha llevado a quienes más lo amaron y necesitaron, a quienes lo han cuidado y han cuidado de los demás gracias a su labor en el inmenso océano.
En mi familia hay gente de mar. Aunque no se enfrentaron a la bondad o crudeza de sus ‘ondas’, sí han vivido la dureza de un sector esencial no siempre valorado como es debido.
Mi abuela trabajó durante 60 años en la lonja viguesa. Tenía su propia empresa desde la que compraba el mejor producto directo del mar y lo vendía a los comercios y restaurantes que sabían que podían confiar en su criterio. Sesenta años levantándose a las 4 de la madrugada, sin descanso. Si bien su jornada acababa temprano con "todo el pescado vendido", no era así en casa. Trabajadora incansable, de sol a sol.
Mi abuelo desarrolló la mayor parte de su carrera en una armadora. Se dedicaba a las finanzas, y aunque tampoco salía a faenar, recuerdo de niña conversaciones en las que se hablaba de los navíos. Cuando algo malo pasaba, su cara cambiaba y su preocupación o tristeza duraba días.
La gente del mar es un regalo que hay que agradecer. Sin ellos, aquello tan necesario que nos da el océano, como es la proteína marina de la que se alimenta el mundo, sería solo un sueño. Aquellos que viven del mar, lo aman de forma incondicional, incluso con la certeza de que uno no puede confiar en él. Esta semana, las aguas lejanas y gélidas de Canadá se han llevado a muchos hombres de mar, dejando un profundo dolor en tierra.
Desde la barrera, con lo poco que podemos hacer los medios ante la tragedia, enviamos todo nuestro cariño y respeto a los familiares de la tripulación del navío marinense. Y nuestro más profundo sentir a toda la gente del mar, que hoy vive un nuevo duelo.