Molino de San Carlos en 1889.

Molino de San Carlos en 1889. E.E

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El primer puerto de Zaragoza por el que navegó un rey de España: esta joya arquitectónica puso nombre a un barrio

La historia del Molino de San Carlos comienza con la construcción del Canal Imperial de Aragón,  un proyecto impulsado por el destacado político y pensador Ramón Pignatelli.

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El Molino de San Carlos, también conocido como la Casa Blanca, es un conjunto arquitectónico que, a lo largo de los siglos, ha sido testigo de eventos históricos, avances tecnológicos y cambios urbanos significativos. Situado en la zona de Casablanca, en Zaragoza, este conjunto no solo es un símbolo de la ciudad preindustrial, sino que también está vinculado a momentos cruciales de la historia de la ciudad.

La historia del Molino de San Carlos comienza con la construcción del Canal Imperial de Aragón, un proyecto impulsado por el destacado político y pensador Ramón Pignatelli. A finales del siglo XVIII, entre 1782 y 1784, se construyó este canal que conectaba Tudela con Zaragoza.

Aunque servía principalmente para el riego, según Jesús Martínez, doctor en Historia del Arte, el canal se convirtió en una vía de comunicación de vital importancia, tanto para mercancías como para el transporte de personas. 

Los Primeros Pasos

Para facilitar la navegación de las barcazas que transportaban mercancías y pasajeros, el canal debía salvar un desnivel de casi 6 metros. En el punto más cercano al centro de Zaragoza, se construyeron esclusas para permitir el descenso de las barcas, y sobre ellas se levantó un complejo de edificios destinados al control del canal y la gestión de la navegación.

Puente de la línea de Cariñena, en 1934.

Puente de la línea de Cariñena, en 1934. E.E Zaragoza

El conjunto que conocemos hoy como el Molino de San Carlos no es solo una construcción, sino una serie de edificaciones que sirvieron a diversos fines industriales y sociales. En primer lugar, se erigieron las esclusas, esenciales para controlar el flujo del agua y las barcazas. Junto a ellas, se construyó una casa de control, conocida como almenara, una estructura única en Zaragoza para gestionar las esclusas.

Aprovechando la caída del agua, se levantó un pequeño molino, que permitió el aprovechamiento de la energía hidráulica para moler grano. Además, se construyó un batán, lo que marcó uno de los primeros pasos hacia la industrialización de la ciudad.

El canal también facilitó la creación de un pequeño puerto donde se descargaban los productos que llegaban de Tudela, y, a su vez, subían mercancías hacia la capital aragonesa. No era una gran infraestructura, sino una pequeña esplanada de desembarque.

De hecho, en 1827, durante su visita a Zaragoza, el rey Fernando VII pudo apreciar uno de los mayores orgullos de los zaragozanos: el Canal Imperial de Aragón. Como parte de su recorrido, le organizaron un viaje en barca desde la zona de Miraflores hasta desembarcar en el pequeño puerto del Molino de San Carlos, lo que convirtió esta visita real en uno de los eventos más destacados de la ciudad.

El salto eléctrico del molino hacia 1890.

El salto eléctrico del molino hacia 1890. E.E Zaragoza

Este gesto subrayó la importancia del canal como una de las infraestructuras más relevantes de Zaragoza en la época.

La Fuente de los Incrédulos

Una de las anécdotas más famosas del Molino de San Carlos es la creación de la Fuente de los Incrédulos. Cuando Pignatelli comenzó la obra del canal, muchos zaragozanos se mostraron escépticos, convencidos de que el agua nunca llegaría hasta la ciudad.

En respuesta a esa incredulidad, se construyó una fuente que todavía se conserva, conocida por su inscripción que dice: "Para convencimiento de los incrédulos y descanso de los viajeros", fechada en 1786. 

La fuente de los incrédulos.

La fuente de los incrédulos. E.E Zaragoza

Base logística francesa 

Durante la Guerra de la Independencia Española, el Molino de San Carlos y sus alrededores adquirieron una gran relevancia. En 1808, cuando las tropas francesas se aproximaron a Zaragoza, el canal fue utilizado tanto por los españoles como por los franceses para transportar refuerzos y suministros.

Las esclusas del molino, hacia 1878.

Las esclusas del molino, hacia 1878. E.E Zaragoza

Finalmente, los franceses aprovecharon su control sobre el canal para usar el Molino de San Carlos como base logística, y fue en este edificio donde se firmó la rendición de Zaragoza el 20 de febrero de 1809. La Casa Blanca, como se conocía al complejo, se convirtió en el cuartel general de las tropas francesas durante la ocupación de la ciudad.

Industrialización y nacimiento de un barrio

El siglo XIX también dejó su huella en el Molino de San Carlos, cuando en 1894 se instaló una central hidroeléctrica en el molino, convirtiéndolo en el primer lugar de Zaragoza donde se generaba energía eléctrica.

Esta central no solo abastecía de electricidad a la ciudad, sino que además introdujo el sistema de conversión de corriente continua a alterna, un proceso innovador que permitió que la energía producida en el molino llegara hasta el centro de Zaragoza. Esta es considerada la primera experiencia de electrificación de la ciudad y una de las primeras de España.

Con la industrialización impulsada por el Molino de San Carlos, comenzó a crecer en sus alrededores el barrio de Casablanca. En sus primeras etapas, los trabajadores que acudían al molino se establecieron en casas sencillas, y el barrio fue consolidándose a medida que la energía eléctrica favorecía el crecimiento de pequeñas industrias.

La Casa Blanca en la actualidad.

La Casa Blanca en la actualidad. E.E Zaragoza

A lo largo de su historia, el Molino de San Carlos ha pasado por diversas transformaciones, pero ha permanecido como un emblema de la innovación, la resistencia y la identidad de Zaragoza. Desde el canal que conectaba la ciudad con Tudela hasta su papel en la revolución industrial y la guerra de la independencia, se trata una de las joyas históricas de Zaragoza que entrelaza la historia, la cultura y la modernidad.