El jardín de los cerezos es una obra de teatro que Antón Pávlovich Chéjov escribió allá por 1903, la cual a pesar de comenzar con tintes decomedia termina con un punto trágico al sugerir el drama interior de una persona incapaz de adaptarse a un nuevo orden de vida al pertenecer a una clase adinerada.
El escenario en donde el autor sitúa la obra no es otro que una dacha, una casa de campo con terreno alrededor próxima a la ciudad, muy de moda entre la emergente clase media rusa de la época, llegando posteriormente a cautivar al sátrapa comunista Stalin, quien contaba con veinte para su recreo y siendo en una de ellas donde tras una larga noche empapada en vodka encontraría la muerte tras un derrame cerebral, de la misma manera que el comunismo encontraría la suya después del derrumbe del muro de Berlín.
Sin embargo, constituiría un temerario desprecio a la verdad el hecho de ignorar la emergencia del neocomunismo en nuestra bendita tierra con posterioridad a la indignación ciudadana del 15 M bajo la alternativa política de Podemos; convirtiéndose desde entonces en el azote de quienes denominaron casta en virtud de sus prebendas y de quienes clamaban, como los personajes de Chéjov, que serían incapaces de adaptarse a su forma de vida.
Desgraciadamente y para desengaño de muchos, como en El jardín de los cerezos, la adquisición por parte del líder y la “portavoza” de la formación morada de una inasequible casa de campo, una dacha, nos muestra que lo que más decepciona en la vida a la gente es la ambigüedad y la contradicción.