Nunca unos días de “asuntos propios” han sido tan comentados en el mundo entero. Días de reflexión por amor, “begoños” con sueldo y servicio doméstico que han servido para no dar ni una explicación y anunciarnos que “nos vamos a enterar”. Reaparece el líder, se manifiesta en el templo divino y, sin más testigos de su transfiguración que los medios afines y mudos, se oye decir desde lo alto “he aquí el dios, el intocable que viene a regenerar la vida democrática: seguidle” (que os vais a enterar). Seguidamente, el elegido habla y lanza el mensaje más preocupante de la democracia: Yo, el mejor, el más limpio, Narciso entre los mortales, el más guapo en el espejo de la bruja de Blancanieves, el enamorado, el sufridor, regreso para abrir paso a la limpieza, a la regeneración democrática y al juego limpio. Nada va a ser igual y mi persona se hace imprescindible para domesticar jueces y medios de comunicación. Miedo me da, porque esta forma de ser y de hablar es coincidente con todos y cada uno de los dictadores habidos en los últimos años.
Cuando un gobernante habla de “dar paso a la limpieza” generalmente es que se encuentra enfangado hasta los ojos y, cuan mecanismo de defensa, pone en marcha las “checas” republicanas, “los campos de concentración” franquistas, “los hornos crematorios” nazis o “los gulags” soviéticos para limpiar a la sociedad de los “malos” que no son otros que los disidentes que no quieren aborregarse en la mesa de las ideas y de las mamandurrias del líder. Necesitan un pueblo llorica que derrame lágrimas por los sufrimientos del líder y aplauda sin término sus desatinos como en Corea del Norte.
Los totalitarios se hacen dueños permanentes del poder anunciando una regeneración política, confundiendo su persona con la democracia. Con ese motivo todas las instituciones se rinden a sus deseos y los fieles seguidores alcanzan los anhelados sueños de “construir sus tiendas” junto a su amado y transfigurado líder: en el poder judicial, en el de cuentas, en el constitucional, en los medios de comunicación y hasta en el futbol. Incluso manipula las propias normas constitucionales para incorporar a su mundo al Jefe del Estado, al Rey, acudiendo a su casa para hacerle partícipe de lo que nadie le había preguntado, si seguía o se iba.
Nada se deja escapar el líder de su control. Engañan con sus promesas de juego limpio y lo enfangan todo para poder sacar réditos políticos. Salen a la calle para “expropiar” casas y voluntades como símbolo de una regeneración democrática como Chávez y acaban expulsando a miles de ciudadanos imponiendo a un charlatán dictador, violador de libertades, corrupto manipulador de información y embajador de contrabando en maletas mudas de contenido.
El “amado líder”, en su transfiguración en el templo monclovita, se ponen en defensa de su mujer y, sin explicación alguna, ataca a los que piden explicaciones de su “carrera profesional” llevada a cabo al amparo del cargo de su esposo, pues antes nadie conocía de sus actividades profesionales porque no las tenía y ella sí que estaba “relegada al ámbito doméstico”.
Además, otras de las “mañas” de todo dictador totalitario no solo es creerse el salvador, sino que además se declaran víctimas de todos los ataques, son divulgadores de un mundo maniqueo dividiéndonos en buenos (los suyos) y malos (los demás). O conmigo o contra mí. No hay término medio. Como un estricto manual totalitario, declaran al oponente como “enemigo” y lo combaten con todos los medios en su poder. Todo aquel que no es de su agrado, es enemigo y convencen a sus ingenuos leales a combatirlos decididamente sin darse cuenta, la historia lo demuestra, que puestos a “cortar cabezas” no hay lealtad que valga para un dictador. A todos estos exaltados seguidores ciegamente del líder y al partido socialista solo me queda decirles que, aferrarse a la sombra del “jefe”, del dictador, a su amistad o su seguidismo no es ninguna garantía de supervivencia, ¿verdad, señor Ávalos?
Todo esto me invita a pensar que la limpieza, la regeneración democrática, el juego limpio hecho desde una exclusiva y excluyente parte de la sociedad, es la mejor manera de hacer desaparecer el estado de derecho y de libertades que hemos tenido desde la aprobación, por consenso, de la Constitución del 78. Si la regeneración de la democracia es acallar voces críticas, Sr. Sánchez, estamos entrando en la primera dictadura del siglo XXI en España y usted es su principal protagonista e impulsor.