Toro cierra su genuina Semana Santa con las galas del Encuentro
El Domingo de Resurrección, también llamado Domingo de Gloria, Domingo de Pascua, Pascua Florida o sencillamente Pascua, es la fiesta central del cristianismo, en la que se celebra la resurrección de Jesucristo al tercer día de haber sido crucificado. El Domingo de Resurrección marca el final del Triduo Pascual y de la Semana Santa, e inaugura un periodo litúrgico de 50 días conocido como Tiempo Pascual, que finaliza con el Domingo de Pentecostés. La Resurrección es un elemento indispensable de la religión cristiana, hasta el punto que San Pablo escribe: "Si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe" (primera carta a los Corintios 15, 14). La palabra Pascua, etimológicamente, significa 'paso': el paso de Jesucristo de la muerte a la vida.
La Semana Santa, y la Pascua en particular, está ligada a través de la última cena y la crucifixión de Jesús a la Pésaj (Pascua Judía) y al Éxodo del pueblo hebreo narrado en el Antiguo Testamento. De acuerdo con las escrituras, Jesús, mientras preparaba a sus discípulos y a él mismo para su muerte durante la última cena, dio a la cena de Pascua un nuevo significado. Él identificó el pan y la copa de vino como su cuerpo antes de ser sacrificado y su sangre derramada. El apóstol Pablo, sobre la celebración de la Pascua dice:
"Despójense de la vieja levadura, para ser una nueva masa, ya que ustedes mismos son como el pan sin levadura. Porque Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado. Celebremos, entonces, nuestra Pascua, no con la vieja levadura de la malicia y la perversidad, sino con los panes sin levadura de la pureza y la verdad". Apóstol Pablo de Tarso.
Y despojada fue la imagen de la Virgen de la Alegría de su luto para dar paso al palio que le hacía de verónica, bella capa blanca y oro para lucir de una imagen bella, con cara de placidez celestial, ante la suelta de decenas de palomas en la Plaza Mayor mientras sonaba el Himno Nacional. Allí se encontraban autoridades locales de un color y otro, así como las cofradías, los toresanos y cientos de turistas que disfrutan de esta ciudad especial.
Las Tres Venias
Toro cerró su programa de Semana Santa tal como lo inició, con la esencia ancestral, con la especificidad, el sabor de lo auténtico y el calor de la fe de sus habitantes. Todo el amplio programa que ha transcurrido en la ciudad toresana ha estado marcado por estas características y, además, por el alto valor de sus tallas procesionales. Si buscáis donde acudir, como las Santas Mujeres y los apóstoles buscaban a Jesús Resucitado, en Toro encontré la luz más pura, histórica y rica de la Semana Santa.
En una mañana primaveral, al final la primavera, ay, la imagen de Jesús Resucitado, del siglo XVIII y con auténtico valor artístico, como sus andas que son las originales -no olvidemos que esta escultura cerraba la exposición de Las Edades del Hombre- salió de la iglesia del Santo Sepulcro para ir al encuentro de su madre. Todo era color, alegría, caras de cansancio... trajes y vestidos de gala, con las flores en solapas y también en las cruces de cofrades.
Por su parte, la Virgen, aún vestida de luto, salía de La Colegiata acompañada por las mujeres. Guapas, a decir de un madrileño, 'chulapas'. A esa hora, los vecinos y los turistas abarrotaban la Plaza Mayor a la espera del Encuentro. Al encontrarse, en el centro de la Plaza Mayor, la Virgen realizó las tres venias a Jesús Resucitado. En la tercera el velo de luto que prendía de su cabeza fue retirado para mostrar sus mejores galas. La ceremonia finalizó con la liberación de decenas de palomas.
Realizado el encuentro, madre e hijo partieron hacía la Colegiata de Santa María la Mayor donde se celebró la misa que puso el punto y final a la Semana Santa de Toro. Una Semana Santa, que no se cansa este viajero en decir, auténtica, rigurosa, alejada de boatos y beatos y no digamos de papel cuché, y original, aquí no se copia. Es pura como la luz del sol que lucía las galas de un domingo especial.
Ya con La Colegiata y la iglesia del Santo Sepulcro abierta para turistas y visitas, el viajero, junto a los amigos de la Asociación del Santo Sepulcro y la Soledad, comparte una comida en el restaurante Juan II. Por suerte, a su lado estaban Mario González y Carmina, esa mujer que contaba historias de aquellos tiempos cuando su madre guardó las imágenes de Las Carmelitas -tapadas con sábanas en los bajos de la casa- para salvarlas de las turbas. Mario también relató que su abuela hizo lo mismo con las imágenes del Hospicio, actual Hospital Provincial... Historias que siempre son bien recibidas a oídos de este viajero para conocer la identidad de cada pueblo.
Toro cierra su programa de Semana Santa tal como lo inició, con la esencia ancestral, con la especificidad, el sabor de lo auténtico y el calor de la fe de sus habitantes. El viejo entramado urbano y amigo de Toro ofrece al viajero una cálida acogida. Como también la amistad de sus gentes, donde siempre es bien recibido. Como sus vinos y su gastronomía… Una visita a Toro bien merece. El viajero volverá, dios mediante, invitado a vivir su Corpus. También auténtico y recuperado del olvido, como recuerdan sus amigos, cachis!
REPORTAJE GRÁFICO LUIS FALCÃO